jueves, 27 de febrero de 2014

Y dale con querer saber...




¿Qué garantía hay de que los cinco sentidos, en conjunto, cubran todas las experiencias posibles? Lo que siempre abarcan es nuestra experiencia real, nuestro humano conocimiento de hechos y eventos. Hay espacios entre los dedos; también los hay entre los sentidos. En estos huecos acecha la oscuridad, se esconde la conexión entre las cosas... Esta oscuridad es la fuente de nuestros temores y ansiedades, pero también la morada de los dioses. Solo ellos ven las conexiones, la coherencia total de todo lo que ocurre; eso que ahora viene a nosotros en pedazos y trozos, los "accidentes" que solo existen como tales en nuestras mentes, a través de nuestra limitada percepción.

Alan Watts- El Libro del Tabú


Esos espacios vacíos entre las certezas, ya sea de nuestros sentidos o de nuestras efímeras construcciones racionales, es lo que me impulsa, lo que me desvela. 
Por algún desequilibrio congénito, intuyo que en ese vacío, en esos espacios, está lo que necesito saber, lo que, de alguna manera va a completarme y darme cierta tranquilidad...
No todas las búsquedas han sido vanas, pero siempre persiste, aún después de algún hallazgo valioso, ese residuo de insatisfacción con lo encontrado. Siempre, entre cada definición construida, hay un espacio, un vacío, que me lleva a continuar buscando...
Solo una cosa me tranquiliza entre tanta incertidumbre, en esos espacios vacíos, en esa oscuridad intersticial, son contadas las ocasiones en las que me encuentro con algún temor... casi siempre encuentro, o al menos intuyo que allí está, en un sitio que aún no alcanzo a ver, la morada de los dioses y la felicidad que anhelo. Esto hace que mi búsqueda, aunque muchas veces sea dolorosa, sea algo que me gusta y estoy dispuesto a seguir...




Anécdotas sobre Shao Yung


Estas anécdotas tienen más que ver con el blog del I Ching, pero tienen cierta belleza y un sentido que, de algún modo, encaja en este blog...
Fueron extraídas del libro: I Ching, El Entramado del Tiempo, de Ariel Miranda Viera



Durante un día de víspera de año nuevo, alrededor de las diez de la noche, Shao Yung y su hijo estaban en su casa cuando un vecino tocó a la puerta. Shao Yung no respondió de inmediato, así que el vecino volvió a golpear la puerta. Shao Yung contó los golpes - cinco en total. Su hijo y él hicieron el siguiente cálculo mental:
En la primera ocasión, el vecino tocó una vez. Uno es el trigrama Cielo.
Luego golpeó cinco veces y 5 es el trigrama Viento
De este modo obtuvieron el hexagrama 44, Venir al Encuentro.
Posteriormente sumaron 1+5+10 (por la hora) lo que da un total de 16 el cual dividieron entre seis (para hallar la línea marcada del hexagrama) El residuo fue 4. Al hacer la mutación obtuvieron el hexagrama 57 Sun.
“¿Qué quiere el vecino?” Preguntó rápidamente Shao Yung a su hijo. Éste se fijó en los trigramas nucleares (Cielo, cuyo elemento es el metal) y en el trigrama Sun (madera), que aparecía tres veces en los dos hexagramas.
“Un azadón”. Respondió el hijo.
“Te has equivocado.” Le dijo su padre. “A esta hora, lo que nuestro vecino necesita es un hacha”.
Cuando el hombre se marchó, llevándose el hacha que había venido a buscar, Shao Yung le explicó a su hijo que uno no debe dejarse arrastrar ciegamente por el significado de los signos sino aplicar también el sentido común. Ciertamente un objeto compuesto de metal y madera puede ser un azadón, pero teniendo en cuenta la hora y la época del año (invierno), no sería probable que el vecino fuese a trabajar al campo; el sentido común dictaba que el objeto seria un hacha para cortar leña y calentar la casa.



En cierta ocasión, Shao le dijo a su hijo Shao Po, que la provincia donde vivía (Hunan) pasaría por un período violento por lo cual debía mudarse a Szechuan. Su hijo aceptó el consejo y cambió su lugar de residencia. Transcurridos diez años los soldados Chin invadieron Hunan y hubo una gran matanza que pudo haber afectado a los descendientes de Shao Yung de no haber prestado atención a las predicciones.



Shao compró una lámpara de cristal y se le ocurrió calcular el ciclo de duración del objeto. Tras realizar las operaciones pertinentes, llegó a la conclusión que la lámpara se rompería un día determinado al mediodía. Al llegar la fecha indicada, Shao colocó la lámpara sobre una mesa y se sentó a contemplarla esperando que se rompiera de un momento a otro. Era la hora del almuerzo y su esposa lo había estado llamando persistentemente para que acudiera a la mesa, pero él estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató. La esposa salió en su busca y lo encontró con la mirada fija en la lámpara, insensible a todo lo que ocurría a su alrededor. Enfadada ante aquella actitud que le pareció absurda, golpeó la lámpara y la hizo pedazos. Shao dejó escapar una carcajada. El objeto había encontrado su fin en el momento predicho.



En la última etapa de su vida, Shao llamó a su hijo mayor para explicarle cómo quería que fuesen sus funerales. Le dijo que no pusiera ningún objeto de valor dentro de su ataúd y, lo más extraño de todo, que invitara a una de sus vecinas, una niña pequeña, para que presenciara todo el ritual funerario desde el principio hasta el fin. Insistió en que la niña no debía perder detalle del proceso. Tras su deceso, el hijo siguió estrictamente las instrucciones del padre.
Con el tiempo, la niña, ya mujer, se casó y sus hijos se convirtieron en ladrones y saqueadores de
tumbas.
En cierta ocasión escuchó a sus hijos comentar que sería una idea tentadora abrir la tumba de Shao Yung, pues según su lógica, debía estar llena de objetos valiosos. Ella, conocedora de los detalles, intervino en la conversación. “Dejadlo descansar en paz. Yo fui testigo del funeral y sé que el ataúd sólo contiene el cuerpo de Shao envuelto en un simple sudario”
Tras la muerte de Shao, el emperador le encargó a Oh Yang Feil que escribiera la biografía del sabio para que figurara en los anales de la dinastía. Fue entonces que Oh comprendió el por qué de las detalladas descripciones que Shao le había hecho y también el motivo de la insistencia en que recordara.



Aún así, intento saberlo...



"Algo desconocido está haciendo no sabemos qué"

Sir Arthur Eddington (Físico)


El Psicoanálisis en Flores




La historia del psicoanálisis en el barrio de Flores es bastante curiosa.
Quienes conocen a los Hombres Sensibles ya sospecharan que las teorías de Freud no fueron formuladas pensando en ellos. Y aunque estos varones siempre fueron aventureros y buscadores de sueños, cuesta bastante imaginarlos en el sillón de un psicoanalista.

Sin embargo, muchos profesionales alcanzaron cierto éxito en el barrio del Ángel Gris.
Algunos fueron consultados por los Hombres Sensibles y hasta existieron escuelas y corrientes opuestas que dieron lugar a apasionantes polémicas.
El primer analista que se estableció en Flores fue -según dicen-el doctor Mauricio D. Finkel.

Los comienzos no fueron fáciles y su consultorio de la avenida Rivadavia permaneció desierto durante meses. Los vecinos creían entender que Finkel adivinaba la suerte o tiraba las cartas o tal vez vendía rifas.
Con esa idea se presento un día de invierno el primero de sus pacientes.

Se trataba del poeta Jorge Allen, quien buscaba consuelo a un desengaño amoroso y pensó que no estaba del todo mal intentar alguna solución mágica.
Finkel lo hizo recostar en su diván y lo invito a hablar. Allen le contó minuciosamente como había sido abandonado por cierta señorita de La Paternal, la forma en que sufría y otros detalles menores. Transcurrido un buen rato, Finkel se levanto y dio por terminada la entrevista.

-Bien -dijo Allen -. Que hago?
-Venga el jueves a la misma hora.
-Para que ?
-Vea, se trata de que usted vaya comprendiendo su propio problema.
La solución la encontrara precisamente en esa misma comprensión.

Allen regreso varias veces. Comprendió perfectamente su caso, lo cual no le sirvió de nada: la chica de La Paternal se caso con un consignatario de Alberti. Enterado de esta tragedia, el enamorado anuncio a Finkel su decisión de interrumpir el tratamiento.

-Usted no entiende -sentencio el analista -; el punto es ubicarlo a usted ante la realidad para que acepte y supere el dolor.
-No deseo superar el dolor. Ya he perdido a la mujer que quería : Pretende usted dejarme también sin el sufrimiento? Dígame cuanto le debo.

A pesar de este primer fracaso, Finkel hizo carrera. Cuando los Hombres Sensibles se enteraron de la teoría del subconsciente, creyeron encontrarse ante una hermosa leyenda.

En la plaza, los Narradores de Historias sorprendían a su auditorio manifestando que todos llevábamos dentro a otro señor, que es en verdad el que domina nuestra persona.

Agregaban que este señor oculto aparecía en los peores momentos, poniendo en nuestras vidas notas de lujuria, bestialidad y grosería.

La leyenda del subconsciente se fue transformando vigorosamente y algunas de sus versiones son asombrosas. Durante mucho tiempo se creyó en Flores que todo acto indecoroso era responsabilidad del subconsciente, quedando a salvo la inocencia de quien lo perpetrara. Así, los guarangos de la zona justificaban sus gritos, zafadurías y provocaciones culpando al extraño que llevaban dentro.

Las personas decentes y rectas se jactaban de no tener subconsciente y muchos padres amenazaban a sus hijos con disponer la extirpación quirúrgica del intruso responsable de sus travesuras.

Manuel Mandeb afirmo una madrugada que el tenia varios subconscientes, la mayoría de los cuales estaba en contra suya.
Casi en los confines de Villa del Parque, algunos grupos de fanáticos creyeron que el subconsciente salía de su envoltura carnal en las noches de luna llena para cometer toda clase de perversidades.
Sea por el auge de esta leyenda, sea por la improbada labor de grupos de lechuguinos procedentes del centro, el caso es que el doctor Finkel y algunos otros psicoanalistas llegaron a disponer de una regular clientela.

Los Refutadores de Leyendas no se opusieron a esta actividad, pues habían oído decir que se trataba de algo científico. También es cierto que no concurrían a los consultorios, lo cual es una lastima: no debe haber nada mas apasionante que los sueños de un racionalista.
Con la aparición de nuevos profesionales, empezaron también los diferentes enfoques, las herejías y las discusiones.

Finkel era ortodoxo: no dialogaba con sus pacientes, se ponía lejos de su vista y no les permitía que lo miraran. Sus enemigos afirmaban que el hombre aprovechaba para dormir.

Otros aseguraban que se iba a la cocina y regresaba sobre el final de la sesión. Y no faltaban los que creían que atendía a dos o mas personas al mismo tiempo, dando vueltitas de inspección entre pieza y pieza.
Otros psicoanalistas prefirieron enfrentar a sus clientes y discutir con ellos. Una rama de la calle Bilbao se llevo esta actitud al extremo. Así nació la Escuela Psicoanalítica de la Mala Sangre.

Los médicos que siguieron esta novedosa técnica se propusieron reaccionar ante el relato del paciente de un modo evidente y hasta exagerado, para que el enfermo comprendiera que se lo compadecía.

Por ejemplo: si un señor contaba que su esposa lo tenia harto, el analista lloraba amargamente hasta caer en la desesperación.
Claro que esta terapia tuvo, algunas veces, consecuencias desagradables.

Así, cuando alguien contaba que castigaba a sus hijos, no faltaba el psicólogo taura que se plantaba frente al escritorio y gritaba: "¡Por que no me pegas a mi, sinverguenza!".

Las actividades de la Escuela Psicoanalítica de la Mala Sangre cesaron, mas que nada, a causa de las quejas de los vecinos.
Un negocio bastante interesante fue el de los psicoanalistas a domicilio.

La idea surgió a partir de la fuerte necesidad que muchos pacientes tenían de sus analistas a toda hora. Ciertos neuróticos pudientes pensaron que una buena solución era contratar a un psicoterapeuta de modo permanente.
Entonces se hizo bastante frecuente la costumbre de tener un analista en la casa, lo que -de paso -eliminaba la molestia de someterse a una sesión, pues no tenia mayor sentido contarle al profesional lo que este podía ver con sus propios ojos.

Lo cierto es que, en el caso de los psicoanalistas ortodoxos, su función en el domicilio del enfermo no era mucho mas activa que la de un florero. Se limitaban a recorrer las habitaciones murmurando "jem" y asintiendo con la cabeza. Muchos de ellos todavía siguen en las casas de familias adineradas, algunos como jardineros, otros como primos o entenados.

El auge de la actividad psicoanalítica en el barrio de Flores popularizo sus técnicas mas sencillas. Cualquier modista sabia lo que era el complejo de Edipo o una neurosis obsesiva. Los Hombres Sensibles se sintieron fascinados por el juego de la interpretación. Para ellos no se trataba de un ejercicio científico, sino mas bien artístico. Y no les faltaba razón.

Alguien deja un paraguas olvidado en el bar La Pilarica. Interpretación: existe el deseo de volver al establecimiento.
Alguien cuenta chistes todo el tiempo. Interpretación: hay una pena oculta.
Alguien siente horror por los cuchillos. Interpretación: Hubo un accidente en la niñez.

Desde luego, los poetas del barrio acuñaron interpretaciones nuevas muchas de ellas de alto valor literario. Veamos: Alguien se mete el dedo en la nariz. Interpretación: Esta buscando su alma.
Una mujer es demasiado hermosa. Interpretación: se trata del demonio.
Un hombre come terrones de azúcar. Interpretación: es tucumano.
Un hombre afila su cuchillo en el cordón de la vereda: venganza segura.
El mismo mecanismo se observo en la Interpretación de los sueños.

Según los Hombres Sensibles, soñar con una mujer es amarla, soñar con zapatos negros es morirse, soñar con caerse es el cincuenta y seis.
Otra de las consecuencias de esta vocación psicológica fue el convencimiento general de que todo tiene orígenes mentales. Así, cuando un muchacho se ensartaba un clavo en el pie, algunos médicos aplicaban la vacuna antitetánica y otros preguntaban por la relacion del ensartado con sus padres.

De cualquier modo, el entusiasmo fue decayendo. Tal vez el principal responsable fue Manuel Mandeb. El pensador árabe empezó a desconfiar de quien trataba de abarcar el alma con menesterosas definiciones.
No le gustaba tampoco la ausencia del pecado en aquellas construcciones donde no había canallas, sino enfermos y donde los sinvergüenzas eran llamados psicóticos.

De estas inquietudes surge una obtusa monografía titulada "Locos éramos los de antes".
En realidad el trabajo consiste en la exposición de ciento nueve casos de personas que concurrieron al psicoanalista, sin curarse de nada y -lo que es peor -adquiriendo una espantosa satisfacción de si mismas.
La verdad es que el trabajo de Mandeb carece de todo rigor científico, pero consigue dejar la extraña sensación de que al psicoanálisis tampoco le sobra este rigor.
Esto es quizás falso. Pero uno no termina de convencerse, tal es el efecto que los pensadores pasionales, como Manuel Mandeb, producen en las personas razonables.

Hoy en día, supongo yo, los grandes investigadores del alma transitaran otros caminos menos pintorescos. Ya no parece tener mucho sentido contarle nuestras fantasías a un señor durante veinticinco años para ver si conseguimos dormir tranquilos.

Mis amigos ilustrados me cuentan que hay nuevas técnicas y que la ciencia adelanta a modo bestial.
Como quiera que sea, el sencillo propósito de esta nota ha sido llamar la atención sobres aspectos estéticos del psicoanálisis. No importa que no sirva para nada: sus rituales, sus aristas absurdas, sus tiros en la noche, sus metáforas, su solemnidad son elementos que un verdadero artista no debería desechar jamás.

Tal vez llego tarde y todos han comprendido esto. Quizás los terapeutas y sus pacientes no hacen mas que jugar, semana tras semana, un juego apasionante en que las fichas son sueños, ilusiones, fantasías, recuerdos, angustias, amores, desencuentros y frustraciones Esto es casi tan bueno como curar manías persecutorias.

Alejandro Dolina - Crónicas del Ángel Gris


miércoles, 26 de febrero de 2014

Una historia de adivinación

Por Lafcadio Hearn



Una vez conocí a un adivino que verdaderamente creía en la ciencia que profesaba. Había aprendido, como estudiante de filosofía china antigua, a creer en la adivinación mucho antes de pensar en practicarla. Durante su juventud sirvió a un rico daimyo, pero después, como miles de otros samurai, se vio reducido a vagabundo desesperado debido a los cambios sociales y políticos de la era Meiji. Fue entonces que se convirtió en adivino -un uranaiya itinerante-, viajando a pie de pueblo en pueblo, regresando a casa raramente más de una vez al año, con las ganancias de sus viajes. Como adivino tenía un éxito tolerable, pienso, principalmente, debido a su perfecta sinceridad y sus modales peculiarmente gentiles que invitaban a la confianza. Su sistema era de la vieja academia clásica: usaba el libro conocido como I Ching junto a un juego de bloques de ébano que podían ordenarse para formar cualquiera de los hexagramas del libro. Siempre comenzaba sus adivinaciones con una muy honesta plegaria a los dioses.

El sistema, sostenía, era infalible en manos de un maestro. Confesaba haber hecho algunas predicciones erradas, pero decía que estos errores se debían completamente a su mala comprensión de algunos textos o diagramas. Para hacerle justicia debo mencionar que en mi propio caso (me leyó la suerte cuatro veces), sus predicciones se cumplieron de manera tan acertada que llegué a temerlas. Pueden no creer en la adivinación, denigrarla intelectualmente, pero alguna tendencia de superstición heredada ronda dentro de la mayoría de nosotros y algunas experiencias extrañas pueden apelar fuertemente a esta herencia de manera de inducir la más irracional de las esperanzas o miedos ante la buena o mala suerte prometida por algún adivino. Ver realmente nuestro futuro sería miserable. ¡Imagine el resultados de saber que dentro de los próximos dos meses tendrá lugar una desgracia terrible que no puede prevenirse!

El adivino era anciano cuando lo conocí en Izumo, ciertamente mayor de sesenta años, pero de apariencia mucho menor. Después nos encontramos en Osaka, en Kyoto y en Kobe. Varias veces intenté convencerlo de que pasara los meses de invierno bajo mi techo, pues poseía un extraordinario conocimiento de la tradición que hubiera sido de valor inestimable para mi trabajo literario. Parcialmente debido a que el hábito de vagabundear se había convertido en su segunda naturaleza y en parte debido a un amor por la independencia tan salvaje como el de un gitano, nunca fui capaz de que pasara más de dos días conmigo.

Cada año solía venir a Tokyo, generalmente hacia fines de otoño. Entonces, por varias semanas, recorría la ciudad, distrito por distrito, luego volvía a desaparecer. Durante estos viajes fugaces nunca dejó de visitarme trayendo noticias de la gente y lugares de Izumo, o un raro presente -generalmente de tipo religioso- desde algún famoso lugar de peregrinaje. En estas ocasiones conversábamos varias horas. Algunas veces la conversación era sobre las cosas extrañas que había visto u oído en sus viajes, otras veces hablaba de viejas leyendas o creencias, a veces sobre la adivinación. La última vez que nos encontramos me contó de una ciencia exacta de adivinación china que lamentaba nunca haber podido aprender.

“Cualquiera versado en esa ciencia”, dijo “sería capaz, por ejemplo, no sólo de decir el momento exacto en que cualquier pilar o viga de esta casa se fatigará hasta romperse, además podría decir la dirección en que se romperá y los resultados de su caída. Puedo explicar mejor esto contando una historia”.

“La historia es acerca del famoso adivino chino que en Japón llamamos Shoko Setsu, está escrita en el libro Baikwa-Shin-Eki, que es un clásico de la adivinación: Cuando todavía era un joven, Shoko Setsu obtuvo un alto puesto debido a su virtud y erudición, pero renunció a este retirándose en soledad para intentar tener todo su tiempo dedicado al estudio. Por años vivió solitario en una choza en las montañas, estudiando, sin fogata en invierno, sin abanico en verano; escribiendo sus pensamientos en los muros de la cabaña -pues no tenía papel-, usando un ladrillo por almohada. Un día, en el período de mayor calor del verano, se encontró sobrecogido por un mareo. Decidió recostarse a descansar, con su ladrillo bajo la nuca. Apenas empezaba a conciliar el sueño una rata cruzó corriendo encima de su cara, por lo que despertó sorprendido. Sintiéndose muy enojado tomó el ladrillo y lo arrojó a la rata, pero la rata lo esquivó, escapando intacta, mientras que el ladrillo se rompió. Shoko Setsu miró apenado los fragmentos de su almohada, reprochándose su irreflexiva acción. Entonces, de súbito, percibió en la arcilla ahora expuesta de los trozos de ladrillo, unos caracteres chinos escritos entre la parte superior e inferior. Pensando que esto era muy extraño, recogió las piezas y las examinó cuidadosamente. Encontró siete caracteres a lo largo de la línea de fractura, que habían sido escritos en la arcilla antes de coser el ladrillo. Estos caracteres decían: ‘En el año de la liebre de tierra, en el cuarto mes, en el día diecisiete, a la hora de la Serpiente, este ladrillo, después de servir como almohada, será lanzado contra una rata y se romperá’. La predicción se había cumplido a la hora de la Serpiente el día diecisiete del cuarto mes del año de la liebre de tierra. Fuertemente sorprendido, Shoko Setsu miró otra vez los fragmentos descubriendo el nombre y sello de quien los escribiera. Inmediatamente abandonó su choza, llevando consigo el trozo de ladrillo. Se apresuró hacia el pueblo vecino en busca del hacedor de ladrillos. Encontrándolo en el curso de su trabajo diario, le mostró el trozo de ladrillo y le preguntó por la historia de este. Después de examinar cuidadosamente las marcas, el artesano le dijo: ‘Este ladrillo fue hecho en mi casa, pero los caracteres fueron escritos por un viejo adivino que pidió permiso para escribir en el poco antes que lo cociera, -¿Sabes dónde vive?-, preguntó Shoko Setsu; -Solía vivir no muy lejos de aquí, te puedo mostrar el camino a su casa, pero no sé su nombre’. Una vez en casa del adivino, Shoko Setsu llamó a la entrada y pidió permiso para conocer al anciano. Un estudiante que trabajaba como sirviente, le invitó gentilmente a entrar, guiándolo hasta una habitación donde había varios jóvenes estudiando. Cuando Shoko Setsu se sentó, todos lo saludaron, luego el estudiante que le había recibido hizo una reverencia y dijo: ‘Tenemos la pena de informarle que nuestro maestro ha muerto hace pocos días. Pero le estábamos esperando, pues él predijo que usted vendría este día, a esta misma hora. Usted se llama Shoko Setsu. Nuestro maestro nos dijo que le entregáramos un libro que le será útil. Aquí está el libro, por favor acéptelo’. Shoko Setsu no estaba menos sorprendido que agradado, pues el libro era un manuscrito del tipo más raro y precioso; contenía todos los secretos de la ciencia de la adivinación. Después de agradecer al joven y expresar adecuadamente su pésame por la muerte del maestro, regresó a su choza, donde inmediatamente procedió a evaluar el libro, consultándolo en relación a su propia fortuna. El libro sugirió que en el lado sur del terreno en que habitaba, en un punto especial cerca de una esquina de la choza, le esperaba una gran fortuna. Cavó en el lugar indicado encontrando un jarrón que contenía suficiente oro como para hacer de él un hombre muy rico”.

Mi viejo conocido abandonó este mundo tan solitario como había vivido. Un invierno, mientras cruzaba un área montañosa, fue sorprendido por una tormenta extraviándose. Muchos días después, le encontraron de pie al costado de un pino, con su pequeño atado de cosas al hombro: una estatua de hielo con los brazos cruzados y los ojos cerrados como si meditara. Probablemente, esperando el paso de la tormenta, sucumbió al frío y murió mientras dormía. Al escuchar su extraña muerte recordé el viejo proverbio japonés: “Uranaiya minouye shiradzu”, “El adivino no conoce su propio destino”.

en In Ghostly Japan, 1899
Traducción: Raimundo Melun



Hace unos días me compré un libro de proverbios budistas de este autor, buscando una historia que alguna vez leí y me encantó. Lamentablemente no estaba allí y, buscando en la web esa historia encontré esta otra que comparto...

http://goediciones.blogspot.com.ar/2011/06/una-historia-de-adivinacion-por.html










martes, 25 de febrero de 2014

Cuando




Cuando te despiertes cada día
con el cuerpo de aire y ese olor
feliz del sueño manso de las lilas
sin miedo al movimiento ni al dolor.

Cuando yo no tenga casi nada
de sangre en la garganta de papel
ni un agrio pez nadando en la mirada
ni quiera más amparo que la piel.

Van a ser los días esos barcos
de luz que una vez pude escribir
y la alegría que hemos olvidado
volviendo por los huesos a subir.
Yo me alimento con una quimera
en que los ojos al sol verán brillar
los brazos de mi padre en las banderas
y una ceniza negra, y una ceniza negra
y una ceniza negra que se va.

Cuando me convenza que la suerte
me rige a la par que la pasión
y no el temible arcángel de la muerte
velando sobre el campo del reloj.

Si lo consumado y lo posible
tienen siempre la cara del horror
en esta patria de lo inaccesible
en este tiempo olvidado de Dios.

Yo digo que mis ávidos amores
son fuertes y viven más que yo
son gigantes tenues como flores
que alientan este turbio corazón.
Los alimento con una quimera
en que los ojos al sol verán brillar
los brazos de mi padre en las banderas
y una ceniza negra, y una ceniza negra
y una ceniza negra que se va.

Jorge Fandermole


jueves, 20 de febrero de 2014

Hombre




¿Dónde comienzo y termino en el espacio? Tengo relaciones con el sol y el aire que son partes tan vitales de mi existencia como lo es el corazón. El movimiento en el que soy una pauta o circunvolucion se inició en un tiempo incalculable antes del acontecimiento (aislado convencionalmente) llamado nacimiento,  y continuará mucho después del acontecimiento llamado muerte. Solo las palabras y las convenciones pueden aislarnos del "algo" totalmente indefinible que es el todo...
... Cuando, señalando con el dedo, decimos "esto es un hombre", aquello que señalamos no es hombre. Para ser más claros deberíamos haber dicho: "esto se simboliza con el sonido hombre". Entonces,  ¿que es esto? No lo sabemos,  es decir,  no podemos definirlo de una manera fija,  si bien,  en otro sentido, lo conocemos como nuestra experiencia inmediata: un proceso fluyente sin principio ni final definibles. Solamente una convención me persuade de que soy simplemente este cuerpo limitado por una piel en el espacio y por el nacimiento y la muerte en el tiempo.


Alan Watts - La Sabiduría de la Inseguridad


miércoles, 5 de febrero de 2014

Que ves?




Un barco, mira, desde las sombras del mar, las luces que se apagan y, sobre todo, a aquella que se demora esperando lo que nunca va a llegar.

Una estrella mira al que pregunta mirando al cielo, extraviado, por el camino a seguir

Las espadas nunca miran. Cortan de cuajo, sin sentimientos, solo cumplen el mandato del que las empuña... no, nunca miran, porque de mirar, no cortarían... se quedarían sin filo.

Un edificio son mil ojos que miran sin ver, ojos nublados, adocenados, sin identidad, sin objetivo, sin foco...

Una hoja mira...


Orden




Yo fundo el orden, decía mi padre. Pero no según la simplicidad y la economía. Porque no se trata de ganarle al tiempo. Que me importa saber si los hombres serán más gordos si construyen graneros en vez de templos y acueductos en vez de instrumentos de música; porque al despreciar una humanidad mezquina y vanidosa aunque sea opulenta, me importa primero conocer de qué hombre se tratará. Y aquél que me interese será el que se haya bañado largamente en el tiempo perdido del templo, y contemplado ociosamente la vía láctea que ensancha, y haya ejercitado su corazón en el amor por el ejercicio de la plegaria que no tuvo respuesta (porque si la respuesta pagara la plegaria el hombre sería aún más mezquino) y en quien haya resonado a menudo el poema.
Porque el tiempo que economizo en la construcción del templo, que es navío que se dirige a algún lado, o en el embellecimiento del poema que hace resonar el corazón de los hombres, será preciso que lo emplee en ennoblecer antes que en engordar la especie humana. Y, por consiguiente, inventaré los poemas y los templos...

... El orden que fundo, decía mi padre, es el de la vida. Porque digo que un árbol está en orden, a pesar de que sea a la vez raíces y tronco y ramas y hojas y frutos; y digo que un hombre está en orden, a pesar de que tenga un espíritu y un corazón, y no esté reducido a una sola función, como sería la de arar o la de perpetuar la especie, sino que a la vez ara y reza, ama y resiste al amor y trabaja y descansa y escucha las canciones de la noche.
Pero algunos reconocieron que los imperios gloriosos estaban en orden. Y la estupidez de los lógicos, de los historiadores y los críticos les hizo creer que el orden de los imperios era madre de su gloria, mientras yo afirmo que tanto su orden como su gloria eran fruto de un solo fervor. Para crear el orden creo un rostro que amar. Pero ellos se proponen el orden como un fin en sí, y tal orden, cuando se lo discute y se lo perfecciona, se transforma ante todo en economía y simplicidad. Y se elude lo que es difícil de enunciar; pues nada de lo que importa verdaderamente puede enunciarse; no he encontrado aún un profesor que supiera decirme simplemente porqué amaba yo el viento en el desierto bajo las estrellas. Y están de acuerdo sobre lo usual porque es cómodo el lenguaje que expresa lo usual. Y se puede decir, sin temer un desmentido, que valen más tres sacos de cebada que uno. Si bien pienso que aporto más a los hombres cuando los obligo simplemente, a beber ese brebaje que dilata cuando a veces se marcha de noche bajo las estrellas, en el desierto.
El orden es el signo de la existencia y no su causa. Lo mismo que el plan del poema es signo de que está acabado y marca de su perfección. No trabajas en nombre de un plan, sino que trabajas para obtenerlo. Pero ellos dicen a sus alumnos: ved esta gran obra y el orden que muestra. Fabricadme primero un orden, así vuestra obra será grande; cuando en ese caso la obra será esqueleto sin vida y detritus de museo.
Fundo el amor del dominio, y todo queda ordenado: la jerarquía de los colonos, de los pastores y de los cosechadores con el padre a la cabeza. Como se ordenan las piedras alrededor del templo cuando les impones que sirvan para glorificar a Dios. Entonces el orden nacerá de la pasión de los arquitectos.
No tropieces, pues, en tu lenguaje. Si impones la vida fundas el orden, y si impones el orden impones la muerte. El orden por el orden es caricatura de la vida.

Antoine de Saint-Exupéry, Ciudadela, extracto del Cap. LXV


Mi Poema




He escrito mi poema. Me falta corregirlo.
Mi padre se irritó:
-¡Escribes tu poema y luego lo corriges! ¿Qué es escribir, sino corregir? ¿Qué es esculpir, sino corregir? ¿Has visto modelar la arcilla? De corrección en corrección surge el rostro, y el primer toque del pulgar era ya una corrección del bloque de arcilla. Cuando fundo mi ciudad, corrijo la arena. Después corrijo la ciudad. Y de corrección en corrección marcho hacia Dios.

Antoine de Saint-Exupéry, Ciudadela, Cap. CXXXIII

martes, 4 de febrero de 2014

Ciudadela CXXIII




Hablaré para ti que estás sola. Porque tengo el deseo de volcar en ti esta luz.
He descubierto que es posible alimentarse en tu silencio y en tu soledad. Porque los dioses se ríen de los muros y de los mares. Y también tú resultas enriquecida de que exista en alguna parte un aroma de cera. Aún cuando no esperas gustarlo jamás.
Pero no tengo otro medio de juzgar la calidad del alimento que te traigo que el de juzgarte a ti misma. ¿Que ocurre en ti cuando lo has recibido? Quiero que juntes las manos en el silencio, con los ojos oscurecidos, como los del niño al cual he devuelto el tesoro que lo comienza a devorar. Porque tampoco era un objeto lo que le regalé al niño. El que sabe hacer una flota de guerra con tres guijarros y amenazarla con una tempestad, si le doy el soldado de madera, hará un ejército y capitanes y fidelidad al imperio y rigidez de la disciplina y muerte por la sed en el desierto. Porque así ocurre con el instrumento de música, el cual es muy otra cosa que instrumento, es el cebo para tus capturas. Las cuales no son jamás de la esencia de la trampa. Y también a ti te iluminaré para que tu buhardilla sea clara y tu corazón habitado. Porque no es la misma ciudad la que miras desde tu ventana si te he hablado del fuego bajo la ceniza. Y no es el mismo el camino de ronda de mi centinela, si es promontorio de mi imperio.
Cuando te das, recibes más de lo que das. Pues no eres nada y te tornas algo. Y poco me importa si las palabras se sacan la lengua.
Yo hablaré para ti que estas sola; porque tengo el deseo de habitarte. Y tal vez te es difícil recibir un esposo en tu casa, a causa de una espalda contrahecha o de una enfermedad de los ojos. Pero hay presencias más fuertes, y he observado que no era el mismo el canceroso en su lecho una mañana de victoria, y que que a pesar de que el grosor de los muros anula los ruidos de los clarines, su habitación estaba como llena.
Y sin embargo, ¿qué ha pasado desde afuera adentro sino el lazo divino que une las cosas y que se ríe de los muros y los mares? ¿Y por qué no habría de existir una divinidad más ardiente aún? La cual te modelará ardiente de corazón, fiel y maravillosa.
Porque el amor verdadero no se gasta. Más das, más queda. Y si vas a extraerlo a la fuente verdadera, más tu sacas, más generosa es. Y el aroma de la cera es verdadero para todos. Y si la otra también lo prueba, será más rica para ti.
Mas ese esposo carnal de tu casa te saqueará si sonríe en otra parte, y te fatigará amar.
Por eso te visitaré. Y no tengo necesidad de hacerme conocer de ti. Yo soy el lazo del imperio y te he inventado una plegaria. Y soy la piedra angular de cierto gusto de las cosas. Y te ato. Y tu soledad termina.
¿Y cómo no habrás de seguirme? Me he convertido en ti. Al igual que la música que construye en ti una estructura que te quema. Y la música no es verdadera ni falsa. Eres tú quien acaba de realizarse.
No quiero que seas desierta en tu perfección. Desierta y amarga. Yo te despertaré al fervor, que da y no saquea jamás, porque el fervor no reivindica ni la propiedad ni la presencia.
Mas el poema es bello por razones que no pertenecen a la lógica, sino a otra etapa. Y tanto más patético cuanto mejor te establece en la extensión. Porque hay en ti un sonido que no puedes dar, mas no todos son de la misma calidad. Existe la mala música que te abre caminos mediocres en el corazón. y el dios que se te aparece es débil.

Saint- Exupéry - Ciudadela (Cap. CXXIII)


Riviére




... Riviére se hunde en su sillón y pasa la mano por sus cabellos grises.
"Es el más valiente de mis hombres. Lo que logró en esa noche es muy hermoso, pero yo lo libero del miedo..."
Luego, como le volviese una tentación de debilidad, pensó:
"Para hacerse amar, basta compadecer. Yo no compadezco nunca, o lo oculto. Me gustaría mucho, no obstante, rodearme de amistad y de ternura humana. Un médico, en su profesión, las encuentra. Pero es a los acontecimientos a quienes sirvo. Es preciso que forje a los hombres para que los sirvan. ¡Qué bien siento esa ley oscura, durante la noche, en mi oficina, ante las hojas de ruta!
Si me dejo ir, si dejo que los acontecimientos sigan su curso, entonces los accidentes nacen misteriosamente. Como si solo mi voluntad impidiera al avión estrellarse en pleno vuelo, o, a la tempestad, retrasar el correo en marcha. Me sorprendo, a veces, de mi poder."
Reflexionó aún:
"Es claro, tal vez. Es como la lucha perpetua del jardinero sobre su césped. El peso de su simple mano rechaza al bosque primitivo que aquella prepara eternamente"
Pensó en el piloto:
"Yo lo salvo del miedo. No es a él a quien atacaba; sino, a través de él, a esa resistencia que paraliza a los hombres ante lo desconocido. Si lo escucho, si lo compadezco, si tomo en serio su aventura, creerá volver del país del misterio, y solo se teme al misterio. Es preciso que no haya más misterios. Es preciso que los hombres desciendan a ese pozo oscuro y, al remontarlos, digan que no han encontrado nada. Es preciso que ese hombre descienda al más íntimo corazón de la noche, en su espesura, sin ni esa pequeña lámpara de minero, que no alumbra más que a las manos o el ala, pero que aparta a lo desconocido a una braza de distancia."

Saint-Exupéry, Vuelo Nocturno


lunes, 3 de febrero de 2014

Declive de un corazón



Para asestar el golpe decisivo que rompe un corazón, el destino no siempre se vale de duros reveses ni de una violencia brutal; provocar su destrucción por los motivos más peregrinos es lo que verderamente excita su implacable pasión de escultor. En la mezquina lengua del hombre, este leve roce que lo inicia todo se llama casualidad y comparamos sorprendidos su ínfima envergadura con las tremendas consecuencias que muchas veces desencadena; pero una enfermedad tampoco se reconoce y el destino de un hombre tampoco se adivina hasta que se hace patente la una o se cumple el otro. Siempre, en el espíritu y en la carne, el destino domina el interior del hombre mucho antes de que roce siquiera externamente el alma. Conocerse a uno mismo ya es defenderse, aunque la mayoría de las veces sea un empeño vano.

Extracto de "Declive de un corazón", de Stefan Zweig


Invulnerable




"Cuando una espada te traspasa el alma importa conservar la mirada serena, no perder sangre, acoger la frialdad de la espada con la frialdad de la piedra. Por esa estocada, después de esa estocada, volverse invulnerable"

Franz Kafka


A un joven lector de Kafka




9 de enero de 1956

Querido Señor B.:

... Lamentablemente debo desilusionarlo por entero. Su pregunta y la forma como se comporta respecto a la literatura no me sorprenden. Tiene usted miles de colegas animados por una misma manera de pensar. Pero sus preguntas insolubles sin excepción, provienen todas de la misma fuente de error.
Las narraciones de Kafka no son tratados sobre problemas religiosas, metafísicos o morales, sino obras literarias. Quien sea capaz de leer de verdad a un poeta, a saber, sin preguntas, sin esperar resultados intelectuales o morales, con la simple disposición de recibir aquello que el autor da, a éste las obras le ofrecen en su lenguaje la respuesta que solo puede desear. Kafka no tiene nada que decirnos como teólogo o filósofo, sino solamente como poeta. Kafka no tiene la culpa de que sus estupendas obras se hayan puesto de moda y que las lean personas carentes de los dones y la voluntad para asimilar la literatura.
Para mí, lector de Kafka desde sus primeras obras, ninguna de sus preguntas tiene significado. Kafka no da respuestas para ellas. Nos da en cambio los sueños y las visiones de su vida penosa y solitaria, alegorías para sus experiencias, sus aflicciones y sus satisfacciones, y son solo estos sueños y visiones lo que debemos buscar en él y lo que debemos recibir, no las "interpretaciones" que ingeniosos intérpretes puedan darle a estas obras. Este interpretar es un juego del intelecto, a menudo un juego muy bonito, indicado para gente inteligente pero ajena al arte, capaces de leer y escribir libros sobre las artes plásticas de los negros y la música dodecafónica, pero que jamás encuentran acceso al interior de una obra de arte, porque se detienen ante la puerta y prueban cien llaves antes de percatarse de que la puerta está abierta...

Hermann Hesse


domingo, 2 de febrero de 2014

Paraíso




"Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?"

Coleridge


A la Puta que se Llevó mis Poemas




" Algunos dicen que debemos eliminar del poema
los remordimientos personales,
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero
¡POR DIOS!
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!
¡Es intolerable!

¿Tratas de joderme como a los demás?
¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero?
Usualmente lo sacan de los dormitorios y de los pantalones borrachos y enfermos
en el rincón.
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de 50,
pero no mis poemas.

No soy Shakespeare
pero puede ser que algún día ya no escriba más,
abstractos o de los otros.
Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba,
pero como dijo Dios,
cruzándose de piernas:
veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía. "

Charles Bukowski


Así que quieres ser escritor?




Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia ó a tu novio
o a tus padres ó a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

Charles Bukowski


Influencia




Puedo ver y decir,
puedo ver y decir y sentir:
algo ha cambiado
para mí no es extraño.
yo no voy a correr,
yo no voy a correr ni a escapar
de mi destino,
yo no pienso en peligro.
Si fue hecho para mí
lo tengo que saber.
pero es muy difícil ver
algo controla mi ser.
En el fondo de mí,
en el fondo de mí veo temor
y veo sospechas
con mi fascinación nueva.
Yo no sé bien qué es
yo no sé bien que es,
vos dirás: son intuiciones,
verdaderas alertas.
Debo confiar en mí,
lo tengo que saber.
pero es muy difícil ver
si algo controla mi ser.
puedo ver, y decir y sentir
mi mente dormir
bajo tu influencia.

Una parte de mí,
una parte de mí dice: -Stop!
fuiste muy lejos.
no puedo contenerlo.
trato de resistir,
trato de resistir,
y al final no es un problema.
qué placer esta pena!.
Si yo fuera otro ser
no lo podría entender
pero es muy difícil ver
algo controla tu ser.
puedo ver, y sentir, y decir
mi vida dormirse,
bajo tu influencia.
esta extraña influencia!


La vanguardia es así...
Mi capricho es ley...
La entrada es gratis, la salida... vemos

Charly García




sábado, 1 de febrero de 2014

Un Sueño



En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular... El proceso no tiene fin y nadie podrá jamás leer lo que los prisioneros escriben.

Jorge Luis Borges

Carta para reenamorar




Le vengo dando vueltas desde las dos, cuando terminé de ver la peli que no debía ver. Blue Valentine, se llama. Ya sabía de qué trataba y debí suponer que no era el mejor plan, pero, qué cojones, se trata de "aventurarlse" (como dijo aquella viajera chilena). Bella y cruda. Con final feliz hubiera sido lo que necesitaba.

Si en vez de creer que esta carta debe ser algo trascendente y simplemente te escribo, o simplemente escribo, quiza me sería más facil. Si no hubiera mezclado las flores de Wally (añejadas, mejores que las de Bach) y los mezcales de jalisco, quizas también. Pero, así son las cosas, nada fáciles. Si una carta de amor —que no debería ser más que una carta con amor— para enamorar es difícil, una carta para reenamorar lo es aún más.

Eso me pasa: no sé bien qué debo decir para que ocurra lo que quiero que suceda: que te enamores de mi, de nuevo. Que sea el que se cumpla de esos sueños que te he contado que tengo, en los que un dia desde el banco de suplentes entro a la cancha y hago un gol magistral para ganar el campeonato, o que por fin sé tocar una canción en la guitarra y sorprendo al fogón. Que me ames. Deseo. No te lo pido. No hay delivery para estas cosas.

Que me ames, no como antes. El amor eterno es el amor que renace, me dijiste con ninguna de estas palabras (o eso entendí). La eternidad como una suceción de ciclos que empiezan de nuevo, como una cadena de muchas finitudes y no como un infinito monótono, abúlico, inabarcable y por la tanto imposiblemente pleno. Me gusta eso, no lo dije, como tantas otras cosas, pero me gusta eso.

Pero ahí está también, algo tácita, la diablura del amor renacido, y es que si es que viene, viene distinto. Trae consigo la certidumbre de saberse desafiado por el pasado, de saberse mortal, perecedero, acechado por las cenizas de las que viene.

Puedo escribirte un microcuento para disimular que no sé como seguir: pensatibunda, la pajarilita no alcanza a oir el piar que la llama.

Son las seis, el sol sale algo tímido y yo querría poder grabar y mandarte el piar de verdad que se oye por la ventana. Pasa a través de nuestro patio y llega a hasta acá, sólo interrumpido por el traqueteo de las teclas clacatackclack taq taqtaqtaq (borro mucho). Autos estruendosos también hay, pero no se escuchan en las cartas para reenamorar.

De las muchas cosas que de vos me gustan hay una que no he dicho, al menos no mucho: que te guste la poesía. Me doy cuenta que a mi me solían gustar y dejé de leerlas. Sé las mismas poesías que sabía a los dieciocho. Pero ahora tienen mucho más sentido, como la de Juan que ya estaba en el blog, pero la puse de nuevo. Ando de loco por el aire que ando que no ando. Seré lo que debiera. Tu pie. Tu mano. Tuyo.


Leído acá: http://www.textosypretextos.com.ar/Carta-para-reenamorar


Charly




"El hombre invisible. El Fantasma del Paraíso. El vampiro bajo el sol. El largo y sinuoso camino que va de un niño prodigio con oído absoluto a un hombre de piano bar con oído absoluto. No va a ser fácil. Una supuesta entrada modelo García, Charly en una supuesta enciclopedia va a plantear problemas y necesitar de buen espacio, y está bien que así sea. ¿Cómo resumir a alguien, cómo precisarlo? Ante la propuesta y el desafío, Charly García vuelve al principio de la conversación y al principio de todas las cosas. Está sentado en la terraza de un bar que, en los últimos días, le funciona como un satélite de su estudio de grabación, y pide que le pasen por los altoparlantes una cinta con sus teclados, y rasguea encima una guitarra acústica y canta una canción nueva: “One to One”. Una muy buena canción que compuso “en muy poco tiempo”. Instinto y disciplina y a ver qué pasa, a oír cómo suena y a postergar la respuesta, porque ahora está cantando.

Al final contesta. Habla de la diferencia entre el disco y el compact disc, entre las elegantes curvas de la onda sonora y la precisa frialdad del número, entre la válvula y el láser, y lo analógico y lo digital.

“El problema de lo digital es que no distorsiona. Y la distorsión es parte de lo que escuchamos y de nuestra vida. Lo digital es muy limpio. Se pasaron de revoluciones a la hora de pasar la escoba. Es como un cuadro que no tiene límites y entonces al artista se le hace muy difícil ubicar los colores: no hay marco. Por eso yo trato de evitar todo lo que sea digital per se. Lo digital es muy democrático, pero no es la posta. Por eso hay mucha gente que te dice que los discos suenan mejor que los CD y, cuando les preguntás por qué, no saben explicártelo. Lo que pasa es que no se dan cuenta, pero extrañan la distorsión, el ruido de fondo. En realidad, si lo pienso un poco, toda mi historia se limita a los problemas y las alegrías de alguien cada vez más analógico en un mundo cada vez más digital, ¿se entiende?”

Se entiende y es la hora en que alguien empieza a encender los neones de la noche, uno por uno y sin apuro. Hay una vibración eléctrica en el aire de esta ciudad que alguna vez Charly García pidió que no bombardearan, y hasta es posible que todos los semáforos y los electrodomésticos y las bocinas de los automóviles de Buenos Aires suenen en la misma frecuencia. El sonido de Charly García dando en el clavo y en la nota. Ruido de fondo en Fa sostenido."

Fragmento de una entrevista de Rodrigo Fresán

Extraído de acá: http://www.textosypretextos.com.ar/, donde parece haber mucho por leer


Guinguette



Van Gogh - 1886


Ir al cielo




Nadie quiere soltar el testigo...ni ser el primero... 
Nadie quiere morir ni siquiera quien quiere ir al cielo... 
No me gustan los días contados ni voy a contarlos...que 
en la calle de los imposibles se envuelven milagros... 



Los Napoleones del fin de semana

  Hay un brillo inquietante en sus ojos cuando acuden cada sábado a la cita. Llegan uno tras otro, casi furtivamente, con sus cajas y reglam...