sábado, 28 de diciembre de 2013

Electricidad




El estudio de la electricidad en nuestros días abarca un vasto campo de fenómenos, todos los cuales nos devuelven, en última instancia, a los conceptos fundamentales de carga eléctrica y de campos eléctrico y magnético. Estos conceptos se contienen en este momento a sí mismos, son conceptos últimos, y no se explican en función de otros. En el pasado han existido diversos intentos por explicarlos en función de fluidos eléctricos y alcoholes cuyas propiedades eran las mismas que las de los cuerpos materiales conocidas por nosotros a través del estudio de la mecánica. De cualquier manera, actualmente descubrimos que los fenómenos de la electricidad no pueden ser explicados de ese modo, y existe una tendencia a explicar todos los otros fenómenos en función de la electricidad, tomando a esta como la cosa fundamental. La pregunta "¿Qué es la electricidad?" es, por lo tanto, esencialmente imposible de responder, si con ella se pretende una explicación de la naturaleza de la electricidad en función de cuerpos materiales.

Profesor Harold A. Wilson, en su artículo de la Encyclopaedie Brittanica de 1947 sobre "Electricidad"

Proviniendo de un científico, esto es pura metafísica. Cambiemos unas pocas palabras y será lo mismo que si Santo Tomás de Aquino escribiera sobre Dios.

Alan Watts, El Camino del Tao


viernes, 27 de diciembre de 2013

El Ermitaño




La vocación del ermitaño es comúnmente mal entendida.  El ermitaño no se retrae del mundo porque se siente rechazado, porque no tiene nada mejor que hacer más que vagabundear por las montañas o porque no es capaz de asumir sus responsabilidades.  Decide irse, una decision que parecería extrema, porque se da cuenta que no puede controlar su mente y resolver el problema de la felicidad y el sufrimiento en medio del ámbito de las actividades interminables y distractoras de la vida ordinaria.  No está escapando del mundo sino distanciándose de él para ser capaz de ponerlo en perspectiva y entender mejor como funciona.  No huye tampoco de sus semejantes sino que necesita tiempo para cultivar el amor auténtico y la compasión que no se verán afectados por preocupaciones ordinarias como el placer y el desagrado, ganancia y pérdida, halago y crítica.  Como un músico que practica las escalas musicales o un atleta que ejercita su cuerpo, requiere de tiempo, concentración y constante práctica para ser capaz de dominar el caos de su mente y penetrar en el significado de la vida.  Puede entonces poner a trabajar su sabiduría en servicio de otros.  Su lema podría ser: ‘Transfórmate para poder así poder transformar de mejor manera al mundo.’

Las situaciones caóticas de la vida ordinaria pueden hacer muy difícil el progreso en la práctica y el desarrollo de la fortaleza interior.  Es mejor concentrarse solamente en el entrenamiento de la mente tanto como sea necesario.  El animal herido se esconde en el bosque para sanar sus heridas hasta que esté lo suficientemente bien como para rondar de nuevo tanto como lo desee.  Nuestras heridas son las del egoísmo, malicia, apego y otros venenos mentales.

El ermitaño no se ‘pudre en su celda’ como algunos se imaginan.  Aquellos que han experimentado como es esto realmente nos podrán decir que uno madura en su ermita.  Para alguien que permanence en la frescura de la atención consciente del momento presente, el tiempo no tiene el mismo peso de aquel que se pasa en distracciones sino en la ligereza de una vida plenamente saboreada.  Si el ermitaño pierde el interés en algunas preocupaciones ordinarias, no es porque su existencia se haya vuelto insípida sino porque reconoce, de entre todas las posible actividades humanas, cuales son aquellas que contribuyen a su felicidad y a la de otros.


Extraido de:
https://www.facebook.com/notes/matthieu-ricard-en-espa%C3%B1ol/el-ermita%C3%B1o/10151068654974641


Tiempo




“El europeo y el africano tienen un sentido del tiempo completamente diferente; lo perciben de maneras dispares y sus actitudes también son distintas. Los europeos están convencidos de que el tiempo funciona independientemente del hombre, de que su existencia es objetiva, en cierto modo exterior, que se halla fuera de nosotros y que sus parámetros son medibles y lineales. Según Newton, el tiempo es absoluto: ‘Absoluto, real y matemático, el tiempo transcurre por sí mismo y, gracias a su naturaleza, transcurre uniforme; y no en función de alguna cosa exterior.’ El europeo se siente como su siervo, depende de él, es su súbdito. Para existir y funcionar, tiene que observar todas sus férreas e inexorables leyes, sus encorsetados principios y reglas. Tiene que respetar plazos, fechas, días y horas. Se mueve dentro de los engranajes del tiempo; no puede existir fuera de ellos. Y ellos le imponen su rigor, sus normas y exigencias. Entre el hombre y el tiempo se produce un conflicto insalvable, conflicto que siempre acaba con la derrota del hombre: el tiempo lo aniquila.”

“Los hombres del lugar, los africanos, perciben el tiempo de manera bien diferente. Para ellos, el tiempo es una categoría mucho más holgada, abierta, elástica y subjetiva. Es el hombre el que influye sobre la horma del tiempo, sobre su ritmo y su transcurso (por supuesto, sólo aquel que obra con el visto bueno de los antepasados y los dioses). El tiempo, incluso, es algo que el hombre puede crear, pues, por ejemplo, la existencia del tiempo se manifiesta a través de los acontecimientos, y el hecho de que un acontecimiento se produzca o no, no depende sino del hombre. Si dos ejércitos no libran batalla, ésta no habrá tenido lugar (es decir, el tiempo habrá dejado de manifestar su presencia, no habrá existido).”
El tiempo aparece como consecuencia de nuestros actos y desaparece si lo ignoramos o dejamos de importunarlo. Es una materia que bajo nuestra influencia siempre puede resucitar, pero que se sumirá en estado de hibernación, e incluso en la nada, si no le prestamos nuestra energía. El tiempo es una realidad pasiva y, sobre todo, dependiente del hombre”.
“Todo los contrario de la manera de pensar europea.”

“Traducido a la práctica, eso significa que si vamos a una aldea donde por la tarde debía celebrarse una reunión y allí no hay nadie, no tiene sentido la pregunta: ‘¿Cuándo se celebrará la reunión?’ La respuesta se conoce de antemano: ‘Cuando acuda la gente’.”
“De modo que el africano que sube a un autobús nunca pregunta cuándo arrancará, sino que entra, se acomoda en un asiento libre y se sume en el estado en que pasa gran parte de su vida: en estado de inerte espera”.

…” En alguna parte del mundo fluye y circula una energía misteriosa, la cual, si viene a buscarnos, si nos llama, nos dará la fuerza para poner en marcha el tiempo: entonces algo empezará a ocurrir. Sin embargo, mientras una cosa así no se produzca, hay que esperar; cualquier otro comportamiento será una ilusión o una quijotada.” 

“¿En qué consiste esa inerte espera? Las personas entran en este estado conscientes de lo que va a ocurrir; por lo tanto intentan elegir el mejor lugar y aposentarse lo más cómodamente posible. A veces unas se tumban, otras se sientan en el suelo o en una piedra, o se ponen en cuclillas. Dejan de hablar. El grupo de personas en estado de inerte espera es mudo. No emite ninguna voz, permanece en silencio. Los músculos se distienden, La silueta se vuelve lacia, se desmaya y encoge. El cuello se queda rígido y la cabeza deja de moverse. La persona no mira, no intenta divisar nada, no se muestra curiosa. A veces tiene los ojos entornados, pero no siempre. Los ojos, por lo general, están abiertos pero con la mirada ausente, sin brizna de vida. Puesto que he pasado horas observando multitudes enteras en estado de inerte espera, puedo afirmar que se sumen en una especie de profundo sueño fisiológico: no comen, no beben, no orinan. No reaccionan a un sol que abrasa sin piedad ni a las moscas, voraces y pesadas, que las asedian y se posan sobre sus labios y párpados.

¿Qué debe de pasar entonces por sus cabezas?
Lo ignoro, no tengo la menor idea. ¿Piensan o no? ¿Sueñan? ¿Recuerdan cosas? ¿Hacen planes? ¿Meditan? ¿Permanecen en el más allá? Difícil de decir.” 

Fragmentos de “EBANO”, de RYSZARD KAPUSCINSKI. Barcelona, Anagrama, 2007.


Amueblar tu casa




En el siglo pasado, un turista americano visitó al famoso rabino Chofetz Chaim...

Y se quedó asombrado al ver que la morada del rabino consistía, sencillamente, en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una cama, una mesa y una banqueta.

- "Rabino, ¿dónde están sus muebles?", preguntó el turista.

- "¿Dónde están los suyos?", replicó el rabino.

- "¿Los míos?", respondió, sorprendido... "pero si yo sólo soy un visitante... estoy aquí de paso", dijo el americano.

- "Yo también", dijo el rabino.


martes, 24 de diciembre de 2013

Naufragar




Me va la vida en ello


Cierto que huí de los fastos y los oropeles
y que jamás puse en venta ninguna quimera,
siempre evité ser un súbdito de los laureles
porque vivir era un vértigo y no una carrera.

Pero, quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello;
dímelo,
me va la vida en ello.

Cierto que no prescindí de ningún laberinto,
que amenazara con un callejón sin salida
ante otro “más de lo mismo” creí en lo distinto,
porque vivir era búsqueda y no una guarida.

Pero, quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello; dímelo,
me va la vida en ello.

Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio,
quise quemarla deprisa jugando con fuego;
y me abrasé defendiendo mi propio criterio,
porque vivir era más que unas reglas en juego.

Pero, quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello; dímelo,
me va la vida en ello.

Luis Eduardo Aute


Las hojas no se caen, se sueltan...




Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.
Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae”
sino que llegado el escenario del otoño inicia la
danza maravillosa del soltarse.
Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición
al desprendimiento.
Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría:
la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire
sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación.
La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío
dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose
a la sinfonía del viento traza un indecible canto de libertad y
supone una interpelación constante y contundente
para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada hoja al aire me está susurrando al oído del alma
¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!.
Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente
a la brisa de su propia entrega y libertad.
Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento
de creatividad ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.
Reconozco y confieso públicamente, ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana, que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.
Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.
Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles,
con estos hábitos perennes, con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados, con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría,
generosidad y belleza de las hojas que “se dejan caer”.
Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge
en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia
conciencia y libertad,
el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio,
tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más
agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.


Texto original de José María Toro, del libro “La Sabiduría de Vivir”


domingo, 22 de diciembre de 2013

Caminemos




"... Las cosas que vemos – dijo Pistorius con voz apagada - son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Sinclair, el camino de la mayoría es fácil, el nuestro difícil. Caminemos."



Hermann Hesse - Demian


Creer




"Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dió unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella."

Hermann Hesse - Demian

Bailame el agua




Báilame el agua.
Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto.
Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.
Sácame de quicio.
Llévame a pasear atado con una correa que apriete demasiado.
Hazme sufrir.
Aviva las ascuas.
Ponme a secar como un trapo mojado.
No desates las cuerdas hasta que sea tarde.
Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea tuya ni mía, que sea de todos.
Líbrame de mi estigma.
Llámame tonto.
Sacrifica tu aureola.
Perdóname.
Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora.
No me arrastres.
No me asustes.
Vete lejos.
Pero no sueltes mi mano.
Empecemos de nuevo.
Sangra mi labio con sanguijuelas de colores.
Fuma un cigarro para mí.
Traga el humo.
Arréglalo y que no vuelva a estropearse.
Échalo fuera.
Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora.
Sueña retorcido.
Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos.
Dame la llave de tus oídos.
Toca mis ojos abiertos.
Nota la textura del calor.
Hasta reventar.
Sé yo mismo y no te arrepentirás.
¿Por cuánto te vendes? Regálame a tus ídolos.
Yo te enviaré a los míos.
Píllate los dedos.
Los lameré hasta que no sepan a miel.
Hasta que no dejen de ser miel.
Sal, niega todo y después vuelve.
Te invito a un café.
Caliente claro.
Y sin azucar. Sin aliento.

Daniel Valdes


Prefiero




Sí, sé lo que quiero

Prefiero morir vicioso y feliz a vivir limpio y aburrido. Prefiero encontrar una estrella en el fango a cuatro diamantes sobre un cristal. Prefiero que la estrella queme, sea fuego, a un tacto rezumante de frialdad. Prefiero besar el duro suelo veinte veces para llegar una sola vez a lo más alto a escalar poco a poco, sin caer nunca pero sin llegar jamás a la cima. Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir. Prefiero una noche oscura y bella, sucia y hermosa, a un montón de días claros que no me digan nada. Prefiero una cadena a un bozal. Prefiero quedarme en la cama todo el día pensando en mi vida a levantarme para pensar en la de otros. Prefiero un gato a un perro. Porque el gato te araña, es infiel, te ignora, se escapa, pero sabes que, a pesar de todo, no podría vivir sin ti. En cambio, el perro es tonto, no sabe nada, te obedece hasta el absurdo. Prefiero las mujeres gato a las mujeres perro, por las mismas razones. Prefiero el mar a la montaña. La vida es una noche tumbado en la playa, mirando las estrellas sin verlas, soñando despierto, dejando que la arena se cuele entre los dedos de mis pies, embriagado de todo. Y la noche, siempre la noche. Nunca la luz del sol. La noche es mágica. Me hace vivir, no pensar. Me pone en movimiento. Rompe mis esquemas. Prefiero las noches frescas de verano, andar con poca ropa, sentarme en el suelo y meterme algo de vida en el cuerpo. La mañana me sabe a dolor de cabeza. Me da sueño. Me quita las ganas de hablar. Me recuerda que soy mortal. Me recuerda que soy normal. La noche me hace único. Prefiero experimentar las cosas, aunque me hagan mal. Aunque me hiervan la sangre. Prefiero probarlo todo a morirme sin saber lo que me gusta. Y, más que nada, prefiero la vida que dan sus besos de caramelo y la suave caricia de su piel caliente.

Poema de Daniel Valdes del libro en el que se basó la película Bailame el Agua



Carta a los poderes




La lectura de una pequeña frase publicada en facebook y las respuestas a unos post que compartí, sobre temas de difícil comprobación para las mentes necesitadas de la validación racional, como único método aceptable para determinar su valor de verdad, me llevó a rescatar este pequeño texto de un libro excelente de Antonin Artaud. Espero pueda ser entendido en su valor más amplio. En fin, lo pongo a consideración para aquellas personas que todavía creen que el mundo es algo más que comer y volar, en el decir de Richard Bach...

Carta a los rectores de las universidades europeas


Sr. Rector:
En la estrecha cisterna que llamáis "Pensamiento" los rayos del espíritu se pudren como parvas de paja.
Basta de juegos de palabras, de artificios, de sintaxis, de malabarismos formales; hay que encontrar -ahora- la gran ley del corazón, la Ley que no sea una ley, una prisión, sino una guía para el espíritu perdido en su propio laberinto. Mas allá de aquello que la ciencia jamás podrá alcanzar, allí donde los rayos de la razón se quiebran contra las nubes, ese laberinto existe, núcleo en el que convergen todas las fuerzas del ser, las últimas nervaduras del espíritu. En ese dédalo de murallas movedizas y siempre trasladadas, fuera de todas las formas conocidas de pensamiento, nuestro espíritu se agita espiando sus más secretos y espontáneos movimientos, esos que tienen un carácter de revelación, ese aire de venido de otras partes, de caído del cielo.

Pero la raza de los profetas se ha extinguido. Europa se cristaliza, se momifica lentamente dentro de las ataduras de sus fronteras, de sus fábricas, de sus tribunales, de sus Universidades. El espíritu "helado" cruje entre las planchas minerales que lo oprimen. Y la culpa es de vuestros sistemas enmohecidos, de vuestra lógica de dos y dos son cuatro; la culpa es de vosotros -Rectores- atrapados en la red de los silogismos. Fabricáis ingenieros, magistrados, médicos a quienes escapan los verdaderos misterios del cuerpo, las leyes cósmicas del ser; falsos sabios, ciegos en el más allá, filósofos que pretenden reconstruir el espíritu. El más pequeño acto de creación espontánea constituye un mundo más complejo y mucho más revelador que cualquier sistema metafísico. Dejadnos, pues, señores; sois tan solo usurpadores. ¿Con qué derecho pretendéis canalizar la inteligencia y extender diplomas de saber?
Nada sabéis de la naturaleza del hombre, ignoráis sus más ocultas y esenciales ramificaciones, esas huellas fósiles tan próximas a nuestros propios orígenes, esos rastros que a veces llegamos a localizar en los yacimientos más oscuros de nuestro cerebro.

En nombre de vuestra propia lógica, os decimos: la vida apesta, señores. Contemplad por un instante vuestros rostros, y considerad vuestros productos. A través de las cribas de vuestros diplomas, pasa una juventud demacrada, perdida. Sois la plaga de un mundo, señores, y buena suerte para ese mundo, pero que al menos no se considere a la cabeza de la humanidad.

Antonin Artaud - Carta a los poderes


sábado, 21 de diciembre de 2013

Dragón II




Dragón II


Las claves de su personalidad


Ambición:

¡Se le queda corta esta palabra! Para algunos, la ambición es como una montaña que se sube piedra a piedra. El dragón, en cambio, piensa que ha nacido en la cumbre del Himalaya y que, desde allí, debe construirse un edificio cuya sombra abarcaría el mundo entero. Se cree infalible, como los mismos dioses; su suerte le permite estar a la altura de sus ambiciones y, como no teme el vértigo de las alturas,cabe preguntarse, cuando se le oye soñar en voz alta, si sabría conformarse con dominar la armonía del cielo y de la tierra… Guerrero de causas perdidas, los obstáculos y las dificultades serán un estímulo para él.
Si su vida fuera llana como una pradera, se moriría de aburrimiento y se refugiaría en el sueño y el opio.

Amistad:

Fascinante, escuchado y adulado, el Dragón vive con una corte de súbditos que beben sus palabras como si fueran licor de arroz, pues tiene una enorme capacidad para las relaciones públicas. Puede hablar de cualquier tema, pues su espíritu crítico y analítico comprende muy rápidamente la situación en la que se encuentra. Nadie se aburre con él, y sus amigos le profesan una fidelidad que se asemeja a la abnegación. No obstante, si hace favores, será para defender un proyecto en el que se pongan de relieve sus capacidades. Molestarle en sus alturas por una cuestión trivial, podría dañar su susceptibilidad. Cuando da un consejo es para que sus amigos lo sigan, de lo contrario les borra de su memoria, pues considera que no puede perder el tiempo. Sus amistades son muy fluctuantes, su grupo de amigos se renueva continuamente. Todo el mundo sueña con ser su amigo, pero, como sabe que puede escoger, pocos son los elegidos. Solo el Mono y la Rata pueden pretender permanecer a su lado durante varias lunas.

Amor:

"Cuando encuentres una persona que pueda permanecer en pie, frente a ti, bajo el sol de mediodía, y veas en ella, a pesar de todo, puntos de sombra donde solo tu alma pueda penetrar, ese día te encontraras frente al amor ideal que ni las estaciones alteran..."
Estos versos pertenecientes a una canción popular, retratan al Dragón frente al amor. Idealista, quiere encontrar la perfección. Sin embargo su capacidad para el análisis le muestra enseguida los desencantos de la ilusión. Durante mucho tiempo se encontrará así, buscando constantemente, siempre amado, siempre deseoso de amar y desolado por no poder soportar los defectos del ser querido que, instantáneamente, se desacredita ante sus ojos.
Es demasiado sincero para jugar con los corazones, pero esta sinceridad le impide quedarse allí donde se aburre. Pues quiere algo nuevo cada día, un jardín de flores en incesante renacer. Una vez encontrada la perla, ésta tendrá que adularlo, aplaudir sus proezas y dejarlo libre como el viento. Y aunque la puerta esté abierta, se le olvidará partir...

Astucia:

"El hombre astuto se dejará ver en el Camino, el hombre que sigue el Camino no conoce la astucia, el sabio sortea los peligros del Camino..."
El Dragón, por su parte, sortea los peligros de todos los Caminos y prefiere no seguir nada más que su propio Camino. No es un ser astuto, es lúcido.

Aventura:

Si esta palabra no existiera, tampoco existiría el Dragón. ¡Hasta tal punto el nacido bajo este signo vive la aventura!
Le gustan exclusivamente los desafíos que lanza a los cuatro vientos, el riesgo, las grandes batallas donde su alma de líder puede explayarse, dando órdenes y contraórdenes a una armada dócil y obediente.
Cuanto más imposible parezca el recorrido, ¡más temblarán de alegría las escamas del dragón!
Que nadie se atreva a obstaculizarle el camino hacia la gloria, pues desvastaría con su fuego toda la Tierra y el jazmín cesaría de perfumar el aire ya quemado.

Compañero de viaje:


Dragón/Mono

Si por lo menos este Dragón no tuviera esa pretenciosa afición de aparentar, sería un genio querido por todos e incluso divertido.
Le gusta tirar de los hilos de una humanidad a la que conoce de memoria, convirtiéndose en el emperador de las marionetas. A veces, la astucia y la lucidez del Mono le causan daño, pues, bajo sus payasadas, esconde una gran tristeza porque no puede ser más superficial para amar en paz.

Cualidades:

Que el Dragón intente leer estas líneas con la modestia de la que carece, pues es: afortunado, perseverante, trabajador, audaz, optimista, inteligente, perspicaz estratega, excelente maestro, independiente, cultivado, leal, franco y conquistador.

Defectos :

Que el Dragón lea estas líneas él solo, pues su gran susceptibilidad le impide compartirlas con nadie, ya que es: intolerante, despótico, rebelde, megalómano, orgulloso, susceptible, testarudo, belicoso, despreciable e impaciente.

Dragón/madera

Es un Dragón creativo. Será menos autoritario que los otros, pues, curioso por naturaleza, sabe ponerse a veces él mismo en entredicho. posee una doble tendencia: por un lado sueña con crear y siente la turbación de lo artístico y, por otro, su realismo le empuja a exigir resultados concretos. Extremadamente perfeccionista, puede no obstante hacer concesiones.

Enemigos:

El Dragón cada día se va haciendo más enemigos, incluso entre sus antiguos amigos, que ya no quieren seguirle. Efectivamente, puede ser rencoroso, pero no tiene tiempo de preocuparse de sus enemigos. Son sus enemigos precisamente los que sí piensan en él, pero no hace ni caso, pues sabe que "el viento disemina las palabras venenosas por los campos, donde se pudren solitarias..."

Envidia:

El Dragón no soporta no ser el centro de las preocupaciones de los demás, cuando él así lo desea. Si siente que alguien se le escapa, su pasión se encenderá y su envidia no tendrá límites. Su necesidad de sinceridad total en el ámbito de los sentimientos le confiere una total intransigencia en lo que respecta a la disponibilidad y la fidelidad del ser querido. Si le engañan, puede llegar a los extremos más insospechados. Es preferible contarle todo; no obstante, no se le escapa nada, aunque ante una falta que le haya sido confesada sería un poco más magnánimo.

Familia:

Como tiene que explorar muchas tierras y conocer gente muy diversa y como también cree en el amor ideal..., creará una familia en un momento avanzado de su vida. Le gustará entonces tener niños, a los que considera sinceramente el futuro del mundo…si siguen sus preceptos. Muy apegado a la educación, será un padre (madre) a la vez autoritario y benévolo, pues, fuera de la educación tradicional, les dará una total libertad de acción. No es fácil tener un padre (madre) Dragón, adulado por todos, que hace respetar su ley en su casa a grandes voces e incluso con severidad..., para después sentirse abandonados al mundo desde muy jóvenes. No obstante, los que superan este tipo de educación serán personas muy libres.

Fantasía:

Su fantasía sigue una lógica inquebrantable: que el mundo sea igual que sus propios fantasmas. ¡Si no lo es, seguirá una lógica interna desafiando la lógica de la realidad, a la que despreciará abiertamente! Si hay una tormenta terrible y él ha decidido que hace un sol radiante, se irá a pasear sin protegerse…¡y solo su cabeza será impermeable a las exhortaciones de los que le rodean!

Felicidad:

Su contagioso optimismo hace de él una persona dotada para la felicidad; pues sabe obtenerla de su descomedimiento imperial.
Si una sombra viene a apagarla, la combatirá, obteniendo alegría y emoción de esta lucha.
La felicidad no tiene el mismo sentido para todo el mundo, y serían necesarias tantas palabras como especies de flores hay para denominar la que corresponde a cada uno.
La felicidad del Dragón no es tranquila, está tejida en una malla de cotidianeidades y bienestar.
No intenta imitar la felicidad que reina en la casa de los demás. Se considera una persona excepcional con su propia felicidad, más allá de las contingencias de los débiles.
Que nadie intente juzgarle, las palabras de los demás no le afectan. Su felicidad consiste en vivir majestuosamente el instante presente dilatándolo hasta la eternidad.

Fidelidad:

Hasta que no encuentre la estabilidad en su pareja ideal, el Dragón cambiará de compañero con facilidad. Lo hará sin diplomacia, con una franqueza a veces cruel. No obstante, una vez que sienta la pasión, así como exige lo mejor del otro, también dará lo mejor de sí mismo y nunca soñará con un acto tan bajo como el de faltar a la fidelidad prometida. Se convierte en el garante de un hogar estable..., que deberá aguantar a cambio sus cambios de humor. Solo es fiel cuando ama profundamente, y se considera libre de marcharse una vez apagado el sentimiento, aunque tenga quince hijos..., a los que  se llevará bajo el brazo.

Fuerza:

Es como su valentía: natural. Posee tal confianza en sus posibilidades, que no le parece necesario utilizar su fuerza para poner remedio a los asuntos. Como el río que corre sin cesar, como la sangre que circula por su cuerpo y por las venas del mundo, su fuerza es inagotable. posee la fuerza de la palabra, la resistencia y la vitalidad. Solo le falta la fuerza de saber detenerse a tiempo...

Honor:

Leal y honrado, el Dragón respeta muchísimo el honor, aunque solo su propio código del honor, que se asemeja al de los guerreros de antaño. Puede incluso llegar al fanatismo si una idea es útil a su ideal. Y si alguien cae en falta, su cólera será venenosa.

Hospitalidad:

Su puerta estará majestuosamente abierta a todos, pues es generoso por naturaleza. No obstante, le gustará sentirse rodeado de gente muy especial, pues necesita constantemente reflejarse y fortalecerse en la mirada de los demás para reafirmar su superioridad. Sin embargo, si está de un humor de perros, ni los propios dioses podrían forzar su puerta, pues sabe protegerse contra todo. le gusta dar solo que realmente desea dar, nunca más, y jamás será una persona servil. Sus recepciones serán grandiosas, desmesuradas y fastuosas; adora los ritos y los protocolos, que adorna ingeniosamente con su grandilocuente fantasía.

Ideal:

¡Una palabra mágica para este ser mítico! Mitad hombre, mitad dios, se pasará la vida en busca de un ideal que desearía desalojar del jardín de los dioses, para llevarlo al hogar de su vida terrenal. A veces, su espíritu debe volver al ámbito celeste, del que siente nostalgia, intentando recrearlo en la Tierra, para extraer de él su esencia divina. No es necesario decir que sus ideales nobles y elevados son incomprensibles para el común de los mortales, casta a la que está seguro de no pertenecer.

Imaginación:

Cuando no sueña con ser el dueño de los cielos y la tierra, pone su imaginación al servicio de las grandes hazañas. Sus ideas, siempre originales, incluso las más simples, proporcionan a los objetos una dimensión superior. Y si por casualidad su compañero de viaje le hace regresar a la realidad, se convertirá en un niño grande y, antes de dormirse, se inventará cuentos y creerá vivir en palacios que brillarán como mil fuegos artificiales.

Infancia:

Es, en cierto modo, el niño prodigio del que todos los antepasados se enorgullecen. Sin embargo, el niño Dragón se ahoga enseguida en un universo que muy pronto aprende a juzgar, y solo sueña con romper el cascarón familiar, demasiado reducido para él, e iniciar el vuelo.
Colérico, nervioso y orgulloso, se enfrentará al cabeza de familia como un verdadero guerrero que ya conoce la medida de su adversario. Amable y servicial, no deja de juzgar tampoco a sus hermanos mayores, no se calla ante ellos; abandonará lo antes posible a su familia, con la que mantendrá unos lazos a veces afectuosos y, generalmente, lejanos y condescendientes. No tiene la sensación de haber sido educado, sino de haber sido "guardado", matiz que no olvidará jamás, a menos que haya tenido un padre (madre) Mono, pues éste seguirá siendo su amigo y su igual.

Inteligencia:

Posee un gran poder analítico y de síntesis. Además, el don de la clarividencia le permite analizar minuciosamente tanto a los hombres como las situaciones. Poco influido por las opiniones comunes, su juicio será tajante y dominador, pero digno de gran confianza.

Matrimonio:

Como no le es fácil encontrar a su compañero ideal, el Dragón se casará generalmente muy tarde, después de haber hecho pasar a su compañero un buen número de pruebas. Una vez hecho esto, será el líder absoluto de la pareja, protegiendo a su familia, pero sin tolerar ninguna rebelión. ofrecerá todo lo que posee a su compañero ideal, que, si sabe estar a la altura de las circunstancias, puede estar seguro de encontrar en el Dragón "una cueva cosida en oro y piedras preciosas" para él sólo, pues éste no cesará de colmarle y protegerle.

Orgullo:

Esta palabra se queda demasiado corta para calificar el descomedimiento del Dragón. Si un viajero hiere su orgullo, su cólera quemará las tierras, desde la taiga hasta las grandes montañas. Según él, no es orgulloso, solo es franco en lo que concierne a sus capacidades.

Pasión:

Este signo tan cerebral desconfía de las pasiones, pero cae siempre en ellas, pues son el motor de su existencia. Una vez que el rayo de la pasión le ha rozado, el Dragón sale de las entrañas de la tierra para saciar sus deseos en ese mismo instante.
Su afición a las técnicas estratégicas le proporciona los medios necesarios para llegar rápidamente a "romper el fruto" de su pasión.

Pereza:

¡Que palabra más ajena al Dragón, cuya vida se compone únicamente de acción! Como para él el trabajo es un placer, el descanso y, sobre todo, la pereza serían una verdadera prisión. "…El trabajo es un descanso para los que son felices de aceptar el largo trayecto del Camino..."

Prudencia:

El Dragón, como cualquier signo extremista, tiene dos caras: una analítica, que le permite avanzar por terreno seguro; otra pasional, que puede hacerle perder todo sentido de la medida y la prudencia más elementales. Nunca se sabe qué cara mostrará el Dragón...

Rencor:

Su cólera es tan violenta que nadie puede olvidarla. Sin embargo, él enseguida borra de su memoria a los que considera indignos de que se pronuncie su nombre. ¡No es rencoroso por desprecio!

Reputación:

Así como necesita sentirse rodeado y admirado, se ríe totalmente de la opinión de los demás. Este semidios se considera más allá del pensamiento del vulgo. Solo le importa la idea que tiene de sí mismo.

Salud:

Es tan robusto como el granito; su naturaleza le protege durante mucho tiempo de las enfermedades enviadas por Wen-Chen, dios de las Pestilencias. No obstante, su incapacidad para descansar le expone al cansancio nervioso.
Le interesa, por tanto, consultar regularmente a un acupuntor que haga circular las energías del equilibrio en su organismo.

Seducción:

El Dragón, contrariamente a lo que pueda pensarse, es extremadamente tímido.
Solo empleará el juego de la seducción cuando haya encontrado la estrategia adecuada que le permita no tener que soportar ningún rechazo.
A un nivel más superficial, le gustará seducir por el placer de que lo admiren. ¡Sin embargo, en este caso, su encanto será más activo, sin que él mismo se de cuenta!

Timidez:

Si el Dragón no conoce las ansias de la timidez es porque su capacidad estratégica es lo suficientemente buena como para proporcionarle confianza en sí mismo y en el terreno por el que avanza, incluso en el caso de que al observador exterior esto le parezca que es lo más natural del mundo. "La timidez es, a menudo, la señal del hombre que teme la fuerza de su propio exceso..."

Tradición:

A menos que le sirvan para algún fin específico, el dragón se burla generalmente de las tradiciones, que considera anticuadas e inútiles para los fuertes y los líderes. Sin embargo, a pesar de todo, desearía que su ejemplo se convirtiera en tradición para sus sucesores...

Valentía:

"Los héroes no conocen la valentía, pues desde hace tiempo han olvidado la sombra desvastadora del miedo..."
Por ello, no puede decirse que el Dragón sea valiente ¡puesto que no teme a nada ni a nadie!

Voluntad:

Su voluntad es sólida y precisa como el filo del sable de un guerrero. Y, si no pudiera ejercerla hacia el exterior, volvería esa fuerza contra sí mismo.


Horóscopo Chino, Laurene Petit / Shao-Hin, El Dragón


Dragón




Termina un año complicado, difícil, de esos que te dejan chamuscado y tirado en algún rincón, tratando de recomponerte lo antes posible.
En la búsqueda permanente de entender lo que sucede, y por qué sucede, leo lo que una aproximación esotérica tiene para decir sobre lo que pasó, lo que vendrá y, fundamentalmente, el terreno en el que eso pasado y por venir se desarrolla, es decir, yo mismo...


Dragón


En occidente el dragón es considerado un animal heavy metal, capaz de escupir llamas, devorar princesas, raptar a las ninfas y esconderlas en grutas debajo de la tierra o llevarlas al fondo del mar.
También está asociado a la mitología, remolca nuestros sueños más frenéticos, nuestros temores de caos y aniquilación, una procesión de obsesiones y fantasmas que desde el origen del mundo permanece en nuestro inconsciente.
En oriente, su imagen esculpida en piedra está en cada templo, pagoda, plaza, catedral, para canalizar sus poderes formidables. En China se lo ubica en la cima de los techos o sobre las puertas para desterrar a los espíritus malignos y los demonios. En las celebraciones del año nuevo chino se hacen procesiones por todas las ciudades con dragones de papel que luego se incendian para conmemorar el año que ha transcurrido y el nuevo, que renacerá de las cenizas.
El dragón es una criatura que representa el eco de las profundidades, las más impenetrables dimensiones del alma humana, y ha inspirado en el hombre respeto y miedo.
Aniquilado por el Arcángel o metamorfoseado en un príncipe, el dragón encarna el último paso hacia el retorno al origen cósmico. Es un símbolo esotérico de sabiduría e iluminación.
El dragón es a menudo retratado con muchas cabezas, las cuales representan los diversos impulsos y pasiones de la mente. Estas cabezas simbolizan deseos del inconsciente colectivo: si una es arrancada, otra crecerá en su lugar.
Por lo tanto es necesario llegar a la raíz, al corazón del ser humano: para conquistar al dragón uno debe conquistarse a sí mismo. Por eso se supone que la sangre del dragón lo hace a uno inmortal.
En la mitología abundan leyendas en las que los dragones se casan con seres humanos.
En la India el dragón está considerado el ancestro de los habitantes de Kashmir, se lo representa mitad dragón y mitad humano, de belleza y coraje incomparables.

El dragón y su energía


Dragón de madera
Es un dragón entusiasta, sensible, cálido, intuitivo. Resulta muy amable y justo con los demás. Está abierto a las críticas si algo sale mal. Con respecto a su trabajo, es una persona muy dedicada, quiere mucho lo que hace, le gusta estar al mando y apuesta fuerte para ganar. Tiene un gran potencial creativo. Le encanta ser el centro de atención y lo consigue con su refinamiento, talento y exquisito humor. Ciclotímico, tiende a la melancolía. Cuando esté atrapado, improvisará y saldrá del apuro venciendo los obstáculos. Será un buen padre o madre que se desvivirá por el bienestar de sus hijos.

El dragón y su ascendente


Dragón ascendente mono
Esta increíble combinación da como resultado un ser dotado de cualidades asombrosas. Tiene el don de la palabra y una fuerza de voluntad envidiable. Vivirá rodeado de lujos, glamour y culebrones.


Ludovica Squirru

Extraído de Horóscopo chino 2014, de Ludovica Squirru Dari



miércoles, 18 de diciembre de 2013

A dónde vas?




Los maestros zen instruyen a sus jóvenes discípulos para que aprendan a expresarse. Dos templos zen, situados muy próximos el uno del otro, tenían cada uno a un niño como protegido. El uno, que iba a buscar verduras todas las mañanas, se encontró con el otro en el camino.

—¿A dónde vas? —le preguntó.

—Voy ahí donde me llevan mis pies —le respondió.

Esta respuesta desconcertó al niño preguntón y fue a pedir ayuda a su maestro.

—Mañana por la mañana —le aconsejó el maestro—, cuando te cruces con él, hazle la misma pregunta. Él te dará la misma respuesta y entonces tú le dirás: "Supón que no tienes pies. ¿A dónde vas entonces?". Esto lo pondrá en un aprieto.

A la mañana siguiente los niños se encontraron por segunda vez.

—¿A dónde vas? —le preguntó.

—Voy ahí donde sopla el viento —le respondió.

Esta respuesta también desconcertó al niño preguntón y fue nuevamente a pedir ayuda a su maestro.

—Pregúntale entonces a dónde va si no hay viento —le sugirió el maestro.

A la mañana siguiente los niños se encontraron por tercera vez.

¿A dónde vas? —le preguntó.

—Voy al mercado a comprar verduras —le respondió.

Extraído de:
https://www.facebook.com/ComunidadZenSotoshu


sábado, 14 de diciembre de 2013

Resultado



Ojo de Dios


"... De aquel modo el universo probaba su voluntad a través de nosotros. La condensación de las nebulosas, el endurecimiento de los planetas, la formación de las primeras amebas, el trabajo gigantesco de la vida que encaminó la ameba hasta llegar al hombre, todo, todo había convergido felizmente para desembocar a través de nosotros, en aquella cualidad del placer. Como resultado, no estaba mal."

Antoine de Saint- Exupéry, Carta a un Rehén.


Estrella




Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella el viajero se deja absorber demasiado por los problemas del escalamiento se arriesga a olvidar cuál es la estrella que lo guía. Si se mueve solo por moverse, no irá a ninguna parte. Si la sillera de la catedral se preocupa demasiado por la ubicación de las sillas, se arriesga a olvidar que está sirviendo a un dios. Del mismo modo, si me encierro en alguna pasión de partido, me arriesgo a olvidar que una política solo tiene sentido con la condición de estar al servicio de una evidencia espiritual.
Hemos gustado, en las horas de milagro, una cierta cualidad de las relaciones humanas, y allí está para nosotros la verdad.
Cualquiera sea la urgencia de la acción, nos está vedado -so pena de que la acción permanezca estéril- olvidar la vocación que ha de gobernarla. Queremos fundar el respeto del hombre. ¿Por qué nos habríamos de odiar dentro de un mismo campo? Nadie de entre nosotros tiene el monopolio de la pureza de intenciones. Puedo combatir, en nombre de mi camino, el camino que otro ha elegido; puedo criticar los pasos de su razón -los pasos de la razón son inciertos-. Pero debo respetar a ese hombre, en el plano del Espíritu, si pena hacia la misma estrella.

Antoine de Saint-Exupéry, Carta a un Rehén


viernes, 13 de diciembre de 2013

Vanguardia revolucionaria




"... Las vanguardias revolucionarias, cualesquiera que sean, practican la caza, no del hombre (no miden el hombre en su sustancia), sino de los síntomas. La verdad adversa les parece una enfermedad epidémica. Por un síntoma dudoso se remite a los contagiosos al lazareto de aislamiento. El cementerio."

Antoine de Saint-Exupéry - Carta a un Rehén




Yo vengo a ofrecer mi corazón





No será tan fácil, ya sé que pasa. 
No será tan simple como pensaba. 
Como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada de amor. 

Luna de los pobres, siempre abierta, 
yo vengo a ofrecer mi corazón. 
Como un documento inalterable, 
yo vengo a ofrecer mi corazón. 

Y uniré las puntas de un mismo lazo, 
y me iré tranquilo, me iré despacio, 
y te daré todo y me darás algo, 
algo que me alivie un poco mas. 

Cuando no haya nadie cerca o lejos, 
yo vengo a ofrecer mi corazón. 
Cuando los satélites no alcancen, 
yo vengo a ofrecer mi corazón. 

Fito Paez


jueves, 12 de diciembre de 2013

Emigrantes

Después de mucho buscar, en mi memoria y en mis libros, encontré este texto que estaba buscando porque se me ocurre pertinente para lo que nos toca vivir. Pero no solo lo sucedido en estos últimos días, sino desde hace ya un tiempo más largo y que, creo, es la base de estos últimos hechos... aunque algunos se afanen por encontrar causas más superficiales.




"… ¡Qué dulce es la ausencia del hijo pródigo! Es ésta una falsa ausencia, puesto que detrás de él la casa familiar permanece. Que estemos ausentes en la pieza vecina o en el otro extremo del planeta, la diferencia no es esencial. La presencia del amigo que se ha alejado en apariencia puede tornarse más densa que una presencia real. Así ocurre con la plegaria. Nunca he amado mejor mi casa como en el Sahara. Nunca los novios estuvieron más cerca de sus novias que los marinos bretones del siglo XVI, cuando doblaban el cabo de Hornos y envejecían contra el muro de los vientos contrarios. Ya desde la partida comenzaban a regresar. Era su regreso lo que preparaban cuando tendían las velas con sus pesadas manos...
Pero mis emigrantes se me aparecían como marinos bretones a los que les hubieran arrebatado la novia bretona. No había novia bretona que encendiera para ellos su humilde lámpara en la ventana. No eran hijos pródigos. Eran hijos pródigos sin casa a donde volver. Entonces comienza el verdadero viaje, el viaje fuera de uno mismo.
¿Cómo reconstruirse? ¿Cómo volver a formar en sí la pesada madeja de los recuerdos? El buque fantasma estaba cargado, como el limbo, de almas por nacer. Unicamente parecían reales, tan reales, que se los hubiese querido tocar con los dedos, aquellos que, integrados en el navío y ennoblecidos por funciones verdaderas, llevaban los platos, bruñían los cobres, enceraban los pisos y, con un vago desprecio, servían a los muertos. No era la pobreza lo que procuraba a los emigrantes ese ligero desdén de parte del personal. Lo que les faltaba no era dinero, sino densidad. Ya no eran el hombre de tal casa, de tal amigo, de tal responsabilidad. Representaban el papel, pero éste ya no era verdadero. Nadie tenía necesidad de ellos, nadie se disponía a recurrir a ellos. Que maravilla el telegrama que os trastorna, que os hace levantar en medio de la noche, os lleva a la estación: "¡Ven! ¡Te necesito!"

… Es necesario cultivar por largo tiempo a un amigo antes de que reclame lo que en amistad se le debe. Es necesario haberse arruinado durante generaciones para reparar los viejos castillos que se derrumban, para aprender a amarlos."

Antoine de Saint-Exupéry, Carta a un Rehén


domingo, 8 de diciembre de 2013

Sobre el Tao




Cuando un hombre superior oye del Tao,
inmediatamente comienza a encarnarlo.
Cuando un hombre normal oye del Tao,
medio cree, medio duda de él.
Cuando un hombre estúpido oye del Tao,
se ríe a carcajadas.
Si no riera
no sería el Tao.

Así pues se dice:
La senda hacia la luz parece tenebrosa,
la senda hacia delante parece retroceder,
la senda directa parece la más larga,
el verdadero poder parece débil,
la verdadera pureza parece deslustrada,
la verdadera constancia parece voluble,
la verdadera claridad parece oscura,
el arte más elevado parece simple,
el mayor amor parece indiferente,
la mayor sabiduría parece ingenua.

No es posible hallar el Tao en parte alguna;
sin embargo, nutre y completa toda cosa.

Capítulo 41 del Tao Te Ching, versión de Stephen Mitchell


Fin de Carnaval




Cada noche es como el fin de un carnaval,
el cielo siempre se guarda lo mejor.
Sabe contar que me ha visto en la ciudad
dando vueltas sin parar,
pidiendo a gritos por un dios.

Silvina Garre 


sábado, 7 de diciembre de 2013

Paradoja




"Ayuda lo imposible a que lo posible se abra paso.

... ¿No es ésta, al fin y al cabo, la gran paradoja del viaje humano en el mundo?

Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían."

Eduardo Galeano
Don Quijote de las paradojas (Artículo leído en algún sitio de la bendita web)

jueves, 5 de diciembre de 2013

Chuang-Tzu, un contraveneno




En 1957 hice algunas traducciones de breves textos de clásicos chinos. El formidable obstáculo de la lengua no me detuvo y, sin respeto por la filología, traduje del inglés y del francés. Me pareció que esos textos debían traducirse al español no sólo por su belleza -construcciones a un tiempo geométricas y aéreas, fantasías templadas siempre por una sonrisa irónica- sino también para compartir el placer que había experimentado al leerlos. Los publiqué, ese mismo año, en “México en la cultura”, el suplemento literario de Novedades que dirigía Fernando Benítez. Más tarde reuní esos apólogos y cortos ensayos -algunos muy cerca de lo que llamamos “poema en prosa”- en Versiones y diversiones (1974), bajo un título adrede ambiguo: “Trazos”. Excluí únicamente los fragmentos de Chuang-Tzu. Ahora los recojo. Creo que Chuang-Tzu no sólo es un filósofo notable sino un gran poeta. Es el maestro de la paradoja y del humor, puentes colgantes entre el concepto y la iluminación sin palabras.
Poco o nada se sabe de Chuang-Tzu, salvo las anécdotas, discursos y ensayos que aparecen en su libro (que ostenta también el nombre de su autor). Chuang-Tzu vivió a mediados del siglo IV antes de Cristo, en una época de intensa actividad intelectual y de gran inestabilidad política. Como en el caso de las repúblicas italianas del Renacimiento o de las ciudades griegas de la época clásica, las querellas que dividían a los príncipes y a los pequeños Estados corrían parejas con la fecundidad de los espíritus y con la originalidad y valentía de la especulación. A grandes males, grandes remedios. Un poco más tarde los Ch’n (249-206 a. C.) unificaron al país y fundaron el primer Imperio histórico. Desde entonces hasta la caída de la última dinastía en nuestro siglo, China vivió de las ideas inventadas en el período de los Reinos Combatientes. 
Durante dos milenios no hizo más que perfeccionarlas, podarlas, extenderlas o adaptarlas a las condiciones y circunstancias históricas. La filosofía, o mejor: la moral -y mejor aún: la política- de Confucio (Kung-Fu-Tzu) y sus grandes sucesores (Mo-Tzu o Mencio) fueron el fundamento de la vida social; sus principios regían lo mismo la vida de la ciudad que la de la familia. Pero la ortodoxia confuciana no dejó de tener rivales; los más poderosos fueron el taoísmo y, más tarde, el budismo. Ambas tendencias predican la pasividad, la indiferencia frente al mundo, el olvido de los deberes sociales y familiares, la búsqueda de un estado de perfecta beatitud, la disolución del yo en una realidad indecible. A diferencia del budismo -corriente de fuera- el taoísmo no niega al yo ni a la persona; al contrario, los afirma ante el Estado, la familia y la sociedad. El taoísmo es un “disolvente”. No es extraño que los confucionistas lo viesen como una tendencia antisocial, enemiga de la sociedad y del Estado. En el taoísmo hay una persistente tonalidad anarquista.
Los padres del taoísmo (Lao-Tzu y Chuang-Tzu) recuerdan a veces a los filósofos presocráticos; otras, a los cínicos, a los estoicos y a los escépticos. También, ya en la edad moderna, a Thoreau. Lejos de perderse en las especulaciones metafísicas del budismo, los taoístas no olvidan nunca al hombre concreto que, para ellos, es el “hombre natural”. Sus emblemas son el pedazo de madera sin tallar y el agua, que adquiere siempre la forma de la roca o del suelo que la contiene. El hombre natural es dúctil y blando como el agua; como ella, es transparente. Se le puede ver el fondo y en ese fondo todos pueden verse. El sabio es el rostro de todos los hombres.
He dividido mi brevísima selección en tres secciones. La primera se refiere a la lógica y a la dialéctica. La crítica de Chuang-Tzu a las especulaciones intelectuales de los lógicos aparece en una serie de apólogos y cuentos en los que el humor se alía al raciocinio. Muchos entre ellos asumen la forma de un diálogo entre Hui-Tzu, el intelectual, y Chuang-Tzu (o su maestro: Lao-Tzu). Ante las sutilezas del dialéctico el sabio verdadero recurre, sonriente, al conocido método de reductio ad absurdum. En nuestra época erizada de filosofías y razonamientos cortantes y tajantes (preludio necesario de las atroces operaciones de cirugía social que hoy ejecutan los políticos, discípulos de los filósofos), nada más saludable que divulgar unos cuantos de estos diálogos llenos de buen sentido y sabiduría. Estas anécdotas nos enseñan a desconfiar de las quimeras de la razón y, sobre todo, a tener piedad de los hombres.
La segunda sección está compuesta por fragmentos acerca de la moral. Con mayor encono aún que a los dialécticos y a los filósofos, Chuang-Tzu ataca a los moralistas. El arquetipo del moralista es Confucio. Su moral es la del equilibrio social; su fundamento es la autoridad de los seis libros clásicos, depositarios del saber de una mítica edad de oro en la que reinaban la virtud y la piedad filial. La virtud (jen) era concebida como un compuesto de benevolencia, rectitud y justicia, encarnación del culto al Emperador y a los antepasados. La acción del sabio, esencialmente política, consistía en preservar la herencia del pasado y, así, mantener el equilibrio social. Éste, a su vez, no era sino el reflejo del orden cósmico. Cosmología política. Nosotros, en lengua española, tenemos una palabra que quizá dé cierta idea del término chino: “hidalguía”. La hidalguía está fundada en la lealtad a ciertos principios tradicionales: fidelidad al señor, dignidad personal (el hidalgo es el rey de su casa) y la honra. Todo esto hace de la hidalguía una virtud social. Pero el hidalgo es un caballero; venera el pasado pero no ve en él un principio cósmico ni un orden fundado en el movimiento de la naturaleza. El discípulo de Confucio es un mandarín: un letrado, un funcionario y un padre de familia.
El carácter utilitario y conservador de la filosofía de Confucio, su respeto supersticioso por los libros clásicos, su culto a la ley y, sobre todo, su moral hecha de premios y castigos, eran tendencias que no podían sino inspirar repugnancia a un filósofo-poeta como Chuang-Tzu. Su crítica a la moral fue también una crítica al Estado y a lo que comúnmente se llama bien y mal. Cuando los virtuosos -es decir: los filósofos, los que creen que saben lo que es bueno y lo que es malo-, toman el poder, instauran la tiranía más insoportable: la de los justos. El reino de los filósofos, nos dice Chuang-Tzu, se transforma fatalmente en despotismo y terror. En nombre de la virtud se castiga; esos castigos son cada vez más crueles y abarcan a mayor número de personas, porque la naturaleza humana -rebelde a todo sistema- no puede nunca conformar a la rigidez geométrica de los conceptos. Frente a esa sociedad de justos y criminales, de leyes y castigos, Chuang-Tzu postula una comunidad de ermitaños y de gente sencilla. La sociedad ideal, para él, es una sociedad de sabios rústicos. En ella no hay gobierno ni tribunales ni técnica; nadie ha leído un libro; nadie quiere ganar más de lo necesario; nadie teme a la muerte porque nadie le pide nada a la vida. La ley del cielo, la ley natural, rige a los hombres como rige la ronda de las estaciones. Así, el arquetipo de los taoístas es el mismo de los confucianos: el orden cósmico, la naturaleza y sus cambios recurrentes. Sin embargo, lo mismo en el dominio de la política y la moral que en el de las ideas, su oposición es irreductible. La sociedad de Confucio, imperfecta como todo lo humano, se realizó y se convirtió en el ideario y el patrón ideal de un Imperio que duró dos mil años. La sociedad de Lao-Tzu y de Chuang-Tzu es irrealizable pero la crítica que los dos hacen a la civilización merece nuestra simpatía. Nuestra época ama el poder, adora el éxito, la fama, la eficacia, la utilidad y sacrifica todo a esos ídolos. Es consolador saber que, hace dos mil años, alguien predicaba lo contrario: la oscuridad, la inseguridad y la ignorancia, es decir, la sabiduría y no el conocimiento.
En la tercera sección he procurado agrupar algunos textos sobre lo que podría llamarse el hombre perfecto. El sabio, el santo, es aquel que está en relación -en contacto, en el sentido directo del término- con los poderes naturales. El sabio obra milagros porque es un ser en estado natural y sólo la naturaleza es hacedora de milagros. Pero mejor será cederle la palabra a Chuang-Tzu.


Por Octavio Paz
México





El Ocaso de Zaratustra




Cuando Zaratustra cumplió los treinta años, dejó su patria y el lago de su patria y se marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana se levantó con la aurora, se colocó frente al sol y le habló así:

»¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, sin mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello.
¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría, como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir, hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a alegrarse de su locura, y los pobres, de su riqueza.
Para ello debo bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando transpones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro hiperabundante!
Debo, al igual que tú, hundirme en mi ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero descender.
Así pues, ¡bendíceme, ojo apacible, que puedes mirar sin envidia incluso una felicidad tan excesiva!
¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que fluyan de ella las doradas aguas, y lleve a todas partes el reflejo de tu deleite!
¡Mira! Esta copa quiere volver a vaciarse, y Zaratustra quiere volver a tornarse hombre.«

– Así comenzó el ocaso de Zaratustra.


Así habló Zaratustra - Friedrich Nietzsche


Tránsito




El hombre no es de ninguna manera un ser firme y duradero, es más bien un ensayo y una transición, no es otra cosa sino el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu. Hacia el espíritu, hacia Dios, lo impulsa la determinación más íntima; hacia la naturaleza en retorno a la madre, lo atrae el más íntimo deseo: entre ambos poderes vacila su vida temblando de miedo. 

Hermann Hesse


Confusión




La mayor parte de los hombres no quieren nadar antes de saber ¿no es esto espiritual? y no quieren nadar, naturalmente! Han nacido para la tierra, no para el agua y, naturalmente, no quieren pensar, como que han sido creados para la vida no para pensar. Claro y el que piensa, el que hace del pensar lo principal ese podrá acaso llegar muy lejos en esto, pero ese precisamente ha confundido el agua con la tierra, y tarde o temprano se ahogara .

Hermann Hesse


Consideración chinesca




Bajo la más tensa atención de todos los pueblos se celebra en Washington un congreso que debe evitar una guerra entre América y Japón y limitar los armamentos marítimos de las grandes potencias. Parte de la tarea ha sido resuelta, se ha alcanzado cierta meta. En un futuro más o menos próximo no habrá guerra entre el Japón y América, no será dilapidado más dinero ni trabajo en la construcción de buques de guerra. El mundo respira tranquilo.
El mundo ha prestado menos atención que a estos resultados a otra parte del contenido de aquellas reuniones de Washington. En aquellas sesiones, los fuertes y poderosos se han unido en cierto grado. Pero entre ellos había un débil, al que escucharon poco. Era China. La potencia más antigua de la
Tierra, la antiquísima, la enorme China, no ha encontrado aquel camino de la adaptación al mundo occidental que el Japón viene recorriendo desde decenios con mucha consecuencia. China se ha debilitado mucho, apenas si representa ya el papel de una potencia independiente y es considerada por las otras - las potencias poderosas - casi solo como un territorio de intereses susceptible de ser repartido.
Ya hace años, un chino, un prosélito del viejo y digno mundo del pensamiento chino se pronunció sobre estos sucesos en un sentido que no tiene nada en común con la Política, pero que está muy cerca del espíritu del Tao Te King. Dijo algo así: Aunque los japoneses u otros pueblos nos conquisten, ocupen nuestro país y nos gobiernen, aunque esto suceda, aunque se evidencie que somos los más débiles, que cualquiera puede conquistarnos y devorarnos, si este es el signo de la China, ya veremos si después de habernos devorado nos pueden digerir. Puede ocurrir que el Gobierno, el Ejército, la Administración y las Finanzas, sean japoneses, americanos o ingleses, pero los conquistadores de la China no podrán impedir el ser conquistados a su vez por el espíritu de la China, que se conviertan en chinos poco a poco. Pues China es débil en el manejo de las armas y en la Política, pero es rica en vida, en espíritu y en antiquísima civilización.
Cuando leí los últimos informes de Washington pensé en este amable chino. Y me dije: ¡Ya ahora, cuando China está viviendo su decadencia como potencia mundial, antes de ser vencida, ya ha conquistado una buena parte de Occidente! En los últimos veinte años, la vieja China, la espiritual, que antes no era conocida más que por algunos sabios, ha comenzado a conquistarnos por las traducciones de sus libros antiguos, por la influencia de su viejo espíritu. Hace más de diez años que Lao Tse, por habérsele traducido a todos los idiomas de Europa, es conocido y ha ejercido en ella mucha influencia. Cuando antes, hace más de veinte años, hablábamos del espíritu de Oriente, pensábamos exclusivamente en la India, en los Vedas, en Buda, en la Bhagavad Gita. Ahora, cuando hablamos del espíritu oriental pensamos tanto o más en la China, en el Arte chino, en Lao Tse, en Dschuang Dsi, y también en Li Tai Pe. Y se evidencia que el pensamiento de la antigua China, sobre todo el del taoísmo primitivo, no es en modo alguno para los europeos una curiosidad remota, sino que nos afirma sustancialmente, que nos aconseja y ayuda en lo esencial. ¡No es que podamos adquirir en estos viejos libros de sabiduría una concepción de la vida nueva y salvadora, no es que hayamos de desprendernos de nuestra cultura occidental y convertirnos en chinos! Pero es que vemos en la antigua China, excepcionalmente en Lao Tse, indicios de un modo de pensar que nosotros hemos descuidado demasiado; vemos allí fuerzas estimadas y reconocidas, de las que nosotros, ocupados en otros menesteres, no nos preocupamos hace mucho tiempo.

 Me acerco al rincón de mi biblioteca, donde están los libros chinos -¡un bello rincón tranquilo y feliz! -. En estos libros antiquísimos hay cosas muy buenas, y con frecuencia sorprendentemente actuales. ¡Cuántas veces durante los terribles años de la guerra encontré aquí pensamientos que me consolaron y levantaron mi ánimo!
Y leo, en una carpeta con apuntes que he coleccionado, algo de Yang Tschou.
Yang Tschou, un sabio chino, que quizá fuera coetáneo de Lao Tse y anterior al Buda indio, dijo una vez que el hombre puede conducirse en la vida como un señor o como un criado. Y referente a ello, pronunció el siguiente aforismo:

DE LAS CUATRO DEPENDENCIAS

Hay cuatro cosas de las cuales dependen la mayoría de los hombres, que todos codician: larga vida, fama, rango y honores, dinero y bienes.
El continuo deseo de estas cuatro cosas es el motivo principal de que los hombres teman al Demonio, de que se teman unos a otros, de que sientan angustia ante los poderosos y temor al castigo. Sobre este cuádruple temor y dependencia se asienta todo Estado.
Los hombres que sucumben a estas cuatro apetencias viven como insensatos. Les es indiferente que se les mate o se les perdone la vida: ¡el destino les viene impuesto a estos hombres desde fuera!
Pero a quien ama su destino y se sabe identificado con él, ¿qué le importa una vida larga, la fama, el rango o la riqueza?
Los hombres de esta clase llevan la paz dentro de sí. Nada en el mundo puede amenazarlos, nada puede serles enemigo. Llevan el destino en su interior.


Consideraciones - Hermann Hesse (1921)


Reforma del Mundo




Hay una frase, jovencitos, que me desagrada mucho en vuestros labios, cuando no me hace reír. Es eso de la reforma del mundo. Cantáis gustosamente esta canción en vuestras sociedades y rebaños, vuestro Kaiser y todos vuestros profetas la cantaban con amor singular, y el estribillo de la canción era el verso de la esencia germana y de su curación.
Amigos, deberíamos aprender a abstenernos de juzgar sobre si el mundo es bueno o es malo, y deberíamos renunciar a esta extraña pretensión de mejorarlo.
Con frecuencia se considera malo al mundo, porque el que lo juzga ha dormido mal o ha comido con exceso. Con frecuencia se tiene al mundo por venturoso, porque el que lo elogia ha besado a una muchacha.
El mundo no está ahí para ser mejorado. Tampoco vosotros existís para ser mejorados. Estáis aquí para ser vosotros mismos. Estáis aquí para que el mundo sea más rico con estos sonidos, con estos tonos, con estas sombras. ¡Sé tú mismo, y el mundo será rico y bello! Si no eres tú mismo, si eres mentiroso o cobarde, el mundo será pobre y te parecerá necesitado de mejoramiento.
Precisamente ahora, en estos tiempos extraños, se vuelve a cantar tan reciamente la canción del mejoramiento del mundo. ¿No os dais cuenta de lo mal que suena? ¡Qué poco delicada, qué poco feliz, qué poco prudente y sabia suena! ¡Y esta canción es como un marco que se puede acomodar a cualquier cuadro! ¡Se acomoda al Kaiser y al guardia, a vuestros famosos profesores alemanes, a los viejos amigos de Zaratustra! Esta desabrida canción se adapta a la democracia y al socialismo, a la unión de los pueblos y a la paz mundial, a la abolición del nacionalismo y al nuevo nacionalismo. Será cantada por vuestros enemigos en un coro, en el que unos se la cantarán a oíros, hasta matarse cantándola. Mirad, dondequiera que se entona esta canción, los puños se cierran dentro de los bolsillos, ya sea por interés personal o por egoísmo; ¡ay! no por aquel egoísmo del noble que piensa en elevar su propio yo y robustecerlo, sino por el egoísmo del dinero y de la bolsa, por vanidad y presunción. Cuando el hombre empieza a avergonzarse de su egoísmo, comienza a hablar de mejoramiento del mundo y a esconderse tras semejantes palabras.
Yo no sé, amigos, si el mundo ha sido mejorado o si siempre ha sido igualmente bueno o igualmente malo. No lo sé, no soy ningún filósofo, y siento poca curiosidad por esta cuestión. En cambio, sé que si el mundo ha sido mejorado alguna vez por los hombres, si se ha vuelto más vivo, más alegre, más arriesgado, más divertido, no ha sido por los mejoradores, sino por aquellos verdaderos egoístas, de los que con tanto agrado quisiera hablaros también. Por aquellos formales y verdaderos egoístas, que no conocen ninguna meta, que no tienen ningún designio, que se conforman con vivir y ser ellos mismos. Sufren mucho, pero sufren a gusto. Están enfermos con gusto, si es su enfermedad la que han de padecer, la heredada, la propia, la más personal. ¡Mueren a gusto, si han de morir su muerte propia y bien merecida! "
Por estos es mejorado el mundo de cuando en cuando; igual que un día de otoño es mejorado por una nubecilla, por una pequeña sombra parda, por el vuelo raudo de una avecilla. No creáis que el mundo necesita otra mejora más que caminen por él algunos hombres, no unos ganados, ni un rebaño, sino algunos hombres, algunos de los pocos que nos hacen felices, igual que nos hace feliz el vuelo de un pájaro o un árbol a la orilla del mar, solo porque están allí, Porque existen. ¡Si queréis ser ambiciosos, jovencitos, codiciad este honor! Pero es peligroso, conduce a la soledad y puede costamos la vida fácilmente.

Regreso de Zaratustra
Unas palabras para la juventud alemana
(1919)

Hermann Hesse


martes, 3 de diciembre de 2013

Jardinero




"Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. 

No importa lo que hagas –decía-, en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos. 
La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre.


Ray Bradbury - Fahrenheit 451


Los Napoleones del fin de semana

  Hay un brillo inquietante en sus ojos cuando acuden cada sábado a la cita. Llegan uno tras otro, casi furtivamente, con sus cajas y reglam...