miércoles, 19 de diciembre de 2012

La Gran Sabiduría





La dicha no se encuentra con esfuerzo y voluntad, sino con tranquilidad y con abandono.
No te inquietes, no hay nada que hacer.
Lo que emerge en el espíritu no tiene ninguna importancia, ya que no tiene ninguna realidad.
No te apegues a ello. No te juzgues.
Deja que el juego se juegue solo: elevarse y caer.
Sin cambiar nada, todo se desvanece y comienza de nuevo sin cesar.
La búsqueda de la dicha es lo que nos impide verlo.
Es como un arco iris que se persigue y nunca se atrapa: porque no existe, porque siempre ha estado ahí y te acompaña en cada instante.
No creas en la realidad de las experiencias buenas o malas: son como los arco iris.
Y uno se agota en vano queriendo asir lo inasible.
Pero en cuando sueltes la presa, allí está el espacio: abierto, hospitalario, confortable.
Por tanto aprovéchate... Desde ya, todo es tuyo.
No busques más...
No quieras buscar en la jungla inescrutable el elefante que ya está tranquilamente en casa.
No hacer nada. No forzar nada.
No querer nada. Y todo se hace solo.

Lama Guendun Rinpoche


jueves, 15 de noviembre de 2012

Oír hablar del Tao




Cuando un hombre superior oye del Tao,
inmediatamente comienza a encarnarlo.
Cuando un hombre normal oye del Tao,
medio cree, medio duda de él.
Cuando un hombre estúpido oye del Tao,
se ríe a carcajadas.
Si no riera
no sería el Tao.

Así pues se dice:
la senda hacia la luz parece tenebrosa,
la senda hacia adelante parece retroceder,
la senda directa parece la más larga,
el verdadero poder parece débil,
la verdadera pureza parece deslustrada,
la verdadera constancia parece voluble,
la verdadera claridad parece oscura,
el arte más elevado parece simple,
el mayor amor parece indiferente,
la mayor sabiduría parece ingenua.

No es posible hallar el Tao en parte alguna;
sin embargo, nutre y completa toda cosa.

Extraído del Tao Te Ching, Capítulo 41, versión de Stephen Mitchell


El Arte de la Inmortalidad



En otro tiempo hubo un hombre que decía poseer el conocimiento del dao de la inmortalidad. El soberano de Yan envió un mensajero para invitarlo. El mensajero no fue demasiado rápido y cuando llegó el hombre había muerto. El soberano, enojado con el mensajero, se disponía a ordenar su ejecución. Por suerte, uno de sus ministros le advirtió "Lo que más preocupa al hombre es la muerte y no hay cosa que más valore que la vida. ¿Cómo iba aquel hombre a poder conseguir la inmortalidad para vos, si él mismo perdió su vida?" Al oír esto, el soberano no ejecutó al mensajero.
Qui zi, otro que deseaba aprender el dao de la inmortalidad, cuando supo la muerte de aquel hombre, se golpeó el pecho lleno de rabia. Fu zi al enterarse le dijo con sorna: "Lo que tú querías aprender era cómo alcanzar la inmortalidad. Ese hombre ha muerto y tú te lamentas. Eso es no saber lo que querías aprender."

Hu zi dijo: "Lo que dice Fu zi no es cierto. Hay personas que aunque poseen un método no pueden ponerlo en práctica, y también hay quien podría ponerlo en práctica, pero carece de él. En Wei vivía un hombre muy experto en cálculo. A punto de morir comunicó a su hijo el secreto de su técnica. El hijo, aunque recordaba las palabras de su padre, no era capaz de aplicarlas correctamente. Otra persona le preguntó por aquella técnica y el hijo le descubríó lo que su padre le había dicho. Y este otro, empleando lo que le había referido, puso en práctica aquella técnica de forma tal que no iba a la zaga del padre. De modo que ¿por qué el fallecido no iba a poder explicar el método de conservar la vida?".



Lie Zi, El libro de la perfecta vacuidad, "Shuo Fu: descifrar el mensaje", Cap. 28.


martes, 30 de octubre de 2012

Ajedrez





En su grave rincón, los jugadores 
rigen las lentas piezas. El tablero 
los demora hasta el alba en su severo 
ámbito en que se odian dos colores. 

Adentro irradian mágicos rigores 
las formas: torre homérica, ligero 
caballo, armada reina, rey postrero, 
oblicuo alfil y peones agresores. 

Cuando los jugadores se hayan ido, 
cuando el tiempo los haya consumido, 
ciertamente no habrá cesado el rito. 

En el Oriente se encendió esta guerra 
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. 
Como el otro, este juego es infinito. 

II 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

También el jugador es prisionero 
(la sentencia es de Omar) de otro tablero 
de negras noches y de blancos días. 

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. 
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Jorge Luis Borges


lunes, 15 de octubre de 2012

Oscuridad





Una persona se para sobre su propia sombra y se pregunta por qué está oscuro.

Proverbio zen



Sobre cambiar las cosas





"No intentes cambiar aquello que no puedes aceptar
Acepta aquello que no puedas cambiar."

Sin dualidad
ni preferencias
todo es.


Equipaje





"¿Cuándo dejarás de luchar? Antes de lo que crees la primavera se tornará otoño, caerán las hojas, emigrarán los gansos y todo se cubrirá de fría escarcha. Si tienes ropa y calzado, ¿qué más necesitas?"

A donde vas (a tu corazón)
No necesitas equipaje.

No apego





"En medio del campo,
Sin apego de ningún tipo,
Canta la alondra."

Matsuo Basho


Extraído de: http://www.facebook.com/elcaminodelmedio


Opuestos necesarios





"La oscuridad de
la sombra del pino
depende de la claridad
de la luna"

Kodo Sawaki


sábado, 13 de octubre de 2012

La Montaña de los Monos





El Príncipe de Wu tomó un bote hasta la Montaña de los Monos. En cuanto éstos lo vieron, huyeron con gran pánico y se refugiaron en las copas de los árboles.
Un mono, no obstante, permaneció tranquilo,
completamente despreocupado, balanceándose de rama en rama: ¡una extraordinaria exhibición!
El Príncipe le disparó una flecha al mono, pero éste, con gran destreza, capturó la flecha en pleno vuelo.

Ante esto, el príncipe ordenó a sus acompañantes que hicieran un ataque conjunto.

En un momento, el mono quedó acribillado a flechazos y cayó muerto.

Entonces el Rey se volvió hacia su compañero Yen Pu'i: "¿Ves lo que ha pasado?", dijo. "Este animal hacía pública su inteligencia. Confiaba en su propia habilidad. Pensaba que nadie podría tocarlo. ¡Recuerda eso! ¡No te apoyes en la distinción y el talento cuando trates con los hombres!"

Cuando volvieron a casa, Yen Pu'i se convirtió en el discípulo de un sabio para librarse de todo aquello que lo hacía destacarse. Renunció a todo placer. Aprendió a ocultar toda "distinción".

Pronto nadie en todo el reino sabía qué pensar de él.

Por tanto, lo miraban con temerosa admiración.


Del libro "El Camino de Chuang Tzu", de Tomas Merton.


Despostando un buey





El cocinero del príncipe Wen Hui
estaba despostando un buey.
Extendió una mano,
bajó un hombro,
apoyó un pie,
presionó con una rodilla.
El buey quedó deshecho.
Con un susurro,
el brillante cuchillo de carnicero murmuraba
como un viento suave.
¡Ritmo! ¡Cronometración!
¡Como una danza sagrada,
como las antiguas armonías!

"¡Buen trabajo!", exclamó el príncipe.
"¡Su método es impecable!"
"¿Método?", dijo el cocinero
dejando a un lado su cuchilla.
"¡Lo que hago es seguir el Tao
más allá de todo método!

Cuando empecé a
despostar bueyes,
veía ante mí
al buey entero,
toda una masa única.
Después de tres años,
ya no veía aquella masa.
Veía sus distinciones.
Pero ahora ya no veo nada
con los ojos. Todo mi ser
aprehende.
Mis sentidos están ociosos. El espíritu,
libre para trabajar sin un plan concreto,
sigue su propio instinto
guiado por una línea natural.
Por la abertura secreta, el espacio oculto,
mi cuchilla encuentra su propio camino.
No atravieso ninguna articulación, no corto hueso alguno.

Un buen cocinero necesita cuchillo nuevo,
una vez al año. Corta.
Un mal cocinero necesita uno nuevo
todos los meses. ¡Él mutila!

Llevo utilizando esta misma hoja
diecinueve años.
Ha despostado
un millar de bueyes.
Su hoja sigue cortando
como si estuviera recién afilada.

Hay espacios entre las articulaciones;
la hoja es delgada y cortante:
cuando esta delgadez
encuentra aquel espacio,
¡hay todo el sitio que se pudiera desear!
¡Pasa como una brisa!
¡Por eso mantengo esta hoja desde hace diecinueve años
como si estuviera recién afilada!

Cierto es, en ocasiones hay
articulaciones duras. Las siento venir,
entonces me detengo, observo con atención,
me contengo, casi no muevo la hoja,
y ¡whump! la parte se desprende
cayendo como un trozo de tierra.

Entonces retiro la hoja,
me quedo quieto,
y dejo que la alegría del trabajo
penetre en mí.
Limpio la hoja
y la guardo."

El príncipe Wan Hui dijo:
"¡Eso es! ¡Mi cocinero me ha mostrado
como debería vivir
mi propia vida!



Del libro "El Camino de Chuang Tzu", de Tomas Merton.


Las tres de la madrugada





Cuando desgastamos nuestras mentes, aferrándonos tozudamente a una visión parcial de las cosas, negándonos a ver un más profundo acuerdo entre éste y su opuesto complementario, sufrimos lo que se llama "las tres de la madrugada".
¿Qué es esto de "las tres de la madrugada"?
Un domador de monos fue a ver a sus monos y les dijo:
"Con respecto a lo de vuestras castañas: vais a recibir tres medidas por la mañana y cuatro por la tarde."
Ante esto, todos se enfadaron. De modo que dijo: "Está bien, en este caso os daré cuatro por la mañana y tres por la tarde". En esta ocasión quedaron satisfechos.
Ambas soluciones eran lo mismo, en tanto en que el número de castañas no variaba. Pero, en un caso, los animales quedaban descontentos y en el otro satisfechos. El guarda estuvo dispuesto a cambiar sus planes para hacer frente a las condiciones objetivas. ¡No perdió nada al hacerlo!
El hombre verdaderamente sabio, considerando ambos lados de una cuestión sin parcialidad, ve ambos a la luz del Tao.
Esto se llama seguir dos cursos a la vez.


Del libro "El Camino de Chuang Tzu", de Tomas Merton.

Manos vacías





Cuando Dogen regresó de China, tras haber estudiado allí el zen durante años, le preguntaron:

- ¿Qué clase de nobles enseñanzas has traído?

A lo que él contestó:

- He vuelto con las manos vacías.


lunes, 8 de octubre de 2012

Universo



A propósito de lo que un amigo decía sobre la insignificancia del hombre y su actitud de creerse el centro del universo...

"La naturaleza es una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna"

Blaise Pascal

Que metáfora más sugerente! Y cómo se enfrentan mis reacciones frente a esto. Por un lado, muchas veces pienso que es un error del hombre sentirse el centro del universo y actuar como tal. Cuando esto sucede, actuamos como si la parte fuera más grande que el todo o, al menos, más importante.
Por otra parte, muchas veces siento lo que esta metáfora revela: cada uno de nosotros, cada criatura, ES el centro del universo que la rodea. Cada día lo crea, cada día lo pone en marcha a su alrededor.  Cada hecho que es reconocido por nosotros conscientemente, es algo que orbita alrededor nuestro, que somos el centro. Todo aquello que nos es indiferente no forma parte de éste universo y, sigue formando parte de ese flujo energético de posibilidades no reveladas.
Me gusta esa idea de un universo con infinitos centros o, si se prefiere, infinitos universos... La idea de universos elegidos por cada criatura y extraídos de ese flujo indefinido que espera ser reconocido por cada uno de nosotros. Un universo que solo se revela cuando le prestamos atención, de alguna manera, para que nos de, a su vez, la posibilidad de vivir experiencias en el mundo "real" y físico...
Ya se, todo esto es un gran desvarío producto de una impericia terrible para expresar lo que siento y pienso y, además, por lo acotado del lenguaje y por tanto del pensamiento, para poner en símbolos lo que solo es una intuición sin forma... pero muy vívida.


domingo, 7 de octubre de 2012

Tegularius




Para caracterizarlo, nos servirá una página de las anotaciones oficiales de Knecht, llevadas por éste algunos años más tarde, para ponerlas a disposición exclusiva de las Autoridades superiores. Allí dice:

“TEGULARIUS:  Amigo personal del relator. Alumno muchas veces distinguido en Keuperheim, buen filólogo de la antigüedad, muy interesado en filosofía; hizo trabajos sobre Leibniz, Bolzano y, más tarde, sobre Platón. El jugador de abalorios más completo y brillante que conozco. Sería predestinado a ser Magister Ludí si, juntamente con su delicada salud, su carácter no fuese totalmente inadecuado para ello. T. no puede llegar nunca a una posición directiva, representativa o de organización; sería una desgracia para él y para el cargo. Su insuficiencia se manifiesta físicamente con estados de depresión, períodos de insomnio y desarreglos nerviosos; espiritualmente, por temporadas, con melancolía, violenta necesidad de aislamiento, ansiedad por los deberes y las responsabilidades y, probablemente, también con ideas de suicidio. Este ser Un amenazado resiste con el auxilio de la meditación y el gran dominio de sí mismo, con tanto valor que la mayoría de los que lo rodean no tienen siquiera una sospecha de la gravedad de su sufrimiento y sólo notan su gran sobriedad y su reserva. Por desgracia, pues, no es apto para ocupar cargos elevados, aun siendo para el Vicus Lusorum una joya, un tesoro insustituible. Domina la técnica de nuestro juego como un gran músico su instrumento; halla a ciegas el matiz más delicado y es un estimable maestro. En los cursos secundarios y superiores de repetición —para los inferiores sería una lástima grande emplearlo—, no sabría cómo desenvolverme sin él; es algo extraordinario y único ver cómo analiza los ensayos de los jovencitos, sin nunca desanimarlos, cómo sorprende sus tretas, conoce y revela infaliblemente toda imitación o simple decoración, cómo encuentra las fuentes de los errores en un juego bien refundido pero aún inseguro y mal compuesto, y las presenta como impecables preparados anatómicos. Esta visión aguda e insobornable para analizar y corregir es la que ante todo le asegura el respeto de alumnos y colegas, respeto que resultaría muy problemático por su porte incierto y desigual, ligeramente tímido. Deseo ilustrar con un ejemplo lo expresado acerca de la genialidad de T. como jugador de abalorios que no tiene competidor. En el primer tiempo de mi amistad con él, cuando ambos ya no encontrábamos mucho que aprender técnicamente en los cursos, me permitió una vez, en una hora de confidencias privadas, una ojeada sobre algunos juegos compuestos por él. A primera vista los hallé brillantemente inventados y, por alguna razón, nuevos y originales en su estilo; le pedí los esquemas apuntados para estudiarlos y encontré en esas composiciones verdaderos poemas, algo tan asombroso y unívoco, que creo no debo callarme al respecto. Esos juegos eran pequeños dramas de estructura casi meramente monologada y reflejaban la vida anímica e individual del autor, tan antepasada como genial, hasta resultar un perfecto autorretrato. No había solamente concentración y discusión dialéctica de los varios temas y grupos de temas en que descansaba el conjunto y cuya sucesión y oposición resultaban muy chispeantes, sino que también la síntesis y la armonización de las voces contrastantes no concluía en la forma usual, clásica; esta armonización pasaba más bien por toda una serie de quebrantos y permanecía cada vez detenida —como por cansancio o desesperación— antes de la solución; su tonalidad se perdía en interrogaciones y dudas. Esos juegos se enriquecían así no sólo con una excitante cromática, por lo que yo sé nunca intentada hasta hoy, sino que todos los juegos se convertían en la expresión trágica de una duda, de una renuncia, figurada comprobación de lo problemático de todo esfuerzo espiritual. Además, tanto en su espiritualismo como en su caligrafía y en la perfección técnica, eran tan excepcionalmente hermosos, que se hubiera sentido el deseo de llorar sobre ellos. Cada uno aspiraba tan intima y seriamente a la solución y renunciaba al final a ella con tan noble abandono, que aquello resultaba una perfecta elegía de lo transitorio íntrínseca a todo lo bello, y de lo dudoso connatural en el fondo para todas las elevadas metas espirituales. Recomiendo, en fin, a Tegularius, en el caso de que me sobreviva a mí o a mi permanencia en el cargo, debe ser tratado como un bien sumamente delicado, precioso, pero siempre en peligro. Debe gozar de mucha libertad; su consejo ha de escucharse en todos los problemas del juego que sean de importancia, pero no hay que confiarle discípulos, ni una dirección demasiado librada a su solo criterio”.


El Juego de los Abalorios, Hermann Hesse.

Perdon




"Quien perdona, lava y perfuma su propio corazón..."

Que frase interesante! Leída, sin buscarla, en uno de esos videos de canciones publicadas en la web...

A pesar de ser una de esas personas que sabe pedir perdón cuando me equivoco, nunca había prestado suficiente atención a la relación existente entre el que pide perdón y el que perdona. Siempre pensé esto como un acto de arrepentimiento por parte del que pide perdón, pero no lo había visto como la oportunidad que tiene el que perdona de enriquecer su vida. El equivocado le abre, de alguna manera, la posibilidad de mejorar su corazón al ofendido, más allá del hecho concreto que los implica... interesante. Aunque claro, una vez más, es necesario que los actores puedan ver esta posibilidad, este hecho como un acontecimiento del que deben extraer lo que les sirve para crecer y no leerlo como algo que ha dañado su ego, su orgullo, etc. Finalmente todo se resume en esto...


miércoles, 3 de octubre de 2012

Un mal día...




Hoy no es un buen día, quizás no todo esté mal pero algunas cosas importantes se tambalean y esto repercute en mi estabilidad emocional. 
Es uno de esos días en los que me gustaría poder abstraerme de todo y volar muy lejos...
Estoy en casa, sin ganas de salir, dándole vueltas a las cosas malas y no tengo muy claro cómo va a seguir todo el día de mañana, en fin, estoy triste y desganado y es en esos días donde mi soledad espiritual, que he aprendido a disimular y mantengo anestesiada, se revela y sale al ruedo, a recordarme que todo lo que me sostiene en lo social es una ilusión, solo las caras del cubo de un rompecabezas. Lindos dibujos en sus caras se arman para simular una pertenencia que nunca sentí y que solo el vacío entre las caras es mi materia más propia...
Hoy, como tantas otras veces, espero poder encontrar alguien al que poder comunicarle mis angustias, mis desvelos, mis certezas... y aunque se que eso es muy difícil que suceda, no dejo de esperar y de tirar botellas al mar, esperando una señal que me diga que estoy equivocado...


martes, 2 de octubre de 2012

Sincronicidad




El principio que Carl Jung llamaba Sincronicidad es un concepto muy difícil de explicar a las personas enraizadas en los principios de causalidad de la ciencia occidental. Este principio de Sincronicidad, aunque no es de ningún modo incompatible con el de la causalidad, es muy distinto de él y, cuando se estudie en un futuro, tal vez se convierta en la base de una importante ciencia alternativa.
La idea de la sincronicidad de dos acontecimientos, no nos dice que el uno es causa del otro, sino que estos,  por así decirlo, tienen una causa común. Si aplicamos la sincronicidad a la astrología, por ejemplo, la idea es que si fuera verdad que existe una relación significativa entre la configuración astronómica del universo en el momento en que nace una persona y las características de la persona, no se trataría de que los cuerpos celestes sean la causa de las características de la persona, sino, mas bien, que las circunstancias que dan pie a la configuración universal son las mismas circunstancias que dan pie al nacimiento de un individuo en ese instante particular.

Existe una conocida historia acerca de un Maestro zen, pretendidamente cierta, que un día estaba absorto meditando en su jardín, mientras los cerezos estaban en pleno florecimiento. De repente, sintió que estaba en peligro. Se dio la vuelta, pero únicamente se encontró con el muchacho que le hacía de asistente. Ello le inquietó mucho porque nunca había errado en estas cuestiones; en el pasado, siempre que había sentido un peligro, éste existía. Estuvo tan preocupado por este inexplicable incidente, que se retiró a sus aposentos y ni siquiera salió a comer. Alguno de sus sirvientes empezó a preocuparse y fueron a verle, preguntándole por su salud. Les explicó lo que lo preocupaba y dijo finalmente: "No lo comprendo, ¡Nunca antes me había equivocado!" Las noticias llegaron al resto de los sirvientes y, finalmente, el muchacho que estaba en el jardín acudió temblando a ver al Maestro y le confesó: "Cuando os vi tan absorto en el jardín, no pude dejar de pensar que, a pesar de vuestra maestría con la espada, no os podríais defender si, en ese instante, os golpeara rápidamente por detrás. Es como si hubierais intuido mis secretos pensamientos". El muchacho esperaba recibir un castigo, pero el Maestro ni siquiera pensó en ello, aliviado por haber resuelto el misterio.


Extraído del libro Silencioso Tao - Reflexiones de un científico al otro lado del espejo, de Raymond Smullyan

Sobre el Taoísmo...




La primera vez que me topé con los escritos taoístas, me embargó una dicha infinita. No tuve la sensación de estar leyendo algo extraño o exótico, sino de que estaba leyendo los pensamientos que había tenido a lo largo de toda mi vida, únicamente expresados de un modo más adecuado de lo que yo era capaz. Para mí, el taoísmo significa un estado de serenidad interior combinado con una consciencia estética intensa. Ninguna de ellas es adecuada por sí sola; una serenidad puramente pasiva constituye una suerte de embotamiento, y una consciencia dirigida por la ansiedad no es algo muy atractivo.
Un chino amigo mío (de la escuela moderna) criticó recientemente al taoísmo como una filosofía que consistía en "tener tu propio pastel y, además, comértelo". Repliqué: "Hay algo mejor". Me respondió: "¡Pero uno no puede tener su propio pastel y también comérselo!" ¡Aquí es precisamente donde diferimos! Siempre he creído que uno puede tener su propio pastel y además comérselo. Esta es la cusa de que sea taoísta.
En realidad, llegué al taoísmo a través del budismo zen. Me llevó algún tiempo darme cuenta de hasta que punto el zen ha combinado el taoísmo y el budismo, y de que eran los elementos taoístas los que principalmente me atraían. Lo curioso del zen es que primero nos hace la boca agua con una cosa llamada Satori (iluminación), y luego directamente nos informa de que nuestro deseo por el Satori ¡es lo que nos impide conseguirlo! Por contra, el taoísta me sorprendió como alguien que no busca intensamente algo que no posee, sino que disfruta de lo que tiene.
Esto es algo más que un libro sobre filosofía china, se trata de una serie de ideas inspiradas por la filosofía china. Aunque el punto de vista taoísta pueda ser básico, este libro toca una amplia variedad de temas; se trata, en realidad, de un libro sobre la vida en general.


Prefacio de Silencioso Tao - Reflexiones de un científico al otro lado del espejo, de Raymond Smullyan

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Algunas frases de Richard Bach





"Todos los seres, todos los acontecimientos de tu vida, están ahí porque tú los has convocado. De ti depende lo que resuelvas hacer con ellos."

Richard Bach

"Lo que la oruga interpreta como el fin del mundo es lo que el maestro denomina mariposa."

Richard Bach

"No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don. Buscas los problemas porque necesitas sus dones."

Richard Bach

"Nunca te conceden un deseo sin concederte también la facultad para hacerlo realidad. Sin embargo, es posible que te cueste trabajo."

Richard Bach

Lo que busco...




CXXV

...¿Cómo podría demostrarte lo que busco? No se trata de un objeto que habla a los sentidos, sino al espíritu. No me pidas que justifique el ceremonial que impongo. La lógica pertenece a la etapa de los objetos y no al lazo que los ata. Aquí no tengo ya lenguaje.
Tu has visto las orugas que sin ojos se encaminan hacia la luz o suben por el árbol. Y las observas como hombre, y te preguntas lo que buscan. Y concluyes: "Luz" o "Cima". Pero ellas lo ignoran. Igualmente si recibes algo de mi catedral, de mi año, de mi rostro, de mi patria, ello será tu verdad y poco me importa de tu viento de palabras que no sirve más que para los objetos. Tú eres oruga. Ignoras lo que buscas.



Extraído del libro Ciudadela, de Antoine Saint-Exupèry

Escribir




XXXV

...Porque he escuchado con verdadera atención las relaciones entre los hombres y he descubierto claramente los peligros de la inteligencia: la que cree que el lenguaje aprisiona. Y las respuestas en las disputas. Pues no es por vía del lenguaje que transmitiré lo que está en mí. Lo que está en mí no se puede decir con una palabra. No puedo significarlo sino en la medida que lo entiendes por otros caminos distintos a la palabra. Por el milagro del amor o porque, nacido del mismo Dios, tú te me asemejas. De otra manera tiro por los cabellos al mundo sumergido en mí. Y, al azar de mi torpeza, muestro éste o aquel único aspecto, como de esa montaña que expreso bien, al querer identificarla, diciendo que es alta. Mientras que ella es muy otra cosa; y como si hablara yo de la majestad de la noche cuando se tiene frío en las estrellas.

XXXVI

Cuando escribes, cargas un navío. Mas pocos navíos arriban. Naufragan en el mar. Hay pocas frases que continúan su resonancia a través de la historia. Porque quizá he querido significar mucho; pero aprisionado poco.
Y aún este problema: Importa enseñar a asir más que a identificar. Importa enseñar a exigir las operaciones de captura. Aquel que me muestras, ¿qué me importa lo que sabe? Tanto como el diccionario. Sino lo que es. Y aquel ha escrito su poema y lo ha llenado con su fervor, pero nada ha conseguido de su pesca. Nada ha traído de las profundidades. Me ha señalado la primavera, pero no la ha creado en mí, en la medido en que hubiera podido nutrir mi corazón.
Y yo escuchaba a los lógicos, historiadores y críticos, advertir que la obra, cuando es fuerte, se expresa por el plan; porque se convierte en plan lo que es fuerte.
Y si en un comienzo se me presenta un plano de la ciudad, es que mi ciudad está expresada y que está hecha. Mas no es él quien funda la ciudad.



Extraído del libro Ciudadela, de Antoine de Saint-Exupèry

lunes, 24 de septiembre de 2012

Un mundo...




Nosotros llamamos mundo físico, o mundo material, al mundo en que vivimos, algo que parece molestar a las personas que yo denomino espirituales, personas que aspiran a un mundo espiritual más real y eterno más allá del mundo material mutable y perecedero. Pero es frecuente que esas personas confundan las cosas y acaben hechas un verdadero lío. Porque, en el fondo, el mundo abstracto es el que nosotros llamamos mundo material ya que el mundo físico, tal y como nosotros utilizamos esa frase, no es nada concreto sino una creación completamente abstracta.
Tal vez esto les sorprenda, pero una pequeña disgresión sobre el origen de esos términos les demostrará de manera fehaciente que así es. ¿Cómo aborda el científico lo que el denomina el mundo material?: Mediante métodos cuantitativos. Y, ¿Cómo determinamos las cantidades? Mediante mediciones, es decir, números, o sea, una representación de la naturaleza en términos de categorías abstractas - metros, pulgadas, segundos, grados, etc. -, algo, por cierto, tan abstracto como las líneas de latitud y longitud que aparecen en un globo terráqueo. Y tampoco debemos olvidar que la palabra metro -como ocurre en el mundo mensurable, en el mundo que puede ser medido- se deriva de la palabra sánscrita matra, de cuya raíz también se deriva maya, el término utilizado para referirse al mundo de la ilusión.
Ya he señalado que uno de los principales significados occidentales del término naturaleza -como cuando inquirimos, por ejemplo, por la naturaleza de una cosa- es el de "clasificación". El término griego Physis, del que proviene la palabra física, tiene que ver con el mundo concebido de un cierto modo, un mundo aprehendido en funciones de clases que, por otra parte, son una mera abstracción. Cuando decimos que algo "es inmaterial", que algo no puede ser medido, estamos queriendo decir que no puede cuantificarse, que no puede añadirse a nada. Pero lo que necesitamos de la vida no es tanto cantidad como calidad, porque la cantidad es algo absolutamente abstracto. Es la calidad, el gusto, el sabor y el significado de la vida lo que realmente nos importa. Existen formas de medir las cualidades pero, en nuestro lenguaje, siempre tenemos que convertirlas en cantidades. Cuando un cocinero se halla frente a un puchero, añade sal, lo prueba un poco, le añade un poco más de sal, lo vuelve a probar... y así hasta llegar a concluir que ya está bien sazonado. Si colocásemos a alguien detrás del cocinero que fuese registrando la cantidad exacta de sal añadida dispondríamos de una abstracción cuantitativa relativa a una experiencia de sabor que no es ninguna abstracción. Pero, para que la gente regrese al mundo real, debemos suspender provisionalmente su pensamiento abstracto, porque es la abstracción la que nos lleva a establecer diferencias. Es mediante la abstracción como llegamos a la noción de que yo soy una cosa y los demás otra y de que los eventos ocurren separadamente. Trazamos las líneas que separan un minuto de otro de nuestros relojes del modo más exacto posible, porque queremos saber exactamente en qué momento un minuto se convierte en el siguiente. Y la delgadez de esas líneas nos demuestran lo abstractas, tenues e irreales que son, porque se trata de medidas y no hay que confundir la medición con lo que se mide. El mundo que vemos y sentimos sin abstracciones es el mundo en el que estamos conectados con todo lo que es, con el Tao y con el curso de la naturaleza. Pero hemos sido engañados por personas que no dejan de hablar y de explicar, personas que previamente han sido hipnotizadas para percibir el mundo a través de una visión abstracta, arbitraria y bastante alejada de la realidad. Así pues, los taoístas son -junto a los hinduistas y los budistas- los grandes abogados del silencio intelectual. Pero es preciso recordar que, con ello, no estamos diciendo que el intelecto sea algo malo o que debamos ser antiintelectuales. De ninguna manera. El hecho de pensar forma parte del proceso de a naturaleza de igual modo que la tela tejida por una araña. A fin de cuentas, la araña teje su tela para construir una red que atrape las moscas y la mente hace lo propio para tratar de apresar el universo. Y esto no es malo, siempre y cuando recordemos que el universo es mucho más amplio que la red que utilizamos para atraparlo.

Extraído del libro Taoísmo, de Alan Watts



En el decir de Lao-Tse:

"¿Puedes distanciarte de tu propia mente para así comprenderlo todo?"





viernes, 14 de septiembre de 2012

Domesticar





Entonces apareció el zorro:

- Buenos días - dijo el zorro.
- Buenos días - respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta, pero no vio nada.
- Estoy acá - dijo la voz - bajo el manzano...
- ¿Quién eres? - dijo el principito -. Eres muy lindo...
- Soy un zorro - dijo el zorro.
- Ven a jugar conmigo - le propuso el principito -. ¡Estoy tan triste!...
- No puedo jugar contigo - dijo el zorro -. No estoy domesticado.
- ¡Ah! Perdón - dijo el principito.
Pero después de reflexionar agregó:
- ¿Qué significa "domesticar"?
- No eres de aquí - dijo el zorro -. ¿Qué buscas?
- Busco a los hombres - dijo el principito -. ¿Qué significa "domesticar"?
- Los hombres - dijo el zorro - tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
- No - dijo el principito -. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
- Es una cosa demasiado olvidada - dijo el zorro -. Significa "crear lazos".
- ¿Crear lazos?
- Si - dijo el zorro -. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
- Empiezo a comprender - dijo el principito -. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...
- Es posible - dijo el zorro - ¡En la Tierra se ve toda clase de cosas...!
- ¡Oh! No es en la Tierra - dijo el principito.
El zorro pareció muy intrigado:
- ¿En otro planeta?
- Si.
- ¿Hay cazadores en ese planeta?
- No.
- ¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?
- No.
- No hay nada perfecto - suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡Será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...
El zorro calló y miró largo tiempo al principito.
- ¡Por favor... domestícame! - dijo.
- Bien lo quisiera - respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
- Solo se conocen las cosas que se domestican - dijo el zorro -.
Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
- ¿Que hay que hacer? - dijo el principito.
- Hay que ser muy paciente - respondió el zorro -. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
- Hubiese sido mejor venir a la misma hora - dijo el zorro -. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a que hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
- ¿Qué es un rito? - dijo el principito.
- Es también algo demasiado olvidado - dijo el zorro -. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.



Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:
- ¡Ah!... - dijo el zorro  -. Voy a llorar.
- Tuya es la culpa - dijo el principito -. No deseaba hacerte mal pero quisiste que te domesticara...
- Si - dijo el zorro.
-¡Pero vas a llorar! - dijo el principito.
- Si - dijo el zorro.
- Entonces, no ganas nada.
- Gano - dijo el zorro -, por el color del trigo.
Luego, agregó:
- Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
- No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún - les dijo -. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron bien molestas.
- Sois bellas, pero estáis vacías - les dijo todavía -. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse o alabarse, o aún, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.

Y volvió hacia el zorro:

- Adiós - dijo.
- Adiós - dijo el zorro -. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos - repitió el principito, a fin de acordarse.
- El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
- El tiempo que perdí por mi rosa... - dijo el principito, a fin de acordarse.
- Los hombres han olvidado esta verdad - dijo el zorro -. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa... -. repitió el principito, a fin de acordarse.


El Principito - Antoine de Saint Exupery

sábado, 8 de septiembre de 2012

Jugador Tramposo




Muchas veces siento que pago más caro mis momentos de suave discurrir por la vida que los momentos en que ésta se me enfrenta violentamente, haciendo mis días, algunas veces, infelices.
Los momentos de mayor crecimiento que he podido identificar en los años que llevo vividos, son aquellos que me he visto obligado a enfrentarme al molde establecido o a situaciones dolorosas.
No que algunos momentos felices no hayan sido también momentos necesarios para ese crecimiento, sino que éstos tienen la particularidad de adormecernos, de alguna manera hacernos inconscientes y por ello, quizás, no brillan en el camino. Exceptúo aquí los momentos de extrema felicidad que, aunque escasos, son los puntos más brillantes y a los que siempre intento volver. Estos momentos han tenido que ver con el amor, en primera instancia, y con el inexplicable gozo de sentir que uno se ha introducido, de alguna manera, en el fluir de la energía universal. Si, ya se, esto suena casi cómico y me hago cargo de esto, pero muchas veces he experimentado este sentimiento y es tan imposible de describir como fascinante.

Nietzsche tiene una frase que me gusta mucho: "Amo al jugador que, cuando lo favorece la suerte de los dados, se pregunta: estaré haciendo trampas?"


jueves, 6 de septiembre de 2012

Cartas al mar




Hoy fue un día raro... Ideas de toda clase se me venían a la mente y una sensación de tristeza era lo único reconocible como factor común a todas ellas.
A partir de cosas pensadas y de otras vislumbradas tras las indefinibles expresiones recibidas a través de la comunicación de las redes sociales, se instaló esa tristeza durante la mañana, lo que me ancló a mi casa.
Hace un tiempo ya, algo se trastocó en mi rutina. Recuerdos trabajosamente relegados, creía yo, al olvido definitivo, volvieron a surgir, y con más fuerza de la que puedo manejar.
Bien, esos sentimientos que se dispararon nuevamente me llevaron a pensar en  la comunicación, en el alto componente ilusorio que tiene ya que, en definitiva, uno se pasa la vida tratando de expresarse a sí mismo y, a medida que lo hace, lo que intenta expresar se ha modificado nuevamente, con lo que el proceso empieza una y otra vez. Nos expresamos, a veces pienso, para vernos en los demás... en lo que piensan, dicen, sienten. Es como mirarnos a un espejo de múltiples planos que nos devuelve imágenes dispares, con las que vamos construyendo la nuestra.
Siento, muchas veces, que somos solos, que estamos condenados a no lograr nunca expresarnos completamente, a no poder comunicar totalmente lo que sentimos que somos. Pero, paradójicamente, necesitamos mostrarnos y recibir ese feedback que nos confirma lo sentido y pensado. Enviamos mensajes al exterior como el náufrago envía una carta en una botella, esperando ser rescatado. Las dos caras de una moneda.
Leo lo escrito y siento que solo es una aproximación burda, muy mezquina, de lo que siento en el fondo del corazón, de lo que hoy me clavó a mi cama y no me dio el coraje para salir al exterior...
Hoy solo pude hacer lo que, de un tiempo a esta parte, hago a diario: tirar cartas al mar, esperando ser rescatado.


martes, 4 de septiembre de 2012

Dónde está la verdad?



"Cito la verdad allí donde la encuentro."

Richard Bach en Ilusiones




Me gusta esta frase porque, creo, da en el centro de cómo funciona este mundo.
La verdad está en todos lados, no es patrimonio de ninguna ideología o credo. Aquellos que la buscan confinada y bien definida por ingeniosas especulaciones racionales, se equivocan. Esto solo es una ficción hija de un leguaje mezquino, que no alcanza para descifrar y definir un mundo inescrutable, si la herramienta utilizada para estudiarlo es solo nuestra razón.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Crecer como el bambú




No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.

También es obvio que quien cultiva la tierra, no se para impaciente frente a la semilla sembrada, llenándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, por favor, crece!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en No Apto para Impacientes: Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla aparentemente durante los primeros siete años.

A tal punto que, un cultivador inexperto, estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas... la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó sólo seis semanas en crecer?. No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes... quizá solo estés echando raíces...



Extraído de algún sitio en la web, que hoy no recuerdo

Una manera de actuar




¿Puedes disuadir a tu mente de su vagabundeo
y permanecer en la unidad original?
¿Puedes dejar que tu cuerpo se torne flexible
como el de un recién nacido?
¿Puedes limpiar tu visión interior
hasta ver solo la luz?
¿Puedes amar a la gente y guiarla
sin imponer tu voluntad?
¿Puedes afrontar los asuntos más vitales
dejando que los eventos sigan su curso?
¿Puedes distanciarte de tu propia mente
para así comprenderlo todo?

Dar nacimiento y nutrir,
tener sin poseer,
actuar sin expectativas,
dirigir sin controlar:
esta es la suprema virtud.


Extraído del Tao Te Ching de Lao Tse - Versión de Stephen Mitchell


viernes, 31 de agosto de 2012

Unidad




"Es la mejor de todas mis ideas: lo contrario de toda verdad es también verdadero. Me explico: una verdad sólo se puede defender y traducir en palabras cuando es unilateral. Y unilateral es todo cuanto puede concebirse con ideas y expresarse con palabras: es todo unilateral, todo mitad, todo desprovisto de totalidad, de redondez, de unidad."


Hermann Hesse - Extraído de Siddhartha

Sobre Buscar y Encontrar




"Cuando alguien busca, suele ocurrir que sus ojos solo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo, pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos..."

Hermann Hesse


viernes, 24 de agosto de 2012

Serenidad




Llena tu cuenco hasta el borde
y acabará rebosando.
Afila de continuo el cuchillo
y lo hallarás romo.
Persigue el dinero y la seguridad,
y tu corazón jamás podrá liberarse.
Persigue la aprobación de la gente
y serás su prisionero.

Haz tu tarea, después retírate.
He aquí la única senda hacia la serenidad.


Lao Tze - Tao Te Ching - Versión de Stephen Mithell


martes, 21 de agosto de 2012

La Taza Rebosante




Érase una vez un estudiante del Camino muy culto y un tanto arrogante. Cuando se enteró de que un sabio anciano vivía cerca de su casa, decidió visitarlo con la intención de que le transmitiese su gran sabiduría y así poder mejorar su formación y reputación.

Cuando llegó a la casa del sabio, se sorprendió al comprobar que se trataba de una humilde cabaña. En su interior, un anciano con una barba larga y fina y unos ojos muy brillantes se encontraba sentado ante una tetera, murmurando para sus adentros.

El anciano alzó la vista y, al ver al estudiante en su puerta, lo invitó a entrar y a sentarse en el sitio de honor. A continuación, le pidió que se tomase un té con él.

Mientras el estudiante presumía de su formación y relataba sus numerosos logros, el viejo maestro empezó a llenar la taza de su invitado. El joven habló hasta por los codos, y mientras tanto el viejo maestro continuó sirviendo té en su taza hasta que el líquido caliente se derramó por la mesa y acabó cayendo en el regazo del estudiante.
-¿Qué haces, viejo tonto?- gruñó, levantándose de la silla-.
Estás vertiendo el té por todas partes. ¿No ves que mi taza ya está llena?

El sabio dejó de servir té con gesto pausado y miró al estudiante
-Su mente, señor, es muy parecida a esta taza de té. Me temo que ya está demasiado llena para que yo pueda aportar algo más. De lo contrario, acabará desbordándose y se derramará por todas partes.


Anónimo - Extraído del libro Cuentos Taoístas, La Sabiduría de los Maestros Taoístas - Solala Towler

domingo, 19 de agosto de 2012

Algo se mueve...



Hay días apacibles, días en los que todo transcurre por los carriles establecidos. 
Puedo sentirme seguro y protegido. Arropado en mis creencias, en mis seguridades hechas de respuestas encontradas con esfuerzo o robadas vilmente de algunos inspirados líderes.
Pero hay días, hoy, por ejemplo, en los que un suceso inesperado me sacude toda estructura. El piso cede y tambaleo y siento el vértigo del abismo a mis pies.
No necesariamente son días malos, pueden ser días maravillosos, donde algún sentimiento hermoso sea el que sacude mi seguridad. Algo dormido en la profundidad del olvido, de pronto, surge como un rayo de luz que me ciega y pierdo el sentido del camino.
Claro que se que todo es solo producto de la imaginación, una mala pasada de mi corazón, demasiado propenso a soñar, pero el piso se me mueve igual.
De cualquier manera, aunque se que es un sueño, me entrego y lo disfruto. Más tarde veré cómo hago para safar de la ilusión que me cegó por un instante...


El Valor de la Aceptación





Aceptación no significa aprobación de un hecho cualquiera que nos toca de alguna manera, ya sea éste interior o exterior.

Aceptación no significa que estamos de acuerdo con ello, tampoco debe leerse como que no tenemos agallas para enfrentar y corregir lo que consideramos, desde una perspectiva parcial, incorrecto.

Aceptación significa que suspendemos nuestro juicio para abrirnos a esa experiencia y meternos confiados en que el flujo vital nos llevará a buen puerto.

Suspendemos nuestro juicio, casi siempre racional, y por lo tanto demasiado superficial e incompleto, donde nuestro ego juega un papel demasiado central y nos confunde.

Suspendemos nuestro juicio para escuchar lo que nuestra sangre murmura en nuestro interior, lo que nuestra intuición tiene para decir, detrás del espantoso ruido de las ideas que bullen en nuestro cerebro pugnando por ser la que nos "solucione" el inconveniente.

Cuando aceptamos las cosas como son, dejamos que nuestra naturaleza se una al flujo vital universal del que forma parte y, mágicamente, las cosas se encaminan, se solucionan los problemas que parecían insolubles.

Cada situación que nos toca vivir se nos presenta porque, de alguna manera, la hemos convocado para extraer de ella una enseñanza.

Solo mediante la aceptación incondicional de lo que nos sucede, sobre todo cuando no nos gusta, podemos iniciar el proceso de crecimiento espiritual que nos va a permitir entender que todo lo que sucede, lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, son solo caras de una misma moneda. Que todo eso es una unidad y no puede ser de otra manera, que una cara necesita a la otra para poder revelarnos el mundo y para poder vivir la experiencia, que, de otra manera, sería invisible.

Los Napoleones del fin de semana

  Hay un brillo inquietante en sus ojos cuando acuden cada sábado a la cita. Llegan uno tras otro, casi furtivamente, con sus cajas y reglam...