martes, 30 de octubre de 2012

Ajedrez





En su grave rincón, los jugadores 
rigen las lentas piezas. El tablero 
los demora hasta el alba en su severo 
ámbito en que se odian dos colores. 

Adentro irradian mágicos rigores 
las formas: torre homérica, ligero 
caballo, armada reina, rey postrero, 
oblicuo alfil y peones agresores. 

Cuando los jugadores se hayan ido, 
cuando el tiempo los haya consumido, 
ciertamente no habrá cesado el rito. 

En el Oriente se encendió esta guerra 
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. 
Como el otro, este juego es infinito. 

II 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

También el jugador es prisionero 
(la sentencia es de Omar) de otro tablero 
de negras noches y de blancos días. 

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. 
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Jorge Luis Borges


lunes, 15 de octubre de 2012

Oscuridad





Una persona se para sobre su propia sombra y se pregunta por qué está oscuro.

Proverbio zen



Sobre cambiar las cosas





"No intentes cambiar aquello que no puedes aceptar
Acepta aquello que no puedas cambiar."

Sin dualidad
ni preferencias
todo es.


Equipaje





"¿Cuándo dejarás de luchar? Antes de lo que crees la primavera se tornará otoño, caerán las hojas, emigrarán los gansos y todo se cubrirá de fría escarcha. Si tienes ropa y calzado, ¿qué más necesitas?"

A donde vas (a tu corazón)
No necesitas equipaje.

No apego





"En medio del campo,
Sin apego de ningún tipo,
Canta la alondra."

Matsuo Basho


Extraído de: http://www.facebook.com/elcaminodelmedio


Opuestos necesarios





"La oscuridad de
la sombra del pino
depende de la claridad
de la luna"

Kodo Sawaki


sábado, 13 de octubre de 2012

La Montaña de los Monos





El Príncipe de Wu tomó un bote hasta la Montaña de los Monos. En cuanto éstos lo vieron, huyeron con gran pánico y se refugiaron en las copas de los árboles.
Un mono, no obstante, permaneció tranquilo,
completamente despreocupado, balanceándose de rama en rama: ¡una extraordinaria exhibición!
El Príncipe le disparó una flecha al mono, pero éste, con gran destreza, capturó la flecha en pleno vuelo.

Ante esto, el príncipe ordenó a sus acompañantes que hicieran un ataque conjunto.

En un momento, el mono quedó acribillado a flechazos y cayó muerto.

Entonces el Rey se volvió hacia su compañero Yen Pu'i: "¿Ves lo que ha pasado?", dijo. "Este animal hacía pública su inteligencia. Confiaba en su propia habilidad. Pensaba que nadie podría tocarlo. ¡Recuerda eso! ¡No te apoyes en la distinción y el talento cuando trates con los hombres!"

Cuando volvieron a casa, Yen Pu'i se convirtió en el discípulo de un sabio para librarse de todo aquello que lo hacía destacarse. Renunció a todo placer. Aprendió a ocultar toda "distinción".

Pronto nadie en todo el reino sabía qué pensar de él.

Por tanto, lo miraban con temerosa admiración.


Del libro "El Camino de Chuang Tzu", de Tomas Merton.


Despostando un buey





El cocinero del príncipe Wen Hui
estaba despostando un buey.
Extendió una mano,
bajó un hombro,
apoyó un pie,
presionó con una rodilla.
El buey quedó deshecho.
Con un susurro,
el brillante cuchillo de carnicero murmuraba
como un viento suave.
¡Ritmo! ¡Cronometración!
¡Como una danza sagrada,
como las antiguas armonías!

"¡Buen trabajo!", exclamó el príncipe.
"¡Su método es impecable!"
"¿Método?", dijo el cocinero
dejando a un lado su cuchilla.
"¡Lo que hago es seguir el Tao
más allá de todo método!

Cuando empecé a
despostar bueyes,
veía ante mí
al buey entero,
toda una masa única.
Después de tres años,
ya no veía aquella masa.
Veía sus distinciones.
Pero ahora ya no veo nada
con los ojos. Todo mi ser
aprehende.
Mis sentidos están ociosos. El espíritu,
libre para trabajar sin un plan concreto,
sigue su propio instinto
guiado por una línea natural.
Por la abertura secreta, el espacio oculto,
mi cuchilla encuentra su propio camino.
No atravieso ninguna articulación, no corto hueso alguno.

Un buen cocinero necesita cuchillo nuevo,
una vez al año. Corta.
Un mal cocinero necesita uno nuevo
todos los meses. ¡Él mutila!

Llevo utilizando esta misma hoja
diecinueve años.
Ha despostado
un millar de bueyes.
Su hoja sigue cortando
como si estuviera recién afilada.

Hay espacios entre las articulaciones;
la hoja es delgada y cortante:
cuando esta delgadez
encuentra aquel espacio,
¡hay todo el sitio que se pudiera desear!
¡Pasa como una brisa!
¡Por eso mantengo esta hoja desde hace diecinueve años
como si estuviera recién afilada!

Cierto es, en ocasiones hay
articulaciones duras. Las siento venir,
entonces me detengo, observo con atención,
me contengo, casi no muevo la hoja,
y ¡whump! la parte se desprende
cayendo como un trozo de tierra.

Entonces retiro la hoja,
me quedo quieto,
y dejo que la alegría del trabajo
penetre en mí.
Limpio la hoja
y la guardo."

El príncipe Wan Hui dijo:
"¡Eso es! ¡Mi cocinero me ha mostrado
como debería vivir
mi propia vida!



Del libro "El Camino de Chuang Tzu", de Tomas Merton.


Las tres de la madrugada





Cuando desgastamos nuestras mentes, aferrándonos tozudamente a una visión parcial de las cosas, negándonos a ver un más profundo acuerdo entre éste y su opuesto complementario, sufrimos lo que se llama "las tres de la madrugada".
¿Qué es esto de "las tres de la madrugada"?
Un domador de monos fue a ver a sus monos y les dijo:
"Con respecto a lo de vuestras castañas: vais a recibir tres medidas por la mañana y cuatro por la tarde."
Ante esto, todos se enfadaron. De modo que dijo: "Está bien, en este caso os daré cuatro por la mañana y tres por la tarde". En esta ocasión quedaron satisfechos.
Ambas soluciones eran lo mismo, en tanto en que el número de castañas no variaba. Pero, en un caso, los animales quedaban descontentos y en el otro satisfechos. El guarda estuvo dispuesto a cambiar sus planes para hacer frente a las condiciones objetivas. ¡No perdió nada al hacerlo!
El hombre verdaderamente sabio, considerando ambos lados de una cuestión sin parcialidad, ve ambos a la luz del Tao.
Esto se llama seguir dos cursos a la vez.


Del libro "El Camino de Chuang Tzu", de Tomas Merton.

Manos vacías





Cuando Dogen regresó de China, tras haber estudiado allí el zen durante años, le preguntaron:

- ¿Qué clase de nobles enseñanzas has traído?

A lo que él contestó:

- He vuelto con las manos vacías.


lunes, 8 de octubre de 2012

Universo



A propósito de lo que un amigo decía sobre la insignificancia del hombre y su actitud de creerse el centro del universo...

"La naturaleza es una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna"

Blaise Pascal

Que metáfora más sugerente! Y cómo se enfrentan mis reacciones frente a esto. Por un lado, muchas veces pienso que es un error del hombre sentirse el centro del universo y actuar como tal. Cuando esto sucede, actuamos como si la parte fuera más grande que el todo o, al menos, más importante.
Por otra parte, muchas veces siento lo que esta metáfora revela: cada uno de nosotros, cada criatura, ES el centro del universo que la rodea. Cada día lo crea, cada día lo pone en marcha a su alrededor.  Cada hecho que es reconocido por nosotros conscientemente, es algo que orbita alrededor nuestro, que somos el centro. Todo aquello que nos es indiferente no forma parte de éste universo y, sigue formando parte de ese flujo energético de posibilidades no reveladas.
Me gusta esa idea de un universo con infinitos centros o, si se prefiere, infinitos universos... La idea de universos elegidos por cada criatura y extraídos de ese flujo indefinido que espera ser reconocido por cada uno de nosotros. Un universo que solo se revela cuando le prestamos atención, de alguna manera, para que nos de, a su vez, la posibilidad de vivir experiencias en el mundo "real" y físico...
Ya se, todo esto es un gran desvarío producto de una impericia terrible para expresar lo que siento y pienso y, además, por lo acotado del lenguaje y por tanto del pensamiento, para poner en símbolos lo que solo es una intuición sin forma... pero muy vívida.


domingo, 7 de octubre de 2012

Tegularius




Para caracterizarlo, nos servirá una página de las anotaciones oficiales de Knecht, llevadas por éste algunos años más tarde, para ponerlas a disposición exclusiva de las Autoridades superiores. Allí dice:

“TEGULARIUS:  Amigo personal del relator. Alumno muchas veces distinguido en Keuperheim, buen filólogo de la antigüedad, muy interesado en filosofía; hizo trabajos sobre Leibniz, Bolzano y, más tarde, sobre Platón. El jugador de abalorios más completo y brillante que conozco. Sería predestinado a ser Magister Ludí si, juntamente con su delicada salud, su carácter no fuese totalmente inadecuado para ello. T. no puede llegar nunca a una posición directiva, representativa o de organización; sería una desgracia para él y para el cargo. Su insuficiencia se manifiesta físicamente con estados de depresión, períodos de insomnio y desarreglos nerviosos; espiritualmente, por temporadas, con melancolía, violenta necesidad de aislamiento, ansiedad por los deberes y las responsabilidades y, probablemente, también con ideas de suicidio. Este ser Un amenazado resiste con el auxilio de la meditación y el gran dominio de sí mismo, con tanto valor que la mayoría de los que lo rodean no tienen siquiera una sospecha de la gravedad de su sufrimiento y sólo notan su gran sobriedad y su reserva. Por desgracia, pues, no es apto para ocupar cargos elevados, aun siendo para el Vicus Lusorum una joya, un tesoro insustituible. Domina la técnica de nuestro juego como un gran músico su instrumento; halla a ciegas el matiz más delicado y es un estimable maestro. En los cursos secundarios y superiores de repetición —para los inferiores sería una lástima grande emplearlo—, no sabría cómo desenvolverme sin él; es algo extraordinario y único ver cómo analiza los ensayos de los jovencitos, sin nunca desanimarlos, cómo sorprende sus tretas, conoce y revela infaliblemente toda imitación o simple decoración, cómo encuentra las fuentes de los errores en un juego bien refundido pero aún inseguro y mal compuesto, y las presenta como impecables preparados anatómicos. Esta visión aguda e insobornable para analizar y corregir es la que ante todo le asegura el respeto de alumnos y colegas, respeto que resultaría muy problemático por su porte incierto y desigual, ligeramente tímido. Deseo ilustrar con un ejemplo lo expresado acerca de la genialidad de T. como jugador de abalorios que no tiene competidor. En el primer tiempo de mi amistad con él, cuando ambos ya no encontrábamos mucho que aprender técnicamente en los cursos, me permitió una vez, en una hora de confidencias privadas, una ojeada sobre algunos juegos compuestos por él. A primera vista los hallé brillantemente inventados y, por alguna razón, nuevos y originales en su estilo; le pedí los esquemas apuntados para estudiarlos y encontré en esas composiciones verdaderos poemas, algo tan asombroso y unívoco, que creo no debo callarme al respecto. Esos juegos eran pequeños dramas de estructura casi meramente monologada y reflejaban la vida anímica e individual del autor, tan antepasada como genial, hasta resultar un perfecto autorretrato. No había solamente concentración y discusión dialéctica de los varios temas y grupos de temas en que descansaba el conjunto y cuya sucesión y oposición resultaban muy chispeantes, sino que también la síntesis y la armonización de las voces contrastantes no concluía en la forma usual, clásica; esta armonización pasaba más bien por toda una serie de quebrantos y permanecía cada vez detenida —como por cansancio o desesperación— antes de la solución; su tonalidad se perdía en interrogaciones y dudas. Esos juegos se enriquecían así no sólo con una excitante cromática, por lo que yo sé nunca intentada hasta hoy, sino que todos los juegos se convertían en la expresión trágica de una duda, de una renuncia, figurada comprobación de lo problemático de todo esfuerzo espiritual. Además, tanto en su espiritualismo como en su caligrafía y en la perfección técnica, eran tan excepcionalmente hermosos, que se hubiera sentido el deseo de llorar sobre ellos. Cada uno aspiraba tan intima y seriamente a la solución y renunciaba al final a ella con tan noble abandono, que aquello resultaba una perfecta elegía de lo transitorio íntrínseca a todo lo bello, y de lo dudoso connatural en el fondo para todas las elevadas metas espirituales. Recomiendo, en fin, a Tegularius, en el caso de que me sobreviva a mí o a mi permanencia en el cargo, debe ser tratado como un bien sumamente delicado, precioso, pero siempre en peligro. Debe gozar de mucha libertad; su consejo ha de escucharse en todos los problemas del juego que sean de importancia, pero no hay que confiarle discípulos, ni una dirección demasiado librada a su solo criterio”.


El Juego de los Abalorios, Hermann Hesse.

Perdon




"Quien perdona, lava y perfuma su propio corazón..."

Que frase interesante! Leída, sin buscarla, en uno de esos videos de canciones publicadas en la web...

A pesar de ser una de esas personas que sabe pedir perdón cuando me equivoco, nunca había prestado suficiente atención a la relación existente entre el que pide perdón y el que perdona. Siempre pensé esto como un acto de arrepentimiento por parte del que pide perdón, pero no lo había visto como la oportunidad que tiene el que perdona de enriquecer su vida. El equivocado le abre, de alguna manera, la posibilidad de mejorar su corazón al ofendido, más allá del hecho concreto que los implica... interesante. Aunque claro, una vez más, es necesario que los actores puedan ver esta posibilidad, este hecho como un acontecimiento del que deben extraer lo que les sirve para crecer y no leerlo como algo que ha dañado su ego, su orgullo, etc. Finalmente todo se resume en esto...


miércoles, 3 de octubre de 2012

Un mal día...




Hoy no es un buen día, quizás no todo esté mal pero algunas cosas importantes se tambalean y esto repercute en mi estabilidad emocional. 
Es uno de esos días en los que me gustaría poder abstraerme de todo y volar muy lejos...
Estoy en casa, sin ganas de salir, dándole vueltas a las cosas malas y no tengo muy claro cómo va a seguir todo el día de mañana, en fin, estoy triste y desganado y es en esos días donde mi soledad espiritual, que he aprendido a disimular y mantengo anestesiada, se revela y sale al ruedo, a recordarme que todo lo que me sostiene en lo social es una ilusión, solo las caras del cubo de un rompecabezas. Lindos dibujos en sus caras se arman para simular una pertenencia que nunca sentí y que solo el vacío entre las caras es mi materia más propia...
Hoy, como tantas otras veces, espero poder encontrar alguien al que poder comunicarle mis angustias, mis desvelos, mis certezas... y aunque se que eso es muy difícil que suceda, no dejo de esperar y de tirar botellas al mar, esperando una señal que me diga que estoy equivocado...


martes, 2 de octubre de 2012

Sincronicidad




El principio que Carl Jung llamaba Sincronicidad es un concepto muy difícil de explicar a las personas enraizadas en los principios de causalidad de la ciencia occidental. Este principio de Sincronicidad, aunque no es de ningún modo incompatible con el de la causalidad, es muy distinto de él y, cuando se estudie en un futuro, tal vez se convierta en la base de una importante ciencia alternativa.
La idea de la sincronicidad de dos acontecimientos, no nos dice que el uno es causa del otro, sino que estos,  por así decirlo, tienen una causa común. Si aplicamos la sincronicidad a la astrología, por ejemplo, la idea es que si fuera verdad que existe una relación significativa entre la configuración astronómica del universo en el momento en que nace una persona y las características de la persona, no se trataría de que los cuerpos celestes sean la causa de las características de la persona, sino, mas bien, que las circunstancias que dan pie a la configuración universal son las mismas circunstancias que dan pie al nacimiento de un individuo en ese instante particular.

Existe una conocida historia acerca de un Maestro zen, pretendidamente cierta, que un día estaba absorto meditando en su jardín, mientras los cerezos estaban en pleno florecimiento. De repente, sintió que estaba en peligro. Se dio la vuelta, pero únicamente se encontró con el muchacho que le hacía de asistente. Ello le inquietó mucho porque nunca había errado en estas cuestiones; en el pasado, siempre que había sentido un peligro, éste existía. Estuvo tan preocupado por este inexplicable incidente, que se retiró a sus aposentos y ni siquiera salió a comer. Alguno de sus sirvientes empezó a preocuparse y fueron a verle, preguntándole por su salud. Les explicó lo que lo preocupaba y dijo finalmente: "No lo comprendo, ¡Nunca antes me había equivocado!" Las noticias llegaron al resto de los sirvientes y, finalmente, el muchacho que estaba en el jardín acudió temblando a ver al Maestro y le confesó: "Cuando os vi tan absorto en el jardín, no pude dejar de pensar que, a pesar de vuestra maestría con la espada, no os podríais defender si, en ese instante, os golpeara rápidamente por detrás. Es como si hubierais intuido mis secretos pensamientos". El muchacho esperaba recibir un castigo, pero el Maestro ni siquiera pensó en ello, aliviado por haber resuelto el misterio.


Extraído del libro Silencioso Tao - Reflexiones de un científico al otro lado del espejo, de Raymond Smullyan

Sobre el Taoísmo...




La primera vez que me topé con los escritos taoístas, me embargó una dicha infinita. No tuve la sensación de estar leyendo algo extraño o exótico, sino de que estaba leyendo los pensamientos que había tenido a lo largo de toda mi vida, únicamente expresados de un modo más adecuado de lo que yo era capaz. Para mí, el taoísmo significa un estado de serenidad interior combinado con una consciencia estética intensa. Ninguna de ellas es adecuada por sí sola; una serenidad puramente pasiva constituye una suerte de embotamiento, y una consciencia dirigida por la ansiedad no es algo muy atractivo.
Un chino amigo mío (de la escuela moderna) criticó recientemente al taoísmo como una filosofía que consistía en "tener tu propio pastel y, además, comértelo". Repliqué: "Hay algo mejor". Me respondió: "¡Pero uno no puede tener su propio pastel y también comérselo!" ¡Aquí es precisamente donde diferimos! Siempre he creído que uno puede tener su propio pastel y además comérselo. Esta es la cusa de que sea taoísta.
En realidad, llegué al taoísmo a través del budismo zen. Me llevó algún tiempo darme cuenta de hasta que punto el zen ha combinado el taoísmo y el budismo, y de que eran los elementos taoístas los que principalmente me atraían. Lo curioso del zen es que primero nos hace la boca agua con una cosa llamada Satori (iluminación), y luego directamente nos informa de que nuestro deseo por el Satori ¡es lo que nos impide conseguirlo! Por contra, el taoísta me sorprendió como alguien que no busca intensamente algo que no posee, sino que disfruta de lo que tiene.
Esto es algo más que un libro sobre filosofía china, se trata de una serie de ideas inspiradas por la filosofía china. Aunque el punto de vista taoísta pueda ser básico, este libro toca una amplia variedad de temas; se trata, en realidad, de un libro sobre la vida en general.


Prefacio de Silencioso Tao - Reflexiones de un científico al otro lado del espejo, de Raymond Smullyan

Los Napoleones del fin de semana

  Hay un brillo inquietante en sus ojos cuando acuden cada sábado a la cita. Llegan uno tras otro, casi furtivamente, con sus cajas y reglam...