viernes, 30 de agosto de 2013

Las pautas de la naturaleza




Existe una gran diferencia entre el orden del mundo y el orden establecido por las reglas de la sintaxis y de la gramática. Y, puesto que el orden del mundo es extraordinariamente complejo y el de las palabras relativamente sencillo, empeñarse en utilizar éste para explicar aquél es un esfuerzo tan torpe como pretender beber agua con un tenedor. Muchos de los problemas que nos atenazan descansan en nuestra confusión entre el orden de la naturaleza y el orden de la lógica y de las palabras.
Empeñarse en dar sentido a la vida es pretender tratar el mundo real como si fuer un conjunto de palabras. Las palabras son símbolos y significan algo diferente a los signos formados por letras, pero las personas, las montañas, los ríos y las estrellas no son símbolos ni signos. Las dificultades con las que tropezamos en nuestro empeño de dar sentido a la vida se derivan del intento de ajustar el orden complejo de la vida a un sistema muy sencillo que, al ser inadecuado para su tarea, acaba generando todo tipo de problemas imprevistos.
Existen en chino, un par de palabras para referirse a esos dos ordenes diferentes. La primera de ellas es la palabra tsu, que significa "el orden de las cosas medidas" o "el orden de las cosas escritas". Ésta es una palabra que tiene el significado de "ley". Pero por más que, en ocasiones, hablemos de las leyes de la naturaleza, éstas jamás podrán ser tsu, a menos que hagamos un intento por describirlas que nos permita referirnos verbalmente a ellas.
Y, puesto que tsu solo se refiere al orden de las cosas cuando pensamos verbal o numéricamente en ellas, el chino utiliza, para referirse al orden real de la naturaleza, la palabra li.
Éste es un término muy peculiar e interesante. Su significado original, que el gran erudito del pensamiento chino Joseph Needham tradujo como "pauta orgánica", se refiere a las manchas del jade, las vetas de la madera o la fibra muscular. Es el tipo de pauta compleja que advertimos cuando, al contemplar las estrellas, por ejemplo, vemos una nebulosa de gas, que tiene una forma muy indefinida, o cuando, al mirar los estratos que configuran las pautas de una roca, advertimos una extraordinaria ondulación que, pese a ser sumamente difícil de describir, resulta, para nuestros ojos y nuestros sentimientos, muy fácil de entender. Pero tratar de expresar verbalmente ese tipo de orden siempre será infructuoso, razón por la cual todo empeño de dar sentido a la vida a la fuerza está abocado al fracaso.
El orden al que se refiere li, la infinita complejidad de la pauta orgánica, es también el orden de nuestro cuerpo, de nuestro cerebro y de nuestro sistema nervioso. En realidad, vivimos gracias a ese orden, pero, como he señalado con cierta frecuencia, no podemos imaginar con palabras ni con pensamientos ordenados el modo en que crece nuestro cuerpo, la estructura de nuestros huesos ni la regulación de nuestro metabolismo. De hecho, no tenemos la menor idea del modo en que ocurren tales cosas, como tampoco somos conscientes del modo en que pensamos o del modo en que tomamos decisiones. Es cierto que hacemos todas esas cosas, pero los procesos y el orden del cuerpo físico que sustentan esas actividades nos resultan por completo desconocidos. Por más que podamos, pues, hacer todas esas cosas, lo cierto es que trascienden todo intento de descripción.
Continuamente estamos confiando en las formas extrañas e ininteligibles del orden natural. Ese es el fundamento de todo lo hacemos y, cuando tratamos de imaginar algo y describirlo en palabras y tomamos una decisión basada en ese proceso, seguimos confiando inconscientemente en un orden que nos resulta del todo inimaginable. Ese orden constituye nuestra naturaleza básica. Una naturaleza demasiado próxima como para que podamos advertirla. Para seguir, pues, deberemos mantenernos conectados con nuestra naturaleza.
A lo largo de nuestro proceso de desarrollo y, muy en particular, a lo largo del proceso educativo, nuestros padres y maestros se esmeran en enseñarnos a desconfiar de nuestras capacidades espontáneas. Se nos enseña a imaginar y nuestra primera tarea consiste en aprender un nombre diferente para cada cosa. Así es como aprendemos a tratar a las cosas de este mundo, como si de objetos separados se tratara.
Desde esa perspectiva, un árbol es un árbol, empieza en las raíces y finaliza en las hojas de sus ramas y eso es todo. También se nos enseña a asumir una conducta coherente, como si fuésemos los personajes de un libro y ya sabemos como odian los críticos a un autor cuyos personajes no se comporten de una manera coherente. Aunque ser coherentes sería muy aburrido, creo que, de algún modo, tratamos de imponer, siguiendo la literatura, cierta coherencia a una espontaneidad natural que siempre se halla en proceso de cambio.
Siempre se espera, puesto que se nos enseña a explicarnos y a darnos sentido, que podamos racionalizar verbalmente nuestras acciones. Y, para ello, desarrollamos en nuestro interior una especie de segunda naturaleza a la que el zen denomina yo observador. Y, aunque ese yo observador sea algo positivo, también puede causar problemas. Se pasa el tiempo, por ejemplo, comentando quienes somos y lo que hacemos ("¿Qué dirán los demás?", "¿Lo habré hecho bien?", "¿Tiene algún sentido lo que hago?").
El sociólogo George Herbert Mead le llamaba "el otro interiorizado". Esto significa que tenemos una imagen interior, una sensación difusa de quienes somos y de las reacciones de los demás que nos dicen quiénes somos. Esa reacción se nos transmite casi invariablemente a través de lo que los demás dicen y piensan, pero no tardamos en aprender a mantener el comentario por nosotros mismos y cada pensamiento y observación se compara con la idea que nos hemos formado. Así es como esa imagen acaba interiorizándose -en forma de un segundo yo que siempre está comentando lo que hace el primero- y en cualquier situación debemos racionalizar si determinada conducta es congruente con esa imagen o debemos cambiarla o, en caso contrario, sentirnos culpables. El problema es que por más importante que eso sea para toda relación interpersonal civilizada, para dar sentido a lo que hacemos o a lo que hacen los demás y para hablar de ello se trata, no obstante, de un intento que acaba deformándonos.
Todos hemos admirado la espontaneidad y frescura de los niños y resulta lamentable que se vean educados para que se tornen cada vez más conscientes de sí mismos. Pero, de este modo, sin embargo, el ser humano suele perder la frescura. No es de extrañar que cada vez haya más seres humanos que acaban pareciendo criaturas para obstaculizar su propio camino.
La continua observación y cuestionamiento a que se someten los seres humanos acaba convirtiéndose en una forma de hacerse la zancadilla a sí mismos. Siempre están tratando de acomodar el orden del mundo al orden del sentido, de los pensamientos y de las palabras. Por ello los niños pierden la espontaneidad y la naturalidad. Y también por ello admiramos a las personas, sabios o artistas, que tienen la capacidad de recuperar en su madurez la frescura y la espontaneidad infantil. esas personas han dejado ya de preocuparse por lo que los demás piensen o digan de ellos. Ése era, precisamente, el encanto que rodeaba a los sabios taoístas de la antigua China.

Del libro "Que es el Tao", de Alan Watts (Un iluminado, desde mi humilde opinión)

miércoles, 28 de agosto de 2013

Sobre el amor




"No olvides que tu frase es un acto. No se trata de argumentar si deseas hacerme obrar. ¿Crees que voy a determinarme por argumentos? Encontraré mejores contra ti.
¿O has visto a alguna mujer reconquistar su amor por un proceso en el que ella pruebe que tiene razón? El proceso irrita. Ella no podrá reconquistarte mostrándose tal como la amabas, porque a esa ya no la amas más. Y lo he visto bien en esa desdichada que por haber sido desposada al son de una triste canción, volvió a cantarla la víspera del divorcio. Pero esa canción lo ponía furioso.
Tal vez podría reconquistarlo, si despertara a aquel que era cuando la amaba. Pero le hace falta un genio creador, porque se trata de cargar al hombre de algo, igual que lo cargo con una inclinación hacia el mar que lo hará constructor de navíos. Entonces, ciertamente, crecerá el árbol que irá diversificándose. Y de nuevo el reclamará la canción triste.
Para fundar en ti el amor hacia mí, hago nacer a alguien que está en ti que es para mí. Yo no te diré mi sufrimiento porque eso te disgustaría conmigo. No te haré reproches: ellos te irritarían con justicia. No te diré las razones que tienes para amarme, porque no las tienes. La razón de amar es el amor. No me mostraré tal como me querías. Porque a ése ya no lo quieres. de otra manera, aún me amarías. Pero te educaré para mí. Y si soy fuerte te mostraré un paisaje que te convertirá en amigo mío..."

Extracto del capítulo CXXXVII del libro Ciudadela, de Antoine de Saint-Exupéry


domingo, 25 de agosto de 2013

Mordernos los dientes




"... el ser humano siempre será mayor que cualquier cosa que al respecto podamos pensar y decir. Si esbozamos ideas sobre nuestra naturaleza, es decir, sobre el modo en que funcionan nuestra mente y nuestras emociones, esas ideas siempre serán cualitativamente inferiores -es decir, mucho menos complejas y vivas que los autores de esas ideas... nosotros. Siempre quedará en nosotros algo que queda más allá de nuestra definición, un residuo que nunca podremos alcanzar..., del mismo modo que jamás podremos mordernos los dientes, escuchar nuestros oídos o hacer que nuestra mano se agarre a sí misma. Por ello debemos soltarnos y confiar en las complejidades de nuestra humanidad. Confucio fue el primero en subrayar la necesidad de confiar más en las pasiones y en los instintos humanos que en las ideas sobre lo que está bien, porque, como los taoístas, acabó dándose también cuenta de la necesidad de dejar que las cosas se ocupen de sí mismas."

Del libro Qué es el Tao", de Alan Watts


sábado, 24 de agosto de 2013

Comunicación...




No te dejes

abatir por las despedidas.

Son indispensables como preparación

para el

reencuentro.


Y es seguro que

los amigos se reencontrarán,

después de algunos momentos

o de todo un ciclo

vital.


Al mediodía siguiente, antes de que la gente llegara, se detuvo junto al ala de mi avión.

- ¿ Recuerdas lo que dijiste cuando descubriste mi problema ? ¿Qué nadie me escucharía, por muchos milagros que hiciera ?

- No.

- ¿No recuerdas en absoluto es circunstancia ?

- Sí, recuerdo la circunstancia. De pronto me pareció que estabas muy solo. No recuerdo lo que dije.

- Dijiste que depender de que a los demás les interese lo que digo equivale a depender de los demás para ser feliz. Eso es lo que vine a aprender aquí: el comunicarme o no, es indiferente. Elegí este ciclo vital íntegro para explicarle a alguien la forma en que está organizado el mundo, y lo mismo me habría valido elegirlo para no decir absolutamente nada. Lo que es no necesita que yo me ocupe de propalar cómo funciona.

- Eso es evidente, Don. Podría habértelo dicho yo.

- Muchas gracias. Descubro la única idea que me propuse encontrar al vivir esta vida, concluyo el trabajo de toda una existencia, y me dices: "Es evidente, Don".

Reía, pero también estaba triste, y en ese momento no pude saber por qué.

Extracto del libro Ilusiones, de Richard Bach

lunes, 19 de agosto de 2013

Teatro Mágico




...Con estas ideas habituales seguí andando por la calle humedecida, atravesando uno de los más tranquilos y viejos barrios de la ciudad. De pronto vi en la oscuridad, al otro lado de la calle, enfrente de mí, una vieja tapia parda de piedras, que siempre me gustaba mirar; allí estaba siempre, tan vieja y tan despreocupada, entre una iglesia pequeña y un antiguo hospital; de día me gustaba poner los ojos con frecuencia en su tosca superficie. Había pocas superficies tan calladas, tan buenas y tranquilas en el interior de la ciudad, donde, por otra parte, en cada medio metro cuadrado le gritaba a uno a la cara su anuncio una tienda, un abogado, un inventor, un médico, un barbero o un callista. También ahora volví a ver a la vieja tapia gozando tranquila de su paz, y, sin embargo, algo había cambiado en ella; vi una pequeña y linda puerta en medio de la tapia con un arco ojival y me desconcerté, pues no sabía ya en realidad si esta puerta había estado siempre allí, o la habían puesto recientemente. Vieja parecía, sin duda, viejísima; probablemente la pequeña entrada cerrada, con su puerta oscura de madera, había servido de paso hace ya siglos a un soñoliento patio conventual, y todavía hoy servía para lo mismo, aun cuando el convento ya no existiera; y probablemente había visto yo cien veces la puerta, sólo que no me había dado cuenta de ella, quizás estaba recién pintada y por eso me llamaba la atención. Sea como fuere, me quedé parado mirando atentamente hacia aquella acera, sin atravesar, sin embargo; la calle por el centro tenía el piso tan blando y mojado... Me quedé en la otra acera, mirando simplemente hacia aquel lado, era ya de noche, y me pareció que en torno de la puerta había una guirnalda o alguna cosa de colores. Y entonces, al esforzarme por ver con más precisión, distinguí sobre el hueco de la puerta un escudo luminoso, en el que me parecía que había algo escrito. Apliqué con afán los ojos y por fin atravesé la calle, a pesar del lodo y el barro. Entones vi sobre la puerta, en el verde pardusco y viejo de la tapia, un espacio tenuemente iluminado, por el que corrían y desaparecían rápidamente letras movibles de colores, volvían a aparecer y se esfumaban. También han profanado, pensé, esta vieja y buena tapia para un anuncio luminoso. Entretanto, descifré algunas de las palabras fugitivas, eran difíciles de leer y había que adivinarías en parte, las letras aparecían con intervalos desiguales, pálidas y borrosas, y desaparecían inmediatamente. 
El hombre que quería hacer su negocio con esto, no era hábil, era un lobo estepario, un pobre diablo. ¿Por qué ponía en juego sus letras aquí, sobre esta tapia, en la calleja más tenebrosa de la ciudad vieja, a esta hora, cuando nadie pasa por aquí, y por qué eran tan fugitivas y ligeras las letras, tan caprichosas y tan ilegibles? Pero... ya lo logré: conseguí atrapar varias palabras, unas detrás de otras, que decían: 

Teatro mágico. 
Entrada no para cualquiera. 
No para cualquiera.

Intenté abrir la puerta, el viejo y pesado picaporte no cedía a ningún esfuerzo. El juego de las letras había terminado, cesó de pronto, tristemente, como consciente de su inutilidad. Retrocedí algunos pasos, me metí en el fango hasta los tobillos, ya no aparecían más letras. El juego se había extinguido. Permanecí mucho rato de pie en el lodo y esperé; en vano. 
Luego, cuando ya hube renunciado y estaba otra vez sobre la acera, cayeron por delante de mí un par de letras luminosas de colores sobre el espejo del asfalto. 

Leí: 

¡Sólo... para... lo... cos! 

Extracto de El Lobo Estepario, de Hermann Hesse


... es lindo el teatro, es cálido e invitante. Uno cree que, por fin, puede ser parte de la obra, ser uno más en ese juego. Me gustó atravesar la calle y abrir esa puerta. Ingresé con miedo y con mil precauciones como, por otra parte, siempre hago, para evitar salir herido, pero me gustó y decidí intentar jugar el juego una vez más. Pasé momentos lindos, tuve sentimientos hermosos y me arriesgué mucho más que otras veces... tal vez confié demasiado en mis conocimientos y menosprecié el poder del juego y la ilusión. Bajé la guardia, me deshice de las armaduras que siempre me acompañan y saqué cosas que nunca había sacado y, si bien es cierto que no me arrepiento, que pasé momentos hermosos e inolvidables, la factura final fue alta, como siempre...


domingo, 18 de agosto de 2013

Una descripción de lo vivido...




Fue tan fuerte lo que sucedió en este último año que me llevó a una situación que no pude controlar, me vi sobrepasado por sentimientos y situaciones que desestabilizaron mi vida completamente. Me vi forzado a tomar una decisión que aún no se si fue la acertada pero que, de esto es de lo único que estoy seguro, fue sincera y salió de lo más profundo de mi corazón, fue espontáneo e inocente (en el sentido de no medir pérdidas y ganancias)… solo buscaba ser honesto con las partes involucradas porque me son muy queridas y no quería que hubiera malos entendidos de ninguna clase ni que se buscaran intenciones veladas...
Consulté al I Ching buscando algo de ayuda y el signo obtenido fue el hexagrama 2. K'un / Lo receptivo



Dice Brian Browne Walker:

"Soporte todas las cosas de igual modo que la tierra nos soporta a nosotros: cediendo, aceptando, nutriendo."


Es un momento para seguir y no para conducir, para asistir y no para iniciar, para escuchar y no para hablar. Dedíquese de nuevo al cultivo de la modestia, de la receptividad y de la delicadeza y no se preocupe por la conducta de los demás o por el progreso de sus ambiciones terrenales.
Lo acertado de cultivar la receptividad no puede pasarse por alto, ya que la receptividad es la tierra fértil sin la cual lo Creativo no puede echar raíz en nuestra vida. El hexagrama fundamental sirve como un fuerte estímulo para que se concentre en su capacidad para nutrir, apoyar, aceptar, trabajar sin buscar el reconocimiento, para seguir los consejos del Sabio.
En un período como éste, puede beneficiarse enormemente del tiempo empleado en solitario; en la tranquilidad tenemos la oportunidad de concentrarnos en la purificación de nuestro corazón y de nuestra mente...

Dice Stephen Karcher:

Campo, K'un
Producir, alimentar, proveer; amable, receptivo, acogedor; todo procede de él.

El escenario
Tu relación es el resultado del Camino y del Uno. Se genera a sí misma. Acéptalo. No tengas miedo. Campo significa ser flexible.

La Respuesta

Campo traerá el éxito supremo
y un pronóstico muy favorable a la yegua.
El ser superior debe emprender alguna cosa.
Al principio habrá ilusión.
luego conseguirás lo que deseas.
Es ventajoso encontrar un señor
Consigues amigos en el sudoeste.
Pierdes amigos en el noreste
Pronóstico: la comprensión tranquila abre el camino.


"Campo describe la relación, o tu papel en ella, en términos del poder primordial que nutre y da forma a las cosas. La manera de encarar esta situación es entregarse a todas las cosas, aportando lo que cada una necesita para existir. Este hexagrama  se refiere a crear una relación. Estás en posición de alimentar tu relación y enraizarla en lo que tiene de real. Estás enfrentado a muchas exigencias conflictivas. Se como la yegua, receptiva e incansable, y el terreno se abrirá. Simplemente entrégate a cada cosa a su tiempo y apórtale lo que necesita. No intentes imponer tu voluntad. Mantén en la mente tu propósito: la creación de una conexión perdurable. Si realmente lo deseas, lo conseguirás y se abrirá ante vosotros una época completamente nueva. Al principio puede que te sientas confuso por algo que está sucediendo, pero pronto comprenderás lo que hay que hacer..."



En fin, tal como dice el texto, estoy enfrentado a exigencias enormemente conflictivas, es difícil saber dónde estoy parado y   la confusión es parte de ese paisaje… pero, como dije, al menos pude dar un paso importante al sacar a la luz, clarificar, los sentimientos que me estaban atormentando. Era un paso importante tener esto muy claro, ahora debo aceptar plenamente todo lo que sucedió y lo que vendrá. Solo debo ser receptivo a los acontecimientos que se presenten y confiar en que lo que deba suceder sucederá de la mejor manera posible, sin mi intervención, solo debo dejarme guiar. Es como saltar al vacío con la confianza en que antes del piso habrá una red que nos rescate de una muerte segura… en última instancia es tener fé. Es animarse a confiar a pesar del miedo de que las cosas no resulten...



viernes, 16 de agosto de 2013

En mi planeta...


Duró lo que tenía que durar. Tal como suponía en una entrada de hace casi un año, cuando todo empezó (http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2012/08/algo-se-mueve.html), finalmente llegó el momento de tener que enfrentarme al momento en que la ilusión llega a su fin, al momento en que vuelvo a mi mundo, a mi planeta...
Como todas las ilusiones de este mundo tienen un poder de convencimiento enorme y no pude resistirme, aunque suponía que en algún momento debería volver a quedarme solo frente a la realidad.
Es cierto que esta vez pude acercarme un poco más y, al menos, pude decir lo fuerte que era para mi eso que me hechizaba de esa manera. También es cierto que me costó más de lo aconsejable ser tan sincero con todas las partes involucradas, pero desde hace un tiempo tomé la decisión de poner mi corazón al desnudo, como alguna vez dijo Baudelaire. Por otro lado, era necesario decirlo para, de alguna manera, conjurar eso a lo que no pude verle una salida y ya empezaba a desestabilizarme.
Una vez más, debo enfrentarme solo a la tarea de reconstruir los daños, que no fueron pocos. Pero también disfruté mientras duró la inmersión en el "teatro mágico". Seguramente, como ya me sucedió, deberé pagar un alto precio pero lo pago con gusto, solo espero no haber dañado a nadie en esta aventura...


jueves, 15 de agosto de 2013

Yo amo...




“El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo. Es peligroso cruzar al otro lado, es peligroso quedarse a medio camino, es peligroso mirar atrás, es peligroso echarse a temblar y es peligroso detenerse. La grandeza del hombre radica en que es un puente y no una meta; lo que hay en él digno de ser amado es que es un tránsito y un ocaso. Yo amo a quienes no saben vivir como no sea hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que cruzan al otro lado.

...Yo amo a quien ama su virtud, pues la virtud es voluntad de ocaso y una flecha del anhelo. Yo amo a quien no se queda ni con una sola gota de espíritu, sino que quiere ser enteramente el espíritu de su virtud; y, así, cruza el puente bajo la forma de espíritu. Yo amo a quien convierte su virtud en su inclinación y su destino fatal. Y así, quiere seguir y no seguir viviendo por amor a su virtud. Yo amo a quien no pretende tener demasiadas virtudes, pues una sola virtud es más virtud que dos, ya que es un nudo más fuerte al que queda sujeto el destino fatal. Yo amo a aquel cuya alma se da por entero y no pretende que se lo agradezcan ni que le devuelvan nada; pues entrega siempre y no quiere conservarse a sí mismo. Yo amo a quien, cuando le favorece la suerte en los dados, se pregunta avergonzado: “¿Estaré haciendo trampas?”: pues ese quiere perecer."

Friedich Nietzsche - Así Habló Zaratustra


Amo a ese mismo hombre que ama Zaratustra, aunque a los ojos del humano normal sea un ser raro y casi despreciable.
Amo al que cuando debe hacer lo que dicta su conciencia no se fija en pérdida y ganancias propias sino solo en lo que debe ser hecho. Amo al que sigue su destino... aunque eso le cueste la vida, aunque eso le cueste sufrir...


Pruebas...




A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: "¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?" Pero en cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: "He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado", jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: "He visto una casa que vale cien mil pesos". Entonces exclaman entusiasmados: "¡Oh, qué preciosa es!"

De tal manera, si les decimos: "La prueba de que el principito ha existido está en que era un muchachito encantador, que reía y quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe", las personas mayores se encogerán de hombros y nos dirán que somos unos niños. Pero si les decimos: "el planeta de donde venía el principito era el asteroide B 612", quedarán convencidas y no se preocuparán de hacer más preguntas. Son así. No hay por qué guardarles rencor. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores.

Pero nosotros, que sabemos comprender la vida, nos burlamos tranquilamente de los números. A mí me habría gustado más comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me habría gustado decir:

"Era una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…" 

Para aquellos que comprenden la vida, esto hubiera parecido más real.

El Principito - Saint-Exupéry

martes, 13 de agosto de 2013

Para no olvidar




De un tiempo perdido a esta parte esta noche ha venido
un recuerdo encontrado para quedarse conmigo
De un tiempo lejano a esta parte ha venido esta noche
otro recuerdo prohibido, olvidado en el olvido

Sentimentalmente para remediarlo
voy a quedarme contigo para siempre
pero puede que te encuentre últimamente
entre tanto me confundo con la gente

Sentimentalmente nuestro por ahora
es el nido que el olvido ha destruido
y si el viento me devuelve a tus orillas

serenamente, será dormido
Serenamente, será dormido

De un tiempo lejano a esta parte ha venido perdido
sin tocarme la puerta, recuerdo entrometido
De un tiempo olvidado ha venido un recuerdo mojado
de una tarde de lluvia, de tu pelo enredado

Como siempre que se cambian los papeles
voy a quedarme dormido en tu cintura
Y si me despierta el día presumido
déjame quedarme un poco en las alturas

Para qué contar el tiempo que nos queda
para qué contar el tiempo que se ha ido
si vivir es un regalo y un presente
mitad despierto, mitad dormido
mitad abierto, mitad dormido

Sólo sé que no sé nada de tu vida
sólo me colgué una vez en el pasado

Presenté mis credenciales a tu risa
y me clavaste una lanza en el costado
Creo que no te dejé jugar con fuego
sólo nos dijimos cosas al oído

Y si un día te encontrare una mañana
será posible, será dormido
será posible, será dormido.

Calamaro

domingo, 11 de agosto de 2013

Lo invisible...




La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía:

- ¡Por favor... píntame un cordero!
-¿Eh?
-¡Píntame un cordero!


Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía la culpa. Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas.

Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Y ahora bien, el muchachito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije:

- Pero… ¿qué haces tú por aquí?

Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy importante:

-¡Por favor… píntame un cordero!

Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al muchachito (ya un poco malhumorado), que no sabía dibujar.

- No importa - me respondió-, píntame un cordero!

Como nunca había dibujado un cordero, rehíce para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito:

- ¡No, no! Yo no quiero un elefante en una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra es todo muy pequeño. Necesito un cordero. Píntame un cordero.

Dibujé un cordero. Lo miró atentamente y dijo:



-¡No! Este está ya muy enfermo. Haz otro.

Volví a dibujar.



Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.

-¿Ves? Esto no es un cordero, es un carnero. Tiene Cuernos…

Rehice nuevamente mi dibujo: fue rechazado igual que los anteriores.



-Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.

Falto ya de paciencia y deseoso de comenzar a desmontar el motor, garrapateé rápidamente este dibujo, se lo enseñé, y le agregué:



-Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Con gran sorpresa mía el rostro de mi joven juez se iluminó:

-¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea necesario mucha hierba para este cordero?
-¿Por qué?
-Porque en mi tierra es todo tan pequeño…

Se inclinó hacia el dibujo y exclamó:

-¡Bueno, no tan pequeño…! Está dormido…

Y así fue como conocí al principito.

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry


sábado, 10 de agosto de 2013

También yo vuelvo a mi planeta...





Al lado del pozo había una ruina de un viejo muro de piedras. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente por la tarde, vi desde lejos al principito sentado en lo alto con las piernas colgando. Lo oí que hablaba.

-¿No te acuerdas? ¡No es aquí con exactitud!

Alguien le respondió sin duda, porque él replicó:

-¡Sí, sí; es el día, pero no es este el lugar!

Proseguí mi marcha hacia el muro, pero no veía ni oía a nadie. Y sin embargo, el principito replicó de nuevo.

-¡Claro! Ya verás dónde comienza mi huella en la arena. No tienes más que esperarme, que allí estaré yo esta noche.

Yo estaba a veinte metros y continuaba sin distinguir nada.

El principito, después de un silencio, dijo aún:

-¿Tienes un buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho?

Me detuve con el corazón oprimido, siempre sin comprender.

-¡Ahora vete -dijo el principito-, quiero volver a bajarme!

Dirigí la mirada hacia el pie del muro e instintivamente di un brinco. Una serpiente de esas amarillas que matan a una persona en menos de treinta segundos, se erguía en dirección al principito. Echando mano al bolsillo para sacar mi revólver, apreté el paso, pero, al ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar suavemente por la arena como un surtidor que muere, y, sin apresurarse demasiado, se escurrió entre las piedras con un ligero ruido metálico.

Llegué junto al muro a tiempo de recibir en mis brazos a mi principito, que estaba blanco como la nieve.

-¿Pero qué historia es ésta? ¿De charla también con las serpientes?

Le quité su eterna bufanda de oro, le humedecí las sienes y le di de beber, sin atreverme a hacerle pregunta alguna. Me miró gravemente rodeándome el cuello con sus brazos. Sentí latir su corazón, como el de un pajarillo que muere a tiros de carabina.

-Me alegra -dijo el principito- que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Así podrás volver a tu tierra...
-¿Cómo lo sabes?

Precisamente venía a comunicarle que, a pesar de que no lo esperaba, había logrado terminar mi trabajo.

No respondió a mi pregunta, sino que añadió:

-También yo vuelvo hoy a mi planeta...

Luego, con melancolía:

-Es mucho más lejos... y más difícil...

Me daba cuenta de que algo extraordinario pasaba en aquellos momentos. Estreché al principito entre mis brazos como sí fuera un niño pequeño, y no obstante, me pareció que descendía en picada hacia un abismo sin que fuera posible hacer nada para retenerlo.

Su mirada, seria, estaba perdida en la lejanía.

-Tengo tu cordero y la caja para el cordero. Y tengo también el bozal.

Y sonreía melancólicamente.

Esperé un buen rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a poco:

-Has tenido miedo, muchachito...

Lo había tenido, sin duda, pero sonrió con dulzura:

-Esta noche voy a tener más miedo...

Me quedé de nuevo helado por un sentimiento de algo irreparable. Comprendí que no podía soportar la idea de no volver a oír nunca más su risa. Era para mí como una fuente en el desierto.

-Muchachito, quiero oír otra vez tu risa...

Pero él me dijo:

-Esta noche hará un año. Mi estrella se encontrará precisamente encima del lugar donde caí el año pasado...

-¿No es cierto -le interrumpí- que toda esta historia de serpientes, de citas y de estrellas es tan sólo una pesadilla?

Pero el principito no respondió a mi pregunta y dijo:

-Lo más importante nunca se ve...

-Indudablemente...

-Es lo mismo que la flor. Si te gusta una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido.

-Es indudable...

-Es como el agua. La que me diste a beber, gracias a la roldana y la cuerda, era como una música ¿te acuerdas? ¡Qué buena era!

-Sí, cierto...

-Por la noche mirarás las estrellas; mi casa es demasiado pequeña para que yo pueda señalarte dónde se encuentra. Así es mejor; mi estrella será para ti una cualquiera de ellas. Te gustará entonces mirar todas las estrellas. Todas ellas serán tus amigas. Y además, te haré un regalo...

Y rió una vez más.

-¡Ah, muchachito, muchachito, cómo me gusta oír tu risa!

-Mi regalo será ése precisamente, será como el agua...

-¿Qué quieres decir?
La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para los que viajan, las estrellas son guías; para otros sólo son pequeñas lucecitas. Para los sabios las estrellas son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas se callan. Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido...

-¿Qué quieres decir?

-Cuando por las noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben reír!

Y rió nuevamente.

-Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás contento de haberme conocido. Serás mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo. Tú les explicarás: "Las estrellas me hacen reír siempre". Ellos te creerán loco. Y yo te habré jugado una mala pasada...

Y se rió otra vez.

-Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado multitud de cascabelitos que saben reír...

Una vez más dejó oír su risa y luego se puso serio.

-Esta noche ¿sabes? no vengas...

-No te dejaré.

-Pareceré enfermo... Parecerá un poco que me muero... es así. ¡No vale la pena que vengas a ver eso...!

-No te dejaré.

Pero estaba preocupado.

-Te digo esto por la serpiente; no debe morderte. Las serpientes son malas. A veces muerden por gusto...

-He dicho que no te dejaré.

Pero algo lo tranquilizó.

-Bien es verdad que no tienen veneno para la segunda mordedura...

Aquella noche no lo vi ponerse en camino. Cuando le alcancé marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:

-¡Ah, estás ahí!

Me cogió de la mano y todavía se atormentó:

-Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que estoy muerto, pero no es verdad.

Yo me callaba.

-¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.

Seguí callado.

-Será como una corteza vieja que se abandona. No son tristes las viejas cortezas...

Yo me callaba. El principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:

-Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con roldana herrumbrosa. Todas las estrellas me darán de beber.

Yo me callaba.

-¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo quinientos millones de fuentes...

El principito se calló también; estaba llorando.

-Es allí; déjame ir solo.

Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:

-¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra todo el mundo...

Me senté, ya no podía mantenerme en pie.

-Ahí está... eso es todo...

Vaciló todavía un instante, luego se levantó y dio un paso. Yo no pude moverme.

Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente como cae un árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la arena.

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry


miércoles, 7 de agosto de 2013

Una descripción?



"Silbo en la oscuridad,
Animal sin reposo;
Torres de la vigilia,
Candela de los ojos.
No se que pueda ser,
Si una curva del tiempo
O un hueco en el corazon atento.

Trigo sobre el brocal
Para que coma el hambre
Y abajo el peligroso
Agujero de la sangre.
No hallo, no puedo ver
Mas que la noche alerta
Y el misterio detrás
De las puertas.

Sueñero, jinete sin descanso;
Sueñero, sobre un papel en blanco.
Sueñero, centinela de mi alma;
Sueñero, duermete y dame calma.
Llevo cada mitad
Como dos ríos gemelos,
Uno cruza la tierra,
El otro fluye en el cielo;
El de la oscuridad
No conoce el olvido,
Desvelado en seguir
Lo perdido.

Ay, este toro azul
Fatigado y sediento
De correr tras la nada
Como la luz y el viento!

Ardo sin preguntar
Igual, que lo hace el fuego,
Tal vez halle cantando
El sosiego.

Sueñero, enigma de un penitente;
Sueñero, andando entre los durmientes;
Sueñero, espina de las estrellas;
Sueñero, olvidate de ella.

Sueñero, jinete sin descanso;
Sueñero, sobre un papel en blanco.
Sueñero, centinela de mi alma;
Sueñero, duermete y dame calma"

Fandermole - Sueñero

Los Napoleones del fin de semana

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