miércoles, 21 de marzo de 2012

La Sospecha




Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho –exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven –idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar –igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
         Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón.

Lie Zi


martes, 13 de marzo de 2012

Espíritu y arcilla



Cuando por mutación nace en los jardines una nueva rosa, todos los jardineros se conmueven. Se aísla la rosa, se la cultiva, se la favorece. Pero no hay jardinero para los hombres. Mozart niño será marcado como los otros por la máquina de troquelar. Mozart hará sus más altas alegrías de la música podrida en la fetidez de los cafés cantantes. Mozart está condenado.
Y regresé a mi vagón. Me decía: esa gente apenas sufre su suerte. No es la caridad lo que me atormenta. No se trata de enternecerse sobre una llaga eternamente reabierta. Los que la llevan no la sienten. Es algo como la especie humana y no el individuo el que es herido aquí, el que es lesionado. Apenas creo en la piedad. Lo que me atormenta es el punto de vista del jardinero. Lo que me atormenta no es esta miseria en la cual, después de todo, uno se instala tan bien como en la pereza. Generaciones de orientales viven en la mugre y se complacen en ella. Lo que me atormenta no lo curan las sopas populares. Lo que me atormenta no son ni esos huecos, ni esos bultos, ni esa fealdad. Es, en esos hombres, un poco, Mozart asesinado.
Solo el espíritu, si sopla sobre la arcilla, puede crear al hombre.

Del libro "Tierra de Hombres", de Antoine de Saint-Exupéry

Una historia sobre Bankei



Las charlas del Maestro Bankei eran escuchadas no solo por estudiantes zen, sino por personas de toda condición. Nunca citaba los Sutras o se entretenía con discusiones eruditas. Por el contrario, sus palabras iban directamente de su corazón al corazón de sus oyentes.


Las muchedumbres que le escuchaban, irritaron a un sacerdote de la secta Nichiren, puesto que sus seguidores lo dejaron para oir hablar sobre el zen. El egocéntrico sacerdote Nichiren acudió al templo, dispuesto a discutir con Bankei.
" ¡Maestro Zen! -gritó- Escucha un instante: todo aquel que te respeta te obedecerá en todo lo que dices, pero alguien como yo no lo hará. ¿Puedes conseguir que te obedezca?"
"Ven junto a mi y te lo demostraré", dijo Bankei.
Con orgullo, el sacerdote se abrió paso entre la multitud hasta llegar al maestro.
Bankei sonrió. "Ven a mi izquierda."
El sacerdote obedeció.
"No -dijo Bankei- hablaremos mejor si te pones a mi derecha."
El sacerdote se colocó a su derecha.
"Ves -observó Bankei" me estás obedeciendo. Creo que eres una persona muy amable. Ahora siéntate y escucha."

Extraída del libro "Silencioso Tao", Reflexiones de un científico al otro lado del espejo, de Raymond Smullyan, Editorial La Liebre de Marzo

Los Napoleones del fin de semana

  Hay un brillo inquietante en sus ojos cuando acuden cada sábado a la cita. Llegan uno tras otro, casi furtivamente, con sus cajas y reglam...